Ana Carolina De Jesús.-
Giorgio Agamben es un autor muy leído en estos días, en especial su libro Homo Sacer y el tema del estado de excepción. Allí usa una palabra -el abandono-que irá de la mano con otro término –bando. Para ayudar a encontrar el qué del abandono, también se ha hecho una referencia de lo desarrollado por este autor.
La primera referencia la encontramos en el siguiente párrafo: “Excepción es una relación de bando. El que ha sido puesto en bando no queda sencillamente fuera de la ley ni es indiferente a ésta, sino que es abandonado por ella” (Homo Sacer I: el poder soberano y la nuda vida. Ed. Pretextos, pág. 43.).
El significado que nos otorga la Real Academia Española sobre bando es de parcialidad o grupo. Si es así, Agamben define la excepción como una relación y las relaciones se dan entre opuestos: un primer bando o grupo sería la sociedad; el segundo, la ley. Ésta tendrá la particularidad de incluir a todos (de ahí la no indiferencia), pero también la exclusión en cuanto al desamparo sobre aquellos a quienes se les aplique. ¿En qué punto? En el estado de excepción.
La segunda referencia yace en las menciones dentro del libro. En la primera parte –soberanía– el abandono deviene del libre albedrio y queda a merced de un ente. Ya en la segunda parte –homo sacer– se expande: corre a bandono, es un banido (bandido), que está excluido y a la vez es libre. Está excluido porque es puesto en bando.
Para el idioma alemán, bando está asociado a un decreto de expulsión o exilio, de ahí el carácter de bandido. Teniendo en cuenta el significado en el idioma alemán, el contexto del argumento cambia.
En la primera parte, soberanía, el abandono es un acto consciente de entrega de los miembros de una sociedad al soberano de unos poderes, como explica Hobbes, poderes que yacen de su propio estar en la naturaleza. Entregan nada menos y nada más que la violencia para defender la nuda vida y ella es ofrecida al Estado.
Para Hobbes, el fin de esta entrega es la convivencia, el preservar la misma vida y abandonar el miedo ante el otro; pues el otro es una bestia, un lobo, que es capaz (al igual que yo) de hacer cualquier cosa por sobrevivir. No obstante, Agamben ve que el quedar a merced del Estado es un acto peligroso pues hay una incoherencia entre este procedimiento y el resultado.
El problema yace en las mismas leyes que suscriben. Todos los ciudadanos se encuentran en un estado de excepción pues la ley los excluye. “Abandonado a y por una ley que no prescribe nada” (ídem, pp.81). Una crítica fuerte hacia el vacío del contenido de la ley. No prescribe porque al fin y al cabo, el que decide es un tercero que ya lo tiene todo.
El abandonado estará a merced del poder y a su sentencia, sin huir ni tampoco resistirle porque, al fin y al cabo, ha acordado seguirla, no puede salir del pacto. Hay una asociación inconsciente entre la moral y la ley. Una incoherencia si recordamos a Hobbes que, para él, es un acto consciente el ceder parte del poder de la violencia hacia el Estado. Entonces, ¿en qué se es inconsciente? Pareciera ser en el uso de la nuda vida en la política, de ahí la referencia de este autor hacia Foucault y la biopolítica.
En la sentencia a Occidente, Agamben pone en relieve un problema: la legitimidad y las nuevas atribuciones que se proclama un Estado (por un lado) y la actuación de la sociedad ante el abuso de poder y los valores que ésta funda la legitimidad (por el otro). Posiblemente intenta decirnos lo mismo, que la sociedad cedió de manera inconsciente el uso de la nuda vida en la política hasta forzarlo al límite: cada uno se ha convertido en un homo sacer.
*Ana Carolina de Jesús es profesora de la Universidad Monteávila