Ideas en palabras | Despertar en el paí­s de las maravillas

Estefaní­a Maqueo A.-

“Mucho me temo, señor, que no sepa explicarme a mí­ misma –respondió Alicia-, pues no soy la que era, ¿ve usted?” – Alicia en el Paí­s de las Maravillas.

 “No sé por qué hablas de despertarlo –dijo Tarará-  cuando tú solo eres una de las cosas de su sueño. Sabes de sobra que no eres real” – Al otro lado del espejo y lo que Alicia encontró allí­.

Los libros de Carroll llevan al lector a un mundo oní­rico. Foto: photo credit: Evil Cheese Scientist The Looking Glass Room via photopin (license)
Los libros de Carroll llevan al lector a un mundo oní­rico. Foto: photopin (license)

Adentrarse al mundo de Alicia es dejar a un lado todo tipo de lógica y permitir la entrada del caos, del enredo y la confusión, que darán un orden no-lógico. De esta manera el lector debe dejar a un lado su mente racional y lineal, puesto que esta no permitirá el entendimiento de la obra que tiene en sus manos.

Lewis Carroll escribe su novela como una forma de entretener a las hermanas Liddell, especialmente a la pequeña Alicia, en un caluroso dí­a de verano en el Támesis. Para ello inventa este pequeño relato (Las aventuras subterráneas de Alicia) como una forma de entretenerlas ante un dí­a que podí­a ser, para las hermanas, aburrido. Sin embargo, la genialidad de este hombre radica en que su mente racional y matemática da paso a crear una historia que sea, paradójicamente, un laberinto que puede ser comprendido en su propio laberinto. Así­, por ejemplo, tenemos que Al otro lado del espejo y lo que Alicia encontró allí­ describe Carroll unas instrucciones parecidas a las del ajedrez que parecen confusas pero que para él tienen un sentido: “Dado que el problema del ajedrez descrito en la página siguiente ha desconcertado a más de un lector, conviene precisar sin duda que está correctamente resuelto por lo que se refiere a las jugadas” (p.33). Sin embargo, cualquiera que intente realizar este ajedrez “carrolliano” se dará cuenta que quedará en la mitad del camino, sin entender las instrucciones explí­citas por el autor.

El viaje que emprende Alicia en ambos libros es de carácter oní­rico. Los sueños se caracterizan por no tener sentido y ser un conjunto de imágenes con un orden estipulado por ellas mismas que las convierten en un desorden para los otros. En este sentido, las novelas de Carroll son incongruentes en cuanto al orden lineal que se está acostumbrado a seguir, y su estructura es comprendida por cada capí­tulo, que es desordenado y ordenado por él mismo. Al final, la única duda que le queda al lector es saber si los sueños de Alicia fueron soñados por ella misma o por otros, que pudieran ser Carroll (en Alicia en el Paí­s de las Maravillas) o el Rey Rojo (en Al otro lado del espejo y lo que Alicia encontró allí­), tal cual explica Ernesto Pérez Morán (2010:43):

Si en Alicia en el Paí­s de las Maravillas todo es producto de la siesta que duerme la niña en el campo, en A través del espejo se llega a sugerir que la protagonista existe porque el Rey Rojo está soñando con ella. Sin embargo, el final del dí­ptico deja la cuestión en el aire al preguntar al lector: “¿Quién creéis vosotros que fue?”

Las representaciones que se han hecho de las novelas de Carroll a lo largo de los siglos XX y XXI (con la última producción de Tim Burton) han mostrado a la ficción como una ruptura necesaria con la realidad decimonónica. Si bien en las novelas ya se presenta esta particularidad de la no-linealidad y el desplazo del sujeto que se olvida de sí­ mismo y no es referencia de él, en el cine se utilizará esta caracterí­stica para mostrar un “recorrido, caótico y arrollador, [que] se aleja de la lógica (a través de abruptos saltos espaciales) y mantiene a la protagonista al albur de los acontecimientos, sin que pueda impulsar la acción, convertida en mero vehí­culo para la presentación de situaciones y personajes” (Pérez Morán, 2010:38). Así­ el público que no tenga conocimiento con respecto al mundo oní­rico de Alicia entrará en él de una manera confusa y descabellada, sintiéndose no ubicado, puesto que la ficción utilizará este recurso para crear algo que no sea convencional, es decir, un espejo en el que se refleja todo de manera al revés, tal cual ocurre con los personajes que crea Carroll, los hermanos Tarará y Tararí­.

La atracción que ejercen Carroll y Alicia al mundo ordenado y lineal se caracteriza justamente en romper esta condición y crear algo nuevo y novedoso que es totalmente enredado y caótico. La lectura de las aventuras de Alicia no debe ser realizada con una mente cerrada y lógica, sino que debe dejarse llevar por la ficción y ese mundo maravilloso que no debe ser comprendido. Los personajes como el gato, el Sombrerero Loco, el conejo, la Reina Roja, etc. rompen con todo tipo de tradición decimonónica (que está enmarcada en la racionalidad) y nos muestran algo nuevo e innovador, que causa risa por las situaciones extravagantes de Alicia (por ejemplo el gran lago que hace por sus lágrimas o sus cambios de estatura) pero que a la vez reflexiona sobre el ser y la condición del individuo que no sabe si vive en la realidad o en un sueño que es soñado por otra persona. Así­ los viajes de Alicia conectan con la infancia que es rebuscada, imaginativa y fantasiosa, que deja a un lado la racionalidad de los adultos que viven sumergidos en un mundo de reglas coherentes y lineales:

Y mientras continuaba así­ sentada con los ojos cerrados, casi creyó encontrarse realmente en ese paí­s maravilloso, aunque sabí­a que con sólo abrirlos todo recobrarí­a su insulsa realidad (…)

Pensó en cómo serí­a en el futuro esta pequeña hermana suya, cuando se convirtiera ya en una mujer, y en cómo se conservarí­a a lo largo de sus años maduros el corazón sencillo y amante de su niñez: reunirí­a en torno de sí­ a otros pequeñuelos futuros y les alumbrarí­a los ojos con las maravillas de otros muchos y curiosos cuentos, quizás incluso con esas mismas aventuras de un ensueño ya lejano; sentirí­a todas sus pequeñas tristezas y se alegrarí­a con sus pequeños goces, recordando su propia infancia y los alegres dí­as del estí­o de antaño (Carroll, 2009:170).

* Estefaní­a Maqueo A. es profesora de la Universidad Monteávila.

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