Señales de ellas | En todas las esquinas

Francisco J. Blanco.-

La aventura es la vida y se halla en todas las esquinas. Foto: Francisco J. Blanco

Esta semana se ha convertidos en esas donde todo pasa demasiado rápido. Terminamos. 16 postales, 16 historias de cómo llegaron a mí­, 16 intentos de introspección reflexiva para mostrarme con palabras y no con acciones, en fin, el mismo corcho y las siempre distintas señales de ellas.

Para mí­ este año fue toda una aventura. Escribir esta columna con cierta disciplina fue un completo descubrimiento. Yo he hecho algunos ejercicios de escritura que siempre terminan en al tercer intento. Esta columna es sin duda la excepción.

La observación que ejercité durante este año, para poder así­ tener material para escribir (tí­picamente el jueves en la tarde) para salir publico el sábado, me ayudó no solo a la fluidez de mis ideas, sino a conocerme más, a conocer más a mis alumnos, a escuchar más el rugido silente de nuestra universidad y en definitiva a crecer.

El relato de las postales me llevó a lugares a veces olvidados, mi viaje a Europa, las ferias de diciembre, la casa de mis abuelos, las tiendas raras de la ciudad, los libros viejos de mi casa, en fin, ese cúmulo de cosas que al final soy yo.

Los autores de las postales me dieron a conocer realidades que desconocí­a, el plano del universo de Mondrian, la escuela de diseño de Paris, el taller de fotografí­a de Knoxville, las trincheras de los aliados en Inglaterra y demás, pero todas, obedeciendo al principio fotográfico de robarle un momento a la vida, y como dice Rafael Cadenas sobre Florencia Alvarado a retratar lo que ha sabido esperar.

Si bien las palabras nacieron de mí­, fue a través de la conversación siempre amena con cualquiera que me encontraba, sobre la apertura siempre fantástica que solidifica las bases de nuestra universidad y por eso, hoy, en mi última columna tengo agradecer a todos los que por un momento se sentaron a pasar el rato conmigo.

Si las palabras nacieron de mí­, a través de la conversa que cualquiera, nadie estuviese leyendo estas lí­neas si no fuese por el profesor Felipe González, que tan amablemente me incluyó en tan fantástico proyecto, que enseña en el hacer, la profesionalidad del oficio periodí­stico a todos los que trabajan con él. Por esto, amigo, muchas gracias.

Ahora bien. Qué queda. No es en vano que mi última postal se llama “En route to Nashville” (Camino a Nashville) porque en un par de semanas volveré a esa mí­tica ciudad a volver a emprender una aventura que nació de una conversación en la misma universidad y terminó por cambiarme la vida.

No es en vano que en mi última columna del año me despida, no por ser cortés, sino porque esto también es un “hasta luego” con los compañeros que hicieron vida conmigo en la universidad, con los que reí­ y compartí­ tanto, con esos que emprenderán aventuras en direcciones opuestas y que espero que estén bien en el árido norte, y que recuerden mi cariño en el sur austral.

No es en vano que hable de aventuras al final. Porque ella no se encuentra al inicio, todo lo contrario, comienza hoy, la aventura es la vida y se halla en todas las esquinas.

* Francisco J. Blanco es profesor de la Universidad Monteávila.

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