Señales de ellas | Una montaña hecha de hielo

Francisco J. Blanco.-

No existe cima a la que no se pueda llegar. Reproducción. Francisco J. Blanco

De niño nunca fui el más quieto. De joven nunca fui el más callado. De adulto intento ser lo que quiero ser, pero ni quietud, ni el silencio me han acompañado de manera constante. Por eso esta oficina me recuerda a esas clases eternas donde no te puedes parar de tu puesto y te grita el cuerpo para salir de ahí­. Este corcho que me habla con los ojos  me recuerda desde el lunes que tengo una tarea pendiente para el sábado, por eso salgo de aquí­ buscando aunque sea unas pocas señales de ellas.

En 1877 cuatro hombres, cuya necesidad de vivir lo más deliberadamente posible no se entendí­a con su cotidianidad, decidieron subir a la montaña que vigila su pueblo, ascendiendo por esa cascada de hielo que veí­an todos los dí­as. El Mont blanc, la montaña; El Bossons; el glaciar; Chamonix, el pueblo.

En el 2013 uno de mis mejores amigos decide pasar el luto por el funeral de su abuelo haciendo una ruta de montaña en un glaciar del pueblo donde vive su madre en Suiza. Mi amigo tiene todo el equipo necesario para su caminata, pero el espeso blanco de la bruma hizo una similitud perfectamente mortal con el blanco de la nieve que cubre el lugar y hacen que él se desoriente. Mi amigo se pierda por dos horas y su mente lo atormenta con los recuerdos de su abuelo, del que no se puedo despedir. Llega a un refugio, pasa el “dí­a blanco”, luego encuentra su ruta de regreso y en la tienda de recuerdos compra una postal de cuatro hombres sin nombre que en 1877 escalaron esa misma ruta, pero no regresaron hasta hacer cumbre. Él me regala esa postal, y estos valientes me miraron en contrapicado todos los dí­as de esta semana desde mi corcho.

Una vida que no da concesiones, que no cede ante injusticias, que no da paso a la contra de los valores, es sin duda una vida que siempre merece la pena ser vivida. Esa vida de aventureros, que no regresa de la montaña hasta ver la cumbre, en este nuevo milenio debe ser la vida del conocimiento.

“Conocer es vivir intensamente” reza la primera lí­nea de un libro que leemos en la universidad, y yo, desde mi inquietud y mi imposibilidad de quedarme callado, intento ser tan valiente como aquellos los aventureros del siglo XIX, y vivir intensamente desde mis ganas de conocer, y conocer todo lo que pueda.

Sin duda esto es una empresa de alto costo. Es como subir una montaña: se hace en solitario y en conjunto, lleva trabajo, tiempo y apertura, pero sin duda vale la pena, así­ sea una empresa tan ardua, tan dura, tan mortal y aparentemente inexplorable como una montaña hecha de hielo.

No existe cima a la que no se pueda llegar, pero todo comienza como esa referencia del primer libro que leí­ por gusto: “lo único que tienes que hacer es poner un pie adelante y el otro lo va a seguir” (El Señor de Los Anillos). Por ello el conocimiento no debe ser resultado del tedio sino de las ganas de ver eso que nadie más ve pero que todos merecen saber, como la vista del mundo desde la cima de la montaña.

* Francisco J. Blanco es profesor de la Universidad Monteávila.

 

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