Yanuacelis Aure.-
En 1917 un movimiento cambió por completo no solo la historia del aquel entonces imperio ruso, sino también la del resto de los países del mundo: la revolución rusa. 100 años después este episodio todavía despierta el interés de historiadores e investigadores.
Los primeros movimientos comenzaron en febrero de ese año, inicialmente dirigido por los mencheviques, quienes, ya en marzo, lograron la abdicación del zar Nicolás II y establecieron una república con Alejandro Kerenski como primer presidente. Pero en octubre Rusia asumiría otro rostro cuando los bolcheviques, liderados por Vladimir Lenin, capturaron el poder y dieron los pasos para instalar un sistema comunista.
“Rusia había tardado mucho en organizarse. Era un país feudal que estuvo en manos de los Romanov por más de 300 años. La revolución industrial les había tardado mucho en llegar. Ya Europa y el resto del mundo estaban mucho más avanzados, pero Rusia estaba gobernada por un sistema absolutista”, explica la socióloga y profesora de Historia Universal, Consuelo Domínguez.
El gobierno de Nicolás II no fue realmente el que provocó el descontento del pueblo ruso, malestar que ya se palpaba desde que reinaba Nicolás I, bisabuelo del entonces monarca. En Rusia no se podía hablar de política y a quienes descubrían en reuniones clandestinas su destino era la muerte o el exilio a Siberia.
Un hecho que terminó de generar el rechazo del pueblo hacia el régimen zarista fue el Domingo Sangriento, que ocurrió el 9 de enero de 1905 y en el que un gran número de manifestantes, conformados por obreros, estudiantes y sacerdotes, llevaban una petición al zar de instaurar un gobierno representativo, libertad de expresión y derechos laborales. Nicolás II no se encontraba en el Palacio de Invierno y la reacción de los guardias fue disparar contra la protesta pacífica.
Tras este hecho vendrían más revueltas y el zar para apaciguar al pueblo aprobó la creación de la Duma, el parlamento ruso, para que le diera una constitución. Como la primera Duma solicitó una serie de reformas radicales, Nicolás II la disolvió y luego de 4 años de modificaciones obtuvo un parlamento a su gusto.
“La revolución estalla con Nicolás II porque se dieron las circunstancias. Cuando se desencadena la Primera Guerra Mundial Rusia tenía un armamento obsoleto. No estaba preparada para esa guerra pero las apetencias territoriales de Nicolás II le hacen involucrarse en ese conflicto. Los rusos estaban tratando de tener salidas a mares cálidos, por eso es que ellos se ponen del lado de Serbia. El costo sería altísimo para Rusia: van a morir millones de soldados en el frente oriental y encima de eso las malas cosechas y el invierno inclemente llevarían a las revueltas en el interior de Rusia. El pueblo tenía hambre”, señaló Domínguez.
“A Nicolás II le llegaría la noticia en el frente oriental y daría la orden para que los soldados ataquen al pueblo, pero estos se pondrían del lado del pueblo y entonces el zar tiene que regresar a su país y renuncia al reinado. Las revoluciones no tienen una causa, tienen multiplicidades de causas. Le tocó a Nicolás II, como le pasó a Luis XVI con la revolución francesa”, agregó.
1918 marcó el fin de los Romanov. “Esto sería un capitulo muy oscuro en la historia de Rusia. No se sabe realmente de dónde provino la orden y cuándo los llevaron a un sótano. Los fusilaron, sin que nadie supiera nada. Las muertes de Nicolás II, la zarina y sus hijos las tuvieron ocultas por mucho tiempo. Es más, los enterraron en fosas comunes y hace cosa de 15 años fue cuando encontraron los restos y les hicieron un gran entierro en Moscú. Fueron unas muertes espantosas porque además las hijas llevaban bajo sus ropas las prendas de la familia y cuando les disparan las balas rebotaron y por eso fue que terminaron apuñaleándolas y quemándolas. Eso fue un ensañamiento total”, recordó la experta.
Domínguez aseveró que en Rusia el primer proceso de la revolución fue burgués, no comunista. “Ya para octubre de 1917 se dan unos graves enfrentamientos entre los bolcheviques y los mencheviques, y es cuando en esta segunda revolución los bolcheviques toman el poder, y es esta la que es realmente cruel e inhumana”, apuntó.
El triunfo de los bolcheviques encumbró a su líder, Vladimir Lenin. “Era un hombre preparado, estuvo exiliado en Inglaterra, de ahí que tuviera acceso a estas ideas y buscara un cambio. Las revoluciones nunca las hacen las personas de abajo, las hacen la gente de arriba que son los más preparados y tienen más noción de los cambios”, apuntó Domínguez.
Lenin falleció en 1924 y el poder quedó en manos de Josef Stalin, quien, según la profesora, “era un monstruo”. “No sería el sistema absolutista de los zares, pero durante el periodo de Stalin se privó a la gente de libertad: no había libertad de prensa ni de ningún tipo. Durante esta etapa se calcula que Stalin mató a más de 60 millones de personas.”
El triunfo de la revolución rusa fue seguido por los intentos de expandir el marxismo por Europa. El período de entreguerras (1919-1939) vio nacer a muchos partidos comunistas en el viejo continente. La Segunda Guerra Mundial fortaleció la posición de la Unión Soviética, que logró imponer su régimen en los países que había ocupado durante la lucha contra Hitler. Esto dio paso a la Guerra Fría, el enfrentamiento entre Washington y Moscú.
“Realmente ninguna de estas revoluciones ha triunfado, porque mira el ejemplo de Cuba, cómo terminó con la revolución cubana. Todas estas comienzan con unos líderes que a la larga buscan favorecer a su grupo y se olvidan del pueblo”, aseveró.
En 1991 el comunismo colapsó y la Unión Soviética desapareció. Sin embargo, esto no puso fin a las apetencias de Rusia. “Los rusos siempre han sido imperialistas y ellos quieren volver a formar ese imperio y es lo que está tratando de hacer Putin”, anotó Domínguez.
* Yanuacelis Aure es estudiante de Comunicación Social de la Universidad Monteávila.