íngel Fernández.-
Entre las décadas de los 50 y 60 surgió en Francia un movimiento cinematográfico conocido como la nueva ola francesa (La Nouvelle Vague). Directores y escritores de élite como Franí§ois Truffaut o Jean Luc Goddard fueron exponentes de una filmografía que en sus comienzos se consideró agresiva e irreverente.
Goddard, con cintas como Pierrot Le Fou o í bout le soufflé demostró ser el padre de este nuevo estilo. Movimientos y angulaciones de cámara utilizados de formas nunca vistas, rompimientos de la cuarta pared que en su momento no tenían justificación, diálogos cargados de discursos de filosofía francesa y temas diversos de la existencia humana, estructuras disruptivas en la narración; entre otros recursos que diferenciaron esta oleada cinematográfica de todo lo que ya se había visto.
Todo este movimiento derivó en un término acuñado por la crítica internacional de la época, el auteur cinema o cine de autor, el cual se conceptualizaba como aquél que de una forma u otra representaba el perfil artístico de su creador y que a su vez lo diferenciaba de cualquier otro cineasta del globo. Es un adjetivo que apremia a cineastas como Andréi Tarkovsky, Akira Kurosawa, Pedro Almodóvar o Federico Fellini, nombres referentes para todo cinéfilo y aspirante a trabajar en el medio, como algunos que se definieron por una expresión artística incuestionablemente auténtica.
El nuevo milenio goza de muchos autores que han sabido romper convenciones y barreras a lo largo de este siglo que aún aprende a caminar, que con sus visiones vanguardistas y recursos se reservan con creces un lugar en el séptimo arte.
Lars Von Trier: El quebrantamiento de toda regla
El cine de Von Trier está definido por el manifiesto Dogma 95, uno que con un conjunto de reglas se veía destinado a romper las ya establecidas en el séptimo arte. El escrito era un pacto de castidad que se refería en sus páginas a la limitación casi total de recursos dentro del medio, desde los tipos de lentes a la negación total al uso de cualquier herramienta que normalmente ofrecería un set hollywoodense. La intención irreverente y rebelde de este dogma es lo que define casi toda la visión cinematográfica del danés, esa intención de recuperar la pureza del cine.
Von Trier es a quien podríamos definir como el nuevo Goddard, es un autor empeñado en la demolición de toda regla en la dirección, el guión y la edición. Siempre buscando reflejar su perspectiva sobre la sociedad, el mundo y la realidad a través de planos que, con una pausa en nuestro monitor, podremos apreciar y leer como si fueran cuadros al óleo. Planos artísticos que no reflejan otra cosa sino la visión pesimista sobre los efectos degenerativos del amor en cada persona, el pozo en el que muchos caemos. Es así como este director definiría su argumento núcleo en las diferentes piezas ejecutadas.
Melancholia: El romance más doloroso
Esta cinta no muestra otra cosa sino lo que resume el título. Es una oda a la más grande de las tristezas del ser humano, ese momento de la vida donde pensaste ser amado y terminaste totalmente solo, al punto de sentir que el mundo estaba acabando, como literalmente ocurre en la pieza.
Se narra la historia de un matrimonio que se celebra en las lejanías de la ciudad y que en principio no pinta nada bien. La limosina se atasca en una curva de camino con los novios, en la fiesta los padres de la novia se comportan lo peor posible, y se percibe una batalla incomoda por debajo de la mesa entre prácticamente todos los presentes. La lucha que termina con la aniquilación de toda felicidad entre los novios y su lamentable separación no es más sino la representación de este mundo, el de ella, el que se acerca a su extinción lentamente.
Esta pieza podría ser la mejor cinta del autor porque expresa a través de planos incomparables la humanidad más frágil, sobre todo con aquellos momentos de pánico y agonía ejecutados en cámara lenta al saber que un planeta, que no casualmente se llama Melancolía, estaba a punto de estrellarse contra la Tierra. Expresa la obra casi todo el trabajo de Von Trier, esa degeneración del desamor metaforizada en un gran planeta de azules opacos que no es más sino la melancolía, la que en ciertos puntos de nuestra vida nos oprime sin derecho a tregua, y algunas veces; de manera definitiva.
Lars Von Trier es un director que por su rebeldía se generó un sello de autoría fácilmente definible entre mortales de la profesión. Su cruda visión de la realidad le hace un merecedor en este podio de grandes directores.
Michael Haneke: Controversia sombría
El director austríaco Michael Haneke podría ser hoy en día el maestro del cine de género criminal o policiaco. Su método  va más allá de lo que hemos visto en las piezas aclamadas de David Fincher o Jonathan Demme. Es una máquina generadora de controversia y oscuridad dominante, casi intolerable y repleta de impacto visual.
