Francisco Blanco.-
Esto es un hecho de la vida real.
Mi suegro nació en España y, siendo un niño, llegó a Caracas con sus papás y su hermano, huyendo del conflicto ibérico que, sin quererlo, originó muchas de nuestras familias. Ellos, sin parientes que los ayudaran, perdiendo el nexo con sus orígenes y estando realmente solos, se establecieron acá. 13 años después queda totalmente huérfano y siendo un simple adolescente logra independizarse.
En los 70 coquetea con una compañera de oficina en la “Primera entidad de ahorro y préstamo”, comienzan a salir por esa ciudad que para nosotros es un mito. Esa Caracas donde se podía ir a cualquier lado sin sentir el peligro, donde el dinero servía para algo, esa ciudad cosmopolita que vibraba día y noche al ritmo de salsa.
La compañera de mi suegro se convirtió en su esposa (ahora mi suegra) y juntos continuaron con ese estilo de vida que sus ingresos se podían permitir. Ellos celebraban todo, cumpleaños, navidad, fin de año, bautizos de los hijos que fueron llegando, mudanzas y hasta la caída de “El Gocho”. Como muchos de su generación la salsa y sobre todo Rubén Blades marcó su vida y sus costumbres.
La hija de ambos se convirtió en mi novia, y muy temprano descubrí que lamentablemente el amor de mis suegros, como una canción, tuvo su final y mi suegro se fue a vivir a Estados Unidos. Cuatro años más tarde lavando su carro cayó desplomado por un infarto fulminante. Su esposa afirma que estaba escuchando Rubén Blades.
Desde eso momento mi novia cambió, perdió algo que nadie nunca sabrá regresar, pasaron unos cuantos años más y un día como hoy mi novia se convirtió en mi esposa, tuvimos una pequeña recepción en el jardín de la casa de mi mamá, disfrutamos un montón ese día, el único que faltaba, era mi suegro.
Entrada la noche fuimos a un hotel cerca del aeropuerto porque al día siguiente nos íbamos de viaje. Amaneció, desayunamos y tomamos un microbús que nos dejó justo en esa parte del aeropuerto donde se abren las puertas de vidrio y ves a los que pasan a emigración. Yo me bajo del microbús…  unas personas entran al aeropuerto…  se abren las puertas y veo, que justo está sacando su pasaporte, Rubén Blades.
Sin reparar en recoger mis maletas entro al aeropuerto y lo llamo: “¡Rubén!”, él me ve y muy amablemente me saluda. Yo volteo y llamo a mi esposa de un grito, ella con las dos maletas llega hacia nosotros atónita. Digo: “El papá de mi esposa te escuchaba todos los días”.
En eso, una persona que andaba con él, le dice: “Nos tenemos que ir”. Rubén Blades responde: “Ya va, que estamos hablando”. Yo repito lo que había dicho, él responde: “Wow qué honor, le mandas saludos”, le dio un abrazo a mi esposa y se tomó una foto con ella… entró a emigración y nosotros al chequeo de maletas y ella dijo: “Ese fue el regalo de bodas de mi papá”.
Feliz Aniversario Ori.
*Francisco Blanco es profesor de la Universidad Monteávila