Derecho y revés | Un documento para recordar lo fundamental

Carlos Garcí­a Soto.-

En 1948 la ONU aprobó Declaración Universal de los Derechos Humanos. Foto: photopin (license)

En ocasiones las sociedades intuyen que ha llegado la hora de dejar por escrito algunos principios fundamentales que sirvan de guí­a para la vida social. Algunas veces esa intuición es compartida por buena parte de los paí­ses. La Declaración Universal de los Derechos Humanos, que este 10 de diciembre cumplió 68 de haber sido dictada, es uno de esos documentos fundamentales.

Luego de los horrores que significaron la Primera y la Segunda Guerra Mundial, el mundo contemporáneo necesitaba decirse a sí­ mismo que no podí­a permitirse tales crí­menes de nuevo. En última instancia tales guerras implicaron violaciones a la dignidad de la persona humana que llegaron a formar irracionales.

Entre las distintas decisiones que los paí­ses del mundo occidental tomaron para cumplir ese anhelo de no repetir tales crí­menes estuvo precisamente la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Luego de diversos trabajos preparatorios, la Asamblea General de las Nacional Unidas la aprobarí­a el 10 de diciembre de 1948 en Parí­s, a través de la Resolución 217 A (III), con 48 votos a favor, ninguno en contra y 8 abstenciones.

Esta Declaración va a ser la continuación de una tradición que comienza con las primeras declaraciones de derechos del pueblo inglés, como la Carta Magna de 1215, la Petition of Rights de 1628, y el Bill of Rights de 1689, las declaraciones de derechos que se plantean con ocasión del inicio de los movimientos emancipadores en Norteamérica, así­ como la Declaración Universal de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789.

Sin embargo, es necesario señalar que antes de la iniciativa de Naciones Unidas fue dictada la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, que es un documento aprobado por la IX Conferencia Internacional Americana realizada en Bogotá en 1948, junto con la creación de la Organización de los Estados Americanos (OEA).

Desde el punto de vista cronológico este instrumento internacional en materia de derechos humanos en el ámbito regional es anterior incluso a la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que fue promulgada seis meses después.

La estructura de la Declaración Universal de los Derechos Humanos va a estar formada por el preámbulo, y por el reconocimiento de los derechos humanos básicos de carácter personal, polí­tico, económico, social y cultural. Desde la libertad de expresión hasta el derecho a la propiedad, pasando por el derecho a tomar parte en la vida cultural de su comunidad, se van a reconocer los derechos fundamentales para una vida digna.

La Declaración Universal de los Derechos Humanos junto con los Pactos Internacionales de Derechos Humanos y sus protocolos forman lo que se ha denominado como la Carta Internacional de Derechos Humanos. Y si bien la Declaración no es un tratado internacional en materia de derechos humanos como tal, es un importante documento cuya violación puede dar lugar a presiones de carácter diplomático entre los Estados.

La Declaración va a responder al anhelo de que no se repitieran los horrores de las guerras. Ese anhelo se reflejará en uno de los considerandos de la Declaración, al advertir:

“el desconocimiento y el menosprecio de los derechos humanos han originado actos de barbarie ultrajantes para la conciencia de la humanidad, y que se ha proclamado, como la aspiración más elevada del hombre, el advenimiento de un mundo en que los seres humanos, liberados del temor y de la miseria, disfruten de la libertad de palabra y de la libertad de creencias”.

Y particularmente claro será su artí­culo 1:

“Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”.

Con mucha frecuencia es oportuno volver a lo esencial: el desconocimiento de la dignidad humana, a través de la violación de los derechos humanos, es un camino seguro para que el poder oprima a los ciudadanos. Esa Declaración Universal de los Derechos Humanos de la cual se cumple un aniversario es un recordatorio de cómo la dignidad humana es precisamente el último valladar ante el poder.

Cuando se cruza ese lí­mite lo que viene es la tragedia.

* Carlos Garcí­a Soto es profesor de la Universidad Monteávila.

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