María Laura León.-
El aislamiento se ha presentado en mi vida con etapas de ánimo que van cambiando durante la semana, pasando por la ansiedad, el estrés, la esperanza, la resignación y la más palpable, la incertidumbre, ya sea sobre la dirección de mi familia, del país, del mundo e incluso de la humanidad.
Los momentos en los que me olvido del encierro son los más tranquilos, ignorando por unas horas todo lo relacionado con el Covid-19, los trágicos fallecimientos y la política mundial, así soy capaz de sobrellevar el día a día dentro de mi casa.
Pero, cuando tenemos que elegir un “tributo” como en la película de “Los juegos del hambre” para que salga a hacer mercado y el cual normalmente es mi papá, esta tranquilidad es casi de imposible de lograr. Aunque se ve menos gente que antes, es difícil reconocer a las personas y sus intenciones solo viendo sus ojos y ese misterio, incluso antes del virus, aquí en Venezuela puede ser peligroso, esto es lo que nos ha comentado él cada vez que sale.
Cada mañana comienza más o menos igual, despertarse incluso cuando el cuerpo se niega totalmente a hacerlo, desayunar y abrir la computadora para conectarme a la clase correspondiente de ese día, siempre temiendo que se caiga el internet y digan algo importante sobre la materia o las evaluaciones.
En las tardes, las horas se pasan entre completar tareas que envían los profesores, hablar con amigos, ver series, escuchar cómo mis vecinos desde las puertas de sus casas se asoman para rezar El Rosario, revisar las redes sociales intentando evitar las “fake news”, aunque a veces sin éxito por las conversaciones durante la cena; y leer cada libro que me llame la atención.
Es impresionante notar durante el día el silencio que te rodea y al asomarte por la ventana observar los lugares en los que antes había gente jugando y niños gritando; Ahora están vacíos, intentando cumplir la cuarentena. Pero nada de eso se compara con el silencio en las noches y esa irremediable sensación de que el día siguiente va a traer la misma incertidumbre sobre el futuro.
*María Laura León es estudiante de la Universidad Monteávila