La responsabilidad del profesor de Derecho

Eugenio Hernández-Bretón.-

Ante tanto desaliento surge la fuerza vivificante de la juventud. Foto: Cortesí­a UMA
Ante tanto desaliento surge la fuerza vivificante de la juventud. Foto: Cortesí­a UMA

Me siento un poco responsable de la crisis institucional del paí­s. Los profesores de Derecho somos muy responsables de la situación actual del paí­s.

Muchas veces estoy poco o nada seguro del papel que juega el Derecho en nuestra sociedad. Eso me inquieta, pues -contando por años la cantidad de cursos de Derecho que he dictado en Caracas- he dedicado unos 50 años a la enseñanza del Derecho en Venezuela. Es decir, casi tantos como los que he vivido hasta ahora.

Entre nosotros, a veces creo que el Derecho solo cumple un papel decorativo, casi como el papel que cumple el Tribunal Supremo de Justicia, que en las palabras de Cabrujas renunció a la Justicia. Eso me preocupa, no se qué significa el Derecho para los venezolanos. Pero de lo que si estoy convencido es de la función civilizadora que puede desempeñar un profesor de Derecho.

La obra que hoy se ha presentado a los interesados es el fruto del empeño de unos pocos profesores de Derecho y de estudiosos de la Historia patria, que no nos permitimos dejar pasar esta fecha trisecular. Quisimos dejar testimonio de recuerdo a quienes nos han precedido en estas tareas de enseñar a nuestros alumnos a descubrir el mundo del Derecho y de la Justicia, que no es sino parte de una lenta e infinita tarea de construcción cí­vica y civilizadora de un paí­s para los que nos sigan. Pero a la misma vez quisimos dejar huella de una valoración del estado de los estudios de Derecho en nuestro paí­s. Por eso la estructura de la obra y la división de las conferencias en dos grandes partes. Espero que este testimonio contribuya a orientar o reorientar los estudios del Derecho en nuestro paí­s.

La esperanza de un paí­s ordenado, respetuoso de las instituciones y respetuoso de las leyes parece ya perderse ante tanto desaliento animado por unas ansias incesantes de demoler todo lo que suponga respeto al imperio de la ley. Pero ante tanto desaliento surge la fuerza vivificante de una juventud que con más fuerza tiene un más marcado sentido de lo justo y de lo correcto.

Hasta donde llegan mis conocimientos esta es la primera vez que se conmemora el esfuerzo fundacional de unos hombres por enseñar Derecho en Venezuela. El centenario de esa fecha nos encontró a los venezolanos en plena Guerra de Independencia y el bicentenario de esa fecha pasó a gachas, tal vez porque otra guerra, esta vez la Primera Guerra Mundial, nos tení­a ocupado con otras cosas. Pero hoy, trescientos años después, en medio de la mayor debacle institucional y del sistema jurí­dico jamás experimentados en Venezuela, los venezolanos con sentido de responsabilidad moral asumimos el reto de dejar constancia del momento y de su importancia histórica, de la necesidad de volver al cauce del respeto a la libertad y a la integridad fí­sica y moral de los ciudadanos.

No pocas veces siento que entre nosotros se va haciendo realidad el consejo de ese ignorante hombre, de nombre Dick, el carnicero, personaje de Shakespeare en la obra dramática La Segunda Parte del rey Henrique Sexto (Acto Cuarto, Escena II), cuando dice que lo primero que hay que hacer al asumir el poder es “matar a todos los abogados”. No se por qué, pero me parece que vamos quedando menos, sobre todo cuando veo la frustración de la juventud y su escepticismo ante el Derecho y las instituciones del Estado.

Pero hoy más que nunca se hacen necesarios los abogados. Corrijo: los mejores abogados son los que son necesarios, los que sepan darle al Derecho su justo lugar, que ayuden a recomponer los daños causados por los desaciertos de las equivocadas decisiones y permitan una mejor y más segura convivencia entre las gentes llamadas naturalmente a ser diferentes, a ser lo que cada una de ellas quiera y pueda ser. Por eso es que ahora más que nunca antes en Venezuela hacen falta los abogados capaces de decirle no a los poderosos, que le digan no a los que detentan el Poder Público y la fuerza pública, que le digan no al poder económico, cada vez que uno de esos poderosos atente contra el Estado de Derecho e irrespete las leyes de la convivencia social. En esta tarea los profesores de Derecho tenemos una gigantesca responsabilidad para con el paí­s.

Por esta oportunidad de contribuir en esta tarea cí­vica, una vez más le expreso las gracias a quienes han apoyado esta conmemoración y esta publicación: la Academia Nacional de la Historia, en especial a su Directora doña Inés Quintero y a don Edgardo Mondolfi, secretario de esa Ccrporación; a la Universidad Monteávila, en especial a su actual rector doctor Francisco Febres-Cordero y a su antiguo rector doctor Joaquí­n Rodrí­guez Alonso, quienes animaron esta conmemoración y la participación de la UMA; a las demás autoridades de la Facultad de Ciencias Jurí­dicas y Polí­ticas de la UMA, en particular a su antiguo director doctor Carlos Garcí­a Soto, porque de una conversación hace dos años surgió la idea de recordar el inicio de la labor heroica del licenciado Alvarez de Abreu y del obispo fray Francisco del Rincón, y desde allí­ hasta hoy nos embarcamos en este proyecto. A la UNIMET por apoyar el evento. A la Casa de la Historia y a la Fundación Empresas Polar, por facilitarnos este ambiente tan caraqueño y tan agradable para realizar la presentación del libro. Gracias a la Editorial Jurí­dica Venezolana que recibió este libro en su serie de publicaciones. Gracias también a la Academia de Ciencias Polí­ticas y Sociales por su compromiso con el paí­s, gracias a su personal por su constante apoyo. Y, por supuesto, las muchas gracias a todos los colaboradores autores de las ponencias presentadas: profesores Rogelio Pérez Perdomo, Laura Febres Cordero, Guillermo Tell Aveledo y Humberto Njaim de la UNIMET, a los profesores Francisco Delgado y José Ignacio Hernández de la UCV y a los profesores Juan Garrido Rovira y Carlos Garcí­a Soto de la UMA.

La lucha por el Derecho es eterna e incesante. No permite desfallecer. Recordemos la frase en la glosa al Digesto: Jus non favet votis delicatorum ó en nuestra hermosa lengua castellana, el Derecho no privilegia a los débiles (Dig. 8. 1, 8).

* Eugenio Hernández-Bretón es decano de la Facultad de Ciencias Jurí­dicas y Polí­ticas de la UMA. Palabras con motivo  de la presentación del libro 300 años del inicio de la enseñanza del Derecho en Venezuela. 

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