Mercedes González de Augello.-
La crisis en nuestro tiempo puede sonar a algo común, trivial, algo a lo que nos hemos acostumbrado y con lo que convivimos día a día. Aquellos que saben sobrellevar la crisis son aplaudidos porque tienen una capacidad especial para sortear las dificultades. Incluso hemos desarrollado y estudiamos métodos específicos para atender situaciones de crisis: estrategias comunicacionales para gerenciar la crisis, planes financieros para salir de la crisis, acciones concretas para solventar crisis sanitarias, ambientales, políticas, sociales, emocionales… En fin, somos expertos en crisis.
La familia también está en crisis, eso lo hemos oído mucho, pero para ella no se desarrollan estrategias, planes, ni acciones que le den luces de cómo salir de sus situaciones difíciles. Quizá porque la lucha contra las demás adversidades nos dificulta ver lo primordial de la atención a las familias; quizá porque la cotidianidad de la vida familiar no nos permite observar la grandeza de su misión; quizá porque las adversidades que atraviesa son tan grandes que preferimos voltear hacia otro lado.
Lo cierto es que la familia está llamada a lo más grande y esencial, acoger en su seno a cada ser humano con el más puro y desinteresado amor, para formarlo y entregarlo a la vida. La familia es el espacio de la socialización primaria, es el lugar donde aprendemos a ser a través de los otros, a donarnos, a convivir, a ayudar, a respetar, a escuchar, a compartir, a amar. Sin duda, la más grande y esencial de las misiones para las que estamos llamados en este mundo.
Pensemos y hablemos más sobre la familia, sobre sus dificultades y desafíos en la realidad actual, para que valoremos sus dones y fomentemos un amor fuerte y lleno de valores como la solidaridad, generosidad, respeto y tolerancia, tan necesarios en estos días. Esta es una tarea a la que debe responder toda la sociedad, los individuos deben ser apoyados en su vida afectiva y familiar por todas las instituciones sociales, para que logren generar vínculos familiares fuertes que los ayuden a salir de la tendencia al individualismo y al egoísmo actual y puedan vivir el gozo de la entrega a los demás desde su ámbito más cercano.
Debemos ver a la familia, a cada familia, como una gran oportunidad y no como un problema, como afirma el Papa Francisco en su exhortación apostólica Amoris Laetitia. Una oportunidad para que todos los seres humanos podamos ser la mejor versión de nosotros mismos y nos evitemos tantas crisis ocasionadas porque no hemos valorado y apoyado a la familia.
* Mercedes González de Augello es directora de la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Monteávila.