Alicia ílamo Bartolomé.-
A Joaquín Marta Sosa
 A principios de octubre, al oír las noticias sobre campeonatos de tenis en el lejano Oriente -China Open, Shanghai Master- había una constante: falta Nadal. El mallorquín Rafael Nadal, hoy tenista Nº 1 del mundo, orgullo de España y de quienes llevamos sangre hispana, fiera invencible del Roland Garros, tiene un punto débil: su rodilla derecha, las lesiones en ésta lo han molestado a lo largo de su carrera, ha pasado varias veces por el quirófano y, en este año 2018, que venía arrollando en espectaculares partidos, tuvo que abandonar por esta causa en las semifinales del US Open, cuando se medía con el argentino Juan Martín del Potro. Para él, como para sus fans, entre los cuales me cuento, fue un duro golpe. Ahora Rafa trata de recuperarse con tratamientos y reposo, pero su ausencia en las canchas nos pega a todos.
Las lesiones en el deporte son el pan nuestro de cada día y es un contrasentido, porque éste es justamente para el desarrollo en armonía y fortaleza del cuerpo humano. Cultivo de los músculos, de los huesos y la mente para lograr precisión de movimientos, destreza, alcance de distancias, altura en los saltos, velocidad, dominio psíquico, inteligencia táctica, serenidad mental y todo aquello que se requiera para competir en cada disciplina deportiva. Competir y ganar, entonces viene la parte negativa: el afán desmedido de triunfo -y tantas veces de lucro- salpica de lodo la pura belleza del deporte.
Gustándome mucho, pienso que el fútbol es uno de los deportes más sucio y mercantilista. En lo primero, no se le queda muy atrás el básquetbol y, en lo segundo, el béisbol. Me molesta profundamente que una jugada sea hacer un foul al contrario, por no llamarlo maldad: una zancandilla, una patada en la espinilla o el tobillo, cuando se desprende un jugador en veloz carrera con el balón por delante, hasta los locutores y comentaristas gritan: ¡tienen que hacerle foul… tienen que hacerle foul…! En el béisbol me parece el colmo autocastigarse cuando el lanzador tira ex profeso un pelotazo al bateador para cobrarle un jonrón anterior o quién sabe qué ofensa -a veces hasta lo manda el manager- y le dan una base de gratis al contrario, ¡qué estupidez tan grande!
En lo deportivo y mercantil, el tenis es el deporte más limpio, aunque algunos intentos de soborno ha habido para que un jugador se deje ganar un partido. En cuanto a deporte, opino que el pugilismo podría ser bastante limpio, los contrincantes van a darse golpes, es su cometido, pero a veces hay golpes bajos, ilegales y aquí entra también el mercantilismo: el boxeo es una asquerosa mafia.
Los deportistas sufren lesiones, ya sea por maldades, ya sea por gajes naturales del oficio. Faltan en los escenarios de las competencias y lo aficionados se lamentan. Sin embargo, esas ausencias pueden ser por otras causas: a alguno, otra organización le ofrece mejor salario o está descontento con la suya. Es común el traspaso de jugadores a otros equipos con mayor poder adquisitivo; el atleta pasa a ser un hombre-cosa, objeto de compra y venta en el mercado.
No sólo Nadal hace falta. Al emblemático Real Madrid, últimamente se le ve muy disminuido por la ausencia voluntaria de Zinadine Zidane, su entrenador estrella y la marcha a otro destino de su máximo goleador Cristiano Ronaldo.
Extrañará esta dedicatoria deportiva aun intelectual de fuste, escritor, poeta, profesor universitario y académico de la lengua como Joaquín Marta Sosa, pero resulta que es un gran aficionado al deporte, el fútbol es su pasión. Me comprende perfectamente cuando titulo: Falta Nadal.
*Alicia ílamo Bartolomé es profesora fundadora de la Universidad Monteávila