Chistian Hauer.-
Una escena de acción larga y nauseabunda inicia la cinta comenzando a cavar un hoyo para enterrar lo que alguna vez fueron posibilidades de ver una secuela con algo de valor. Confusión acerca de muchas elecciones, desde los movimientos de cámara hasta el guión y confusión probablemente existía en el estudio al tomar cualquier decisión.
Se dan pistas para múltiples elementos claves que construirían una situación interesante para iniciar la película, pero inmediatamente se desperdician mostrándose el desenlace sin ningún tipo de tensión y sin siquiera presentar un espectáculo visual que demuestre el presupuesto con el que se trataba. Esta escena es el evento que mueve gran parte de la historia hacia su clímax.
Animales fantásticos: los crímenes de Grindelwald es una película del 2018 dirigida por David Yates y escrita por J.K Rownling y continua con la historia de Newt Scamander en el pasado de las cintas de Harry Potter.
Tomas bruscas y demasiado duraderas enfocan con mucho empeño al protagonista, mientras se escupe en diálogo los elementos que formarán el conflicto final de este filme. Elementos que bien ejecutados pudieron haber entregado una película entretenida y con mayor grado de profundidad. Toda el metraje prosigue con una historia diseñada para un misterio, pero el único que de verdad mantienen es el ¿por qué lo dirigen como acción?.
Y aunque la dirección visual mejora considerablemente posterior a la primera media hora, la historia se queda estancada, parece solo existir para construir bases débiles para una tercera película.
Al igual que en la anterior los efectos especiales están bien integrados en el mundo, las criaturas se ven falsas pero se sienten reales. Por lo menos son un elemento fuerte de la cinta. Las escenas donde son el foco, a excepción de una en cámara lenta, son entretenidas y desarrollan a Newt como personaje por medio de sus acciones, son de los pocos momentos donde confían en que la actuación de Eddie Redmayne es suficiente como para no tener que decir «quiero mucho a los animales».
Las actuaciones fueron sólidas, pero los diálogos y lo poco orgánico que se sintieron las acciones de los personajes dejan poco rastro de ellas. No se confía en la audiencia para sacar conclusiones y tampoco para interpretar lenguaje corporal.
Como villano convenía seguir trabajando con el arquetipo más político de la cinta anterior, pero la película decide dirigirse hacia uno excéntrico a la Voldemort, pero con Johnny Depp como actor, pues ese tipo de personaje se va a diferenciar bien del resto de su repertorio.
Jude Law en el papel de Dumbledore realizó un excelente trabajo imitando a la interpretación previa del personaje. Copia sus gesticulaciones y hasta sus patrones de habla, lo único que falta es rodear esa actuación con un guión que la merezca.
Dumbledore es un factor clave para el filme, y su historia actúa como un misterio secundario y como gancho para la siguiente, pero muestran su respuesta llegando a la mitad de la cinta y lo siguen tratando como un misterio al final de ella. Mover esa escena a la siguiente película es todo lo que hace para tener un misterio satisfactorio; que aunque no resuelve los demás problemas, le otorga mayor intensidad a cada momento.
Todos las fallas de la cinta se condensan en un clímax nada satisfactorio que no funciona ni individualmente ni gracias a los elementos que lo conforman. La cinta es un desperdicio de personajes, actores, ideas y potencial. Por el bien de la franquicia, sera bueno que esto no se repita.
*Christian Hauer es estudiante de la Universidad Monteávila