Alicia ílamo Bartolomé.-
Entramos ya en el período vacacional. Nuestros estudiantes, profesores y empleados administrativos -como en todas las organizaciones docentes e incluso en muchas que no lo son- comienzan su diáspora por el país o por el extranjero -si algunos tienen todavía capacidad económica- en busca de lugares para el descanso y la recreación. Habrá -y muchos- que no podrán ni siquiera salir de su residencia habitual. Así está el país. Carecemos de posibilidades. Pero no es cuestión de afligirse sino de desarrollar la inventiva. Las crisis son buenas para volvernos creativos.
En todo caso iniciamos un lapso de merecido descanso después del esfuerzo hecho, tanto para enseñar como para aprender y también para administrar la conservación y buena marcha de las instituciones. Hay que planificar bien ese reposo. No es cuestión de levantarnos muy tarde y no hacer nada. Ningún tiempo es para perderlo. El tiempo fluye y no es recuperable: el de ocio hay que emplearlo en aquellas actividades diferentes a nuestro trabajo cotidiano, que nos placen pero no podemos compartir con éste. Es tiempo de hobbies, de labores artesanales para los intelectuales y lo contrario, de lecturas y enriquecimiento intelectual para los trabajadores manuales. El tiempo del ocio es indispensable para crecer en nuestras habilidades escondidas o en receso.
El ocio interpretado como no hacer nada y prolongar las horas de reposo es dañino, demoledor. ¿Qué le pasó al gran rey David? Héroe, santo, pleno de alabanzas a Dios en la musical poesía de sus salmos, olvidó un día su misión de soldado y jefe, no salió con los suyos al campo de batalla, se quedó en su palacio, durmió larga siesta, acalorado y perezoso salió a tomar aire en la terraza, entonces vio en una casa vecina lo que no debía ver: la hermosa mujer de su fiel subalterno Urías tomando un bañó. Se despertó su lujuria y la mandó a buscar. Al bajar un peldaño hacia el abismo, se precipitó en él. Hizo que pusieran a Urías al frente del combate para que lo mataran y así fue. David pudo salvar su destino por el sincero llanto de su total arrepentimiento.
En cambio hay el ocio que exalta, que engrandece, cuando en la calma de las horas es el espacio para el trabajo de la inteligencia y del espíritu, para la reflexión profunda en el sentido trascendente de nuestra vida; cuando se hace tiempo de la investigación y de la ciencia; cuando se toman los pinceles, los colores y la tela para despertar al pintor dormido; o la arcilla húmeda para moldear la figura, la vasija; o se entrelazan los hilos, las palabras o las notas y surge el tapiz, la poesía o la música, sublime lenguaje de los ángeles, ¡tiempo del arte! Cuando se hace el silencio exterior y el alma se anega en la oración y contemplación de la divinidad.
Es el ocio creador, hay que respetarlo y propiciarlo, porque representa el desarrollo cultural y espiritual que engrandece a los pueblos. No hay civilización que haya surgido, crecido y afianzado sin ese tiempo de ocio, de arte y de meditación.
* Alicia ílamo Bartolomé es decana fundadora de la Facultad de Ciencias de la Comunicación e Información de la UMA.
Excelente artÃculo. Gracias por presentarnos una verdadera opción para las vacaciones.