María Eugenia Peña de Arias.-
@hcapriles tiene 6,3 millones de seguidores en Twitter; @NicolasMaduro, 2,95 millones; @leopoldolopez, 4,47 millones. Si hacemos el ejercicio de analizar las cuentas de los principales medios de comunicación en la red, vemos que @la_patilla lidera con algo más de seis millones, seguido de lejos por @ElUniversal con 4,3 millones. En la categoría periodistas, @nelsonbocaranda está en el top con casi 2 millones y medio de seguidores; le sigue @cmrondon con 2,1 millones. Si cambiamos el punto de vista de los seguidores al de los influenciadores el cuadro de estos actores principales cambia. Aparece @gabyespino con 88.08 según cifras de Klout, seguida por @ElUniversal y @OficialGuaco.
Los datos son indicativos de lo que pasa en esta red, se generan día a día. Twven se dedica a recopilarlos sobre Venezuela. Pero más allá de ellos, hoy nos interesan en la medida en que nos pueden ayudar a plantear una ventaja que vino con Twitter para la discusión de lo público.
Henrique Capriles, el político venezolano con más seguidores en Twitter, comprendió a punta de blackout informativo que si quería comunicarse con los venezolanos tendría que recurrir a las redes sociales. Las cifras demuestran que no tiene que esperar por la cobertura de algún medio para hacerlo. Es verdad que no todos los venezolanos tienen acceso a internet, pero un 53% sí, según las últimas cifras publicadas por Tendencias Digitales. Y de los conectados, el 79% pertenece a los estratos socioeconómicos D y E, el 82% usa la web para leer noticias y 78% son usuarios de redes sociales. Las webs, especialmente la 2.0, son espacios privilegiados para conocer lo público, pero sobre todo para conversar sobre lo público.
Y esta es una de las grandes ventajas de las plataformas 2.0 para la conformación del espacio público. Mientras el consumo de periódicos y de medios audiovisuales tradicionales desciende, el de las aplicaciones aumenta año a año. Eso indica que al ciudadano común ya no le basta informarse, ahora quiere interactuar con quienes tradicionalmente forman la opinión pública. Los seis millones de seguidores de Capriles, los casi tres de Maduro, los de Leopoldo López o de cualquier otro político pueden interactuar, exigir, proponer a sus líderes, posibilidad que estaba muy limitada en los tiempos en los que solo existían grandes medios de masas.
Ese potencial aún no se aprovecha del todo. Falta de comprensión de las posibilidades que ofrecen las redes sociales para la contraloría ciudadana, desánimo ante mensajes que no reciben respuesta, miedo a ser objeto de sanciones penales (porque en este país hay gente presa por tuitear) son algunos de los factores que colaboran en que exigir a los líderes políticos a través de las redes aún no sea práctica habitual en el país.
Pero hay experiencias interesantes. En el ámbito de los municipios, los ciudadanos presionan por la reparación de calles, arreglo de semáforos, recolección de basura a través de Twitter y consiguen respuesta. Chacao, durante la gestión de Emilio Graterón, fue un caso especialmente exitoso en este sentido. Hay tres factores clave para que esto ocurra: insistencia, organización en el mismo ámbito de la red, y un gobernante demócrata y con apertura a lo digital.
Como en todo espacio público, la discusión sobre lo que compete a todos es fundamental y las redes sociales pueden ser un espacio de deliberación. Pero más allá de esto, las redes le han abierto puertas al ciudadano común para incluir temas en la agenda pública. Y esto –bien aprovechado- es promesa de una mayor calidad del espacio público.
* María Eugenia Peña de Arias es decana de la Facultad de Ciencias de la Comunicación e Información de la UMA.