Emilio Spósito Contreras.-
En tiempos del emperador Xuangzong (712-755 d. C.), de la iluminada dinastía Tang, se constituyó para su deleite y el de la corte, lo que podríamos llamar la primera “compañía de ópera” de China: “El Jardín de los Perales”, en alusión al lugar donde se establecieron. Desde entonces, el bucólico nombre sirve para designar a la summa del arte chino y según la Unesco en 2010, parte del patrimonio cultural de la humanidad.
La ópera china es un aluvión de diversas manifestaciones artísticas como la poesía, la música, el teatro, la mímica, la danza y la acrobacia. Aunque en general, la coreografía de la ópera china suele ser muy sencilla, la sofisticación de la indumentaria y maquillajes de los actores, capturan buena parte de la atención del espectador. Los variados argumentos tienen como común denominador ser, además de divertidos, instructivos.
A lo largo de siglos de desarrollo, partiendo de Anhui, al este, la opera tuvo su versión más acabada en Pekín, cuyas características constituyen cánones desde hace unos doscientos años. Con la última dinastía china, la Qing, la ópera se popularizó, y aunque fue suprimida por períodos después de la caída del imperio, finalmente alcanzó el reconocimiento general como una de las más bellas expresiones de la cultura china.
Precisamente por su perfección y carácter instructivo, a través de la ópera podemos conocer y entender China. Es un camino similar al que siguieron los estudiosos del Derecho romano, cuando para popularizar sus nociones más complejas, utilizaron la terminología del teatro y nos hablaron de actores del Derecho y, finalmente, de “personas” o las máscaras que caracterizaban a los protagonistas de los mitos y las leyendas.
Los personajes de la ópera china están claramente caracterizados. Generalizando, entre los personajes encontramos los cuatro tipos siguientes: sheng o el personaje masculino; dan o el personaje femenino; jing o “cara pintada”; y, chou o el payaso. Entre los sheng encontramos honorables y maduros caballeros (laosheng), agradables jóvenes (xiaosheng) y valientes héroes (wusheng).
Entre las dan podemos encontrar personajes equivalentes a los sheng, aunque con algunas complejidades: entre las jóvenes se distingue las qingyi o jóvenes virtuosas, las seductoras huadan y un término medio, las huashan. Entre las guerreras, las hay maduras: wudan, y jóvenes: daomadan. En el desarrollo de la ópera hubo hombres que representaron dan y mujeres que hicieron el papel de xiaosheng.
Los jing enfatizan sus cualidades a través de un colorido maquillaje: los oro y plata representan la divinidad; el blanco la astucia y la maldad; el rojo es distintivo de un guerrero esforzado y leal; y el negro, la inflexible honestidad. La cara negra es el atributo del personaje de origen histórico Bao Zheng, un incorruptible juez que vivió entre 999-1062 d. C., y además de pasar a la ópera, entró al panteón chino como juez de ultratumba.
Finalmente los chou, tanto masculinos como femeninos, se reconocen por su maquillaje cómico: en el hombre, una especie de antifaz pintado de blanco. Improvisan, hablan directamente al público en el dialecto del lugar. Como nuestros niños y locos, los bufones tienen la libertad de decir lo que piensan y darle sentido a la obra.
Así como Virgilio condujo a Dante en su Divina comedia, en nuestro largo recorrido intelectual por China, podemos apelar a personajes de la ópera de Pekín, y contar con la guía del entrañable rey mono Sun Wukong, la ayuda del valiente guerrero Guan Yu, o la opinión del sabio Bao Zheng. Sin duda, no encontraremos mejores intérpretes de la realidad del país de El millón, que tanto impresionó a Marco Polo.
*Emilio Spí²sito Contreras es profesor de la Universidad Monteí vila