En tono menor | Prejuicios antisemitas

Alicia ílamo Bartolomé.-

La comunidad judí­a se mantiene firme a pesar de las amenazas. Foto: photopin (license)

Es muy difí­cil acusar a los judí­os tanto de proselitistas como de perseguir a los que profesan otra religión. Eso sí­, si les haces daño no te van a perdonar tan fácilmente, para muestra basta la búsqueda tenaz, incansable y hasta el fin del mundo de los nazis responsables del holocausto. Desgraciadamente, nosotros los cristianos, que deberí­amos ser los de la religión del perdón y del amor, tampoco estamos exentos del deseo y la acción de venganza. Una breve mirada a la historia confirma esta sentencia.

Si examinamos con atención y sin prejuicios las acciones bélicas de los israelí­s en Tierra Santa, tan cacareadas por el fanatismo islámico y orquestadas en Occidente por los eternos discriminadores de los hebreos, vamos a encontrar que todas son en defensa propia, para proteger al pequeño Estado de Israel de la agresión constante y sostenida de algunos poderosos palestinos que, alimentados por el odio, han jurado hacer desparecer a esa nación del mapa. Es un odio ancestral, ciertamente, quizás arranque de la expulsión de Agar y su hijo Ismael de la familia y herencia de Abraham, cuando quedó para gozarlas solo Isaac, hijo de Sara, la esposa legitima. En la vastedad y soledad del desierto, donde tuvieron que sobrevivir a duras penas la esclava y su descendencia, creció otro pueblo, descendiente también del patriarca, pero de corazón herido para siempre por la injusticia inicial que marcó su destino.

Hoy persiste ese odio destructivo, acrecentado por la superioridad cultural, cientí­fica y social de Israel, no económica, porque todo el territorio que hostilmente lo rodea está cuajado de pozos de petróleo que han enriquecido desmesuradamente a unos cuantos jeques, mientras permanece en la pobreza la mayorí­a del pueblo. En cambio, en el pequeño Estado de Israel, sin los astronómicos recursos de sus vecinos, hay un equilibrio socio-económico que garantiza paz interna y fortalece para defenderse de las agresiones externas.

El odio musulmán fanático no es sólo contra los judí­os. Actualmente hay una persecución tremenda contra los cristianos, ataques a iglesias, masacres espantosas, hasta el punto de que los cristianos que no se quieren contar entre los abundantes mártires, han huido. En Israel, en cambio, hay libertad religiosa, conviven allí­ muchas religiones y en más de una ocasión soldados israelí­ han tenido que proteger a los cristiano de los ataques de islámicos recalcitrantes que viven allí­. Sucedió no hace tanto en Belén, cuando unos palestinos tomaron la catedral.

En el mundo intelectual el aporte hebreo, hoy, se lleva de calle al de los árabes. ¡Y pensar lo que fueron ellos para la filosofí­a y el arte en siglos pasados!  El fanatismo religioso y polí­tico es freno para la civilización. En todas las disciplinas que abarca el Premio Nobel, los judí­os están por decenas, los musulmanes no sé si sobrepasen los dedos de una mano. No es que confí­e mucho en la equidad de la academia sueca, pero es un dato digno de tomarse en cuenta.

¿Los judí­os avaros y agiotistas? Cuando a mi padre le confiscaron todos sus bienes en los famosos juicios de peculado después de la revolución del 18 octubre de 1945, sólo un contertulio suyo, en el Club Venezuela, se le acercó con un gesto inaudito: le puso en la mano una chequera en blanco para que girara a su antojo. Era el futuro suegro de mi entrañable amiga y compañera de bachillerato, Anita Attí­as: el judí­o don Samuel Benaí­m, que Dios tenga en su gloria.

* Alicia ílamo Bartolomé es decana fundadora de la Facultad de Ciencias de la Comunicación e Información de la Universidad Monteávila.

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