Miguel Teixeira.-
La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) nació de los remanentes de la Segunda Guerra Mundial y se formalizó tras la finalización del conflicto bélico en Corea en 1953. Con un enemigo en común (URSS) y unos objetivos claros unió a 28 países que definen la ideología occidental.
Este enemigo en común ya hace décadas que no existe y el entorno ha dejado atrás las anticuadas ideas que apoyaban la injerencia extranjera en los asuntos internos de otros países. A raíz de esto, el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, declaró durante su campaña que la coalición fue hecha para combatir a la Unión Soviética y carecía de las herramientas necesarias para enfrentar eficientemente el terrorismo.
El politólogo y profesor de la UCV, Félix Arellano, asegura que si bien la OTAN fue concebida con el fin de afrontar aquel enemigo no es cierto que no sea capaz de defenderse ante este nuevo contrincante. “La OTAN está consciente de que el enemigo hoy día es más complejo, más aun cuando Europa ha sido objeto de tanto atentado, como ocurrió en Francia, Bélgica, Inglaterra, España. Es un enemigo dirigido a occidente”, comenta.
El ex embajador Edmundo González rescata las declaraciones del secretario general de la alianza, Jens Stoltenberg, en las cuales exponía que la amenaza terrorista estaba entre los temas centrales de la organización. “Específicamente al referirse a esas declaraciones del presidente electo de Estados Unidos, Stoltenberg dijo que el combate al terrorismo es una prioridad para la OTAN desde hace varios años. Ese combate al terrorismo se expresa a través de diversas herramientas: la inteligencia, la diplomacia”, anota.
La utilidad de organismos como la OTAN se encuentra más allá de la simple reacción ante el ataque a algún aliado, ya que deben ser una fuente clave de información que debe ser tomada muy en cuenta cuando se trata de neutralizar los actos terroristas. Mariano de Alba, abogado especializado en Derecho Internacional, asegura que “la organización puede servir para facilitar el intercambio de información entre sus Estados miembros con el objetivo de prevenir ataques de esta naturaleza”.
Sin embargo, ante la aseveración de Trump, González considera que las declaraciones del presidente electo deben someterse a la idea de que hay diferencias marcadas entre el discurso durante la campaña y las acciones que puede llegar a acometer mientras se mantenga en el cargo. Arellano asevera incluso que el nuevo mandatario, de llegar a considerar la salida del país de un organismo como la OTAN, se podría ver ante un eventual juicio político por parte del Senado en vista de su actitud a favor del presidente ruso Vladimir Putin.
Ante este panorama surge la inevitable duda al respecto de qué sucedería entonces, con la OTAN y el contexto mundial, si se diera realmente la salida de Estados Unidos de la agrupación. De Alba explica que esto podría generar una apertura a una acción más invasiva hacia Europa por parte de Rusia pero asevera que tampoco supondría un cambio tan grande. “En la práctica obviamente se trataría de un debilitamiento (…) Sin embargo, al final del día, aunque existe el acuerdo, si otro país se involucra o no ante un ataque de otro Estado miembro depende en gran medida de su voluntad, por lo que no hay mayor diferencia“, apunta.
González concuerda parcialmente y explica que una de los principales objetivos de la alianza es mantener controlados los límites de influencia de Rusia, por lo que el desprendimiento de Estados Unidos “comportaría serios riesgos para el equilibrio mundial». Sin embargo, tanto él como Arellano niegan la posibilidad que este caso ocurra puesto que en la comunidad internacional hay conciencia de que el combate en contra del terrorismo precisa de una coalición fuerte y capaz.
Arellano explica que, a pesar de que la OTAN si tiene los mecanismos internos para el manejo de la situación del terrorismo, es necesaria una restructuración en cuanto a las cuotas y a los porcentajes de pagos de los estados miembro para aligerar el peso a Estados Unidos. Menciona la posibilidad de seguir más de cerca las acciones de China dado su rápido crecimiento, así como la posible inclusión de nuevos integrantes, como México o Brasil. “Creo que la atención está puesta en una participación más activa en las acciones de seguridad y una apertura mayor hacia Asia”, concluye.
* Miguel Teixeira es estudiante de Comunicación Social de la UMA.