Pensamientos familiares | A propósito del Dí­a Internacional de la Mujer

Mercedes González de Augello.-

La mujer es madre porque encierra lo necesario para cuidar la vida. Foto: photopin (license)

Hace una semana se celebró el Dí­a Internacional de la Mujer y los medios de comunicación reseñaron ampliamente las múltiples actividades realizadas en diferentes puntos del planeta para reivindicar el valor de la mujer en la sociedad. Definitivamente es bueno que se dedique un dí­a a pensar y reflexionar sobre la mujer, igual que lo hacemos con el padre, la madre o los trabajadores, pero es importante que aprovechemos este dí­a para realzar el verdadero, esencial e inconmensurable papel de la mujer y que no se desví­e para enarbolar banderas que desdicen mucho de lo que verdaderamente aporta la mujer al mundo.

Una de las llamadas reivindicaciones que más se pudieron oí­r en los medios fue el “derecho” de la mujer al aborto, como si lo naturalmente femenino fuera destruir la vida y no recibir el don divino de la procreación. El valor de la vida humana es superior y es inalienable el derecho a la vida del niño que crece en el seno de su madre. Colocar la facultad de la mujer a decidir sobre su propio cuerpo, como superior al derecho de vivir de su hijo, es ir en contra de lo más fundamental de la naturaleza femenina.

La mujer es madre, justamente porque en su esencia se encierra todo lo necesario para la transmisión y cuidado de la vida. Paciencia, armoní­a, fortaleza moral, delicadeza, donación, ternura, esperanza, intuición, tolerancia, amor, amor y amor. Estas virtudes esencialmente femeninas son las que se tienen que hacer presentes en cada ámbito de la vida familiar y pública en el que las mujeres están presentes, porque esa es su misión: hacer un mundo más amable, armónico y receptivo con el otro. La mujer no es igual al hombre, tampoco es mejor o inferior al hombre, simplemente es mujer y su feminidad es lo que se debe defender.

Aplaudo que se dedique un dí­a para reflexionar sobre el reconocimiento de la idéntica dignidad entre el hombre y la mujer y que se hayan acabado muchas formas de discriminación femenina. De igual manera es motivo de alegrí­a que en las familias cada vez haya una participación más igualitaria y recí­proca de hombres y mujeres, porque ambos se complementan en la construcción del hogar en todos los aspectos que esto conlleva.

Debemos celebrar y felicitar a cada mujer que ha alcanzado los máximos cargos en cualquier esfera de la vida social. Claro que las mujeres pueden ser presidentes, cocineras, gerentes, periodistas, empresarias, deportistas, bailarinas; claro que tienen derecho a opinar, a votar, a participar polí­ticamente, a estudiar; claro que deben ser respetadas, amadas, valoradas. Pero también debemos valorar, celebrar y felicitar a cada mujer que decide entregarse a la atención exclusiva de su familia,  a cada mujer que dona parte de su vida al cuidado de un padre anciano o enfermo, a cada mujer que dedica su obra a educar niños o cuidar enfermos, a cada mujer que es feliz y disfruta cocinar, tejer, limpiar, leer cuentos, decorar. Porque todas estas mujeres han hecho posible que cada niño, hombre y adulto encuentre el cuidado, el sosiego y la sabidurí­a que solo una mujer puede ofrecer para que salgan a dar al mundo lo mejor que pueden ser.

Me quedo con la mejor frase de las muchas que leí­ el 8 de marzo: “Dios ha creado a la mujer porque todos nosotros merecemos una madre”. Papa Francisco.

* Mercedes González de Augello es directora de la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Monteávila.

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