Una habitación digital | Gucci, entre lo fí­sico y lo virtual

Daniela Benaim.-

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La idea de una habitación propia es una necesidad. Foto: via photopin (license)

A finales de los ochenta el colectivo anónimo feminista Guerrilla Girls –identificado por sus disfraces de primate y  por sus nombres robados de grandes creadoras fallecidas, tales como Frida Kahlo, Gertrude Stein, y Georgia O’Keeffe –confrontó al Museo Metropolitan de Nueva York mediante reproducciones de La gran odalisca de Jean-Auguste-Dominique Ingres.  “Menos del 5% de los artistas en las secciones de Arte Moderno son mujeres, pero un 85% de los desnudos son femeninos” declaraban los carteles en los que el rostro de la dama habí­a sido sustituido por el del gorila sello del grupo.

No hay que confundir la imagen grotesca y tono humorí­stico de estas activistas enmascaradas con la seriedad de sus mensajes, resultados de un riguroso trabajo de investigación. Basta un breve paseo por la historia de la cultura para comprobar que han resonado más las musas que las creativas. En su ensayo de 1929, Virginia Woolf presenta una posible explicación de la raí­z de esta relación conflictiva del género con la obra de arte. “Una mujer necesita dinero y una habitación propia para dedicarse a la literatura”, declara la escritora. “Si Jane Austen sufrió en algún modo por sus circunstancias, fue por la estrechez de la vida que le impusieron. Una mujer no podí­a salir sola; jamás viajaba; no podí­a subir a un ómnibus en Londres ni comer sola en un restaurante”.

Unas décadas más tarde la importancia del cuarto fue llevada a otro nivel cuando Angela McRobbie y Jenny Garber introdujeron el bedroom culture. Según estas sociólogas, la ausencia de las adolescentes en el riesgoso escenario urbano no les impedí­a participar en el universo de las subculturas. La habitación se convirtió en su centro de consumo de todo lo que se producí­a afuera.  Mientras los chicos se involucraban activamente  –formando sus propias bandas de rock, por ejemplo–, ellas se restringí­an al papel de fans y coleccionistas de discos, posters y revistas.

Los tiempos han cambiado. Los avances de la mujer en materia de derechos e independencia han sido impresionantes y cada vez hay mayor conciencia sobre el tema.  Sin embargo, la igualdad no ha sido alcanzada. Según el reciente Informe Global de la Brecha de Género 2016 del Foro Económico Mundial, el progreso ha sido tan lento que si se mantiene el ritmo actual, harí­an falta 170 años más para acabar con las disparidades económicas.

Hoy más que nunca tanto las mujeres como los hombres necesitamos de un espacio propio y no como ví­a de escape, burbuja aislada de la realidad ni centro comercial privado, sino como un santuario para inspirarnos, soñar, escuchar todo lo que tenemos que decir al mundo, y crear. Se trata de un inacabable proyecto DIY (Hazlo Tú Mismo), una declaración de identidad que transformamos a medida que nos vamos construyendo.

Pero en la compleja era actual cuatro paredes no bastan para contener lo propio. A solas en su habitación la persona realiza obras de arte, acto seguido las publica en su espacio virtual –tan vital como el real– que refleja su imaginario y estética como artista y curador. Ahí­ comparte su intimidad, se representa a sí­ mismo, se influencia de trabajos ajenos y lleva a cabo colaboraciones con otros que también comparten, se representan y se dejan influenciar desde sus cuartos. Entonces el ambiente fí­sico se extiende hacia el digital y se nublan las fronteras entre lo privado y lo público.

Muy pocos han comprendido y aprovechado la magia de estas nuevas realidades como Alessandro Michele. Con #GucciGram el director creativo ha lanzado una invitación abierta a divulgar por medio de las redes sociales una interpretación propia de los estampados de la firma de lujo italiana.  “Estos creadores han decidido hacer su trabajo bajo sus propios términos y presentarlo directamente a la audiencia en una subversión contra la vieja relación indirecta entre artistas, curadores y espectadores”, escribió el periodista Kyle Chayka en la introducción del proyecto. “Apropiándose de pinturas clásicas, @ncour realiza animaciones surrealistas que hacen referencia a sentimientos particulares. Podemos encontrar en estas cuentas de Instagram maneras de cambiar nuestro desempeño en internet, y obtener el coraje para libremente hacer un remix de nuestras identidades”, agregó.

Adicionalmente, Michele ingenió Gucci 4 Rooms. Para ello les entregó a cuatro artistas contemporáneos (Chiharu Shiota, Mr., Daito Manabe y Trouble Andrew) la tarea de crear un cuarto virtual propio a partir de elementos de las colecciones Otoño 2016 y Resort 2017, además de ediciones limitadas, de Gucci.

No obstante, este genio italiano no se deja aturdir por el ruido tecnológico ni se olvida de la belleza del plano fí­sico. En el Vogue Festival de Londres comentó el poco atractivo de ser una figura pública. “Para una persona que usualmente está en un cuarto solo con un lápiz, libros y música, es bastante extraño. No me interesa la fama”.

* Daniela Benaim es profesora de la Universidad Monteávila.

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