Hugo Bravo Jerónimo.-
El común de los ciudadanos venezolanos parece coincidir en que experimentamos una crisis de liderazgo. Muchos reniegan del liderazgo político, cuestionando su capacidad real para guiarnos en la resolución de la compleja coyuntura en la que se encuentra nuestro país. La percepción general, a pesar de algunas connotadas excepciones, es que hacen falta líderes que sobre la base de su autoridad moral y sindéresis sepan qué hacer, tengan la capacidad de convencer a la mayoría de los ciudadanos sobre las acciones correctas para salir de esta situación y, más aún, tengan la valentía de emprender de manera coherente y consistente dichas acciones, de manera que nos encaminemos hacia la positiva resolución de la grave crisis que vive Venezuela.
Para muchos esta crisis de liderazgo no es nueva, es más, están convencidos que el déficit de verdaderos líderes es una de las principales causas del porqué hemos llegado a la situación en la que nos encontramos en la actualidad. Esta falta de capacidad para el liderazgo se manifiesta en los constantes cambios de estrategia, la falta de consistencia y coherencia entre los mensajes que se envían a la población y las acciones que llevan a cabo muchos de nuestros líderes, que un día dicen una cosa y mañana hacen otra; algunos parecen tener agendas propias, ajenas a las necesidades del país; mientras otros muestran falta de coraje para hacerse respetar, y honrar la verdad y el recto proceder que corresponde a sus funciones y su deber como ciudadanos; todo esto, conllevando a la confusión, a la frustración, y por momentos a la desesperanza de que realmente podamos salir de la situación en la que nos encontramos.
Ahora, si nos preguntamos: ¿es esta crisis, exclusiva del liderazgo político venezolano? La respuesta es no, si tomamos en cuenta la cantidad de problemas que confronta el mundo actualmente: crisis políticas, económicas y sociales por doquier; escándalos de corrupción política y empresarial en los países y empresas más connotadas del planeta; crisis en la educación y en la salud, y un largo etcétera, donde se pueden observar como causas comunes y recurrentes: la falta de un verdadero y profundo entendimiento tanto de los problemas que se deben afrontar, como de las implicaciones de la responsabilidad que se tiene entre manos; la falta de una verdadera vocación de servicio; y el desapego o falta de firmeza para hacer lo que dicta la recta moral y la ética profesional de muchos de los dirigentes, gerentes y profesionales que lideran o hacen vida en las diferentes instituciones, países y entes afectados.
Por lo tanto, se puede afirmar sin temor a equivocarse que la falta de verdaderos liderazgos es uno de los grandes dramas de nuestro tiempo, una verdadera crisis. Nos encontramos, con más frecuencia de lo que desearíamos, a personas en posiciones de poder y de conducción que pretenden liderar a otros, pero que no son capaces de liderar su propia vida. Situación que se torna más dramática si se toma en cuenta que nuestra cultura nos ha convencido que todos deberían ser líderes: los políticos, los empresarios, los profesores, los gerentes, los deportistas, etc. Y esta imposición, que nos empuja a ser líderes, termina logrando la formación de una caricatura de liderazgo, ya que no todas las personas desean dedicar el tiempo de estudio y preparación que lleva convertirse en un verdadero líder.
Por el contrario, acostumbrados a tener resultados rápidos, muchos toman cursos de liderazgo exprés, otros leen un “buen” libro que detalla las pocas técnicas que los llevará a formarse como líderes de la manera más rápida y con el menor esfuerzo posible, y por último están los que simplemente “se lanzan al ruedo”, con más voluntad y ganas de “hacer algo”, que verdadera preparación para efectivamente hacer lo que corresponde. Claro está, como la magia no existe y nadie puede transformarse en un auténtico líder si no emprende un camino de autoconocimiento y desarrollo personal en vías a la excelencia, en el mejor de los casos, las personas se contentan con parecerlo. Con lo cual, en el liderazgo también se hace presente otra de las problemáticas de nuestro tiempo: no es ser lo que importa sino parecer; ya que transformarse en un verdadero líder toma mucho tiempo y dedicación, por lo que es más fácil tratar parecerlo, que efectivamente serlo.
Por lo tanto, qué es el liderazgo y cuál es esa sabiduría necesaria para ser un verdadero líder, son dos temas en los que debemos profundizar si efectivamente queremos salir de esta crisis, y de los cuales daremos una visión en este espacio en una siguiente entrega.
* Hugo Bravo Jerónimo es profesor de la Universidad Monteávila.