La gran proeza del austríaco reside en la cámara y cómo se define ésta en la cinta, la tilda en su trabajo como una representación viva de nosotros, la audiencia, dentro de la historia. Así es como una atmósfera terrorífica se vuelve prácticamente una experiencia real para el espectador, que siempre ve junto a la cámara, desde un rincón, como si de un testigo o intruso se tratase, un asesinato o una eventualidad sanguinaria o cruel, dejándolo siempre dentro de esos silencios y gran ausencia de musicalización, una sensación de impotencia y perturbación por la escena del crimen que acabamos de presenciar.
Otra técnica que se le aplaude al artista deriva de la expectación que nos hace aún más participes de la historia. Nunca falta en una cinta de Haneke ese momento donde no vemos absolutamente nada, pero siempre esperamos ver algo. Es el momento en el que la cámara parece ser un metraje de vigilancia que nos invita a jugar a ser detectives, bien sea prever lo que pasará, entender lo que podría estar ocurriendo, o discernir lo que sucedió.
Caché: Testigos de la deshumanización social
Una cinta que define en su totalidad la visión de Haneke es Caché, la perturbadora historia de una pareja que se ve amenazada por un acosador que les envía cintas con grabaciones de ellos a las afueras de la casa donde residen.
La historia cuenta con muchos de estos momentos de gran impacto, de expectativas infartantes y de nuestro posicionamiento en la historia como intrusos que presencian eventos terribles. Rápidamente recordamos el escenario donde el protagonista ve por vez última a Majid debido a la aproximación del momento más aterrador de la cinta, y probablemente, la mejor escena por cómo define el trabajo de este cineasta
Caché es una historia sobre el pasado que nos persigue, el que termina materializándose en seres muy cercanos a nosotros y nos pesan y joroban con el paso de los días, esas personas que nos hacen los días grises y tempestuosos, las que representan las deudas por pagar.
Michael Haneke es la visión sombría representada en tecnicismos de cámara que le dan un valor trascendental a sus cintas, plagadas de tensión y crímenes que gozan de un realismo que estremece cualquier butaca en la sala de cine.
Christopher Nolan: Un coloso para el futuro del cine hollywoodense
En este recuento es obligatorio hacer una parada en el hogar máximo de la industria cinematográfica, Hollywood. Dentro de este círculo dedicado a un cine más de entretenimiento que de vanguardia artística hay que reconocer a un pez que nada contracorriente sin contradecir los valores de este imperio cinematográfico: Christopher Nolan.
La visión de Nolan, tal cual como él ha dicho en entrevistas, va de la mano con la misión de entretener. Sin embargo, el cine del británico es un caso de estudio artístico a nivel filmográfico. No es descabellado pensar en la colección de películas del autor en cuestión como un compilado de sueños y situaciones fantásticas que terminamos comprando como realidades tan certeras como nuestra propia existencia. Vemos una interpretación de los sueños en el origen que es tan real como la vida misma, nos convence con su propuesta al punto de que vemos a dos personajes peleando en las paredes del pasillo de un hotel y lo entendemos como algo posible mientras estamos en la sala.
Ahora no podemos caer en decir que Nolan es el único cineasta que busca lograr este efecto de convertir lo imposible en posibilidad para los ojos de la audiencia, pero es cierta la afirmación de que este director sabe acercarse con mucho más virtuosismo que otros autores. Demás no está hablar de Batman: The Dark Knight como una prueba de ello: la humanidad que yace en el personaje de Bruce Wayne durante esta entrega de la saga invita a creer en la existencia del hombre murciélago, a creer esa primera palabra que construye el nombre del héroe, un hombre de carne y hueso como nosotros.
Memento: Perspicacia y superioridad mental
Memento, la segunda cinta de Nolan y su gran salto a la fama para el año 2000, es una obra de arte y para muchos medios un aclamado clásico del cine. La historia de un hombre con graves problemas de memoria, el cual recurre a tatuajes y fotografías para recordar los eventos más recientes de su día y otros momentos de importancia para así llegar a una conclusión de lo que ocurre.
La historia se narra de forma anacrónica y muestra imágenes tanto en blanco y negro que van en una dirección, así como otras que cuentan el “lado b” del relato, yendo en dirección totalmente contraria. Todo deriva en un punto de encuentro de estas dos historias de tonos diferentes que lleva al clímax y resolución de la trama.
Dentro de las estructuras que conocemos como rompecabezas, este podría ser el ejemplar más importante. Se genera una estructura compleja que deriva al final en un resultado impresionante, donde un protagonista que empezaba siendo víctima se convirtió en cazador.
Esta película es la mejor representación que se puede tener del director, pues siembra la semilla de lo que se viene. Una idea que engloba todos sus proyectos es la mente como fuente de salvación para la humanidad, como este poder que todos tenemos termina significando la clave de una vida duradera.
Christopher Nolan es un director que sabe hacer un balance entre el entretenimiento y lo que llaman el art house, se entrega a sus propios conceptos y toma riesgos importantes para mostrar cosas nunca antes vistas.
* íngel Fernández es estudiante de Comunicación Social de la Universidad Monteávila.