Nelly Meléndez
Hoy evocamos en nuestro título a Raymond Carver, porque en la actualidad es muy común escuchar en distintos ámbitos que es necesaria la innovación educativa para mejorar la sociedad. Pero ¿a qué nos referimos cuando hablamos de innovación educativa?
El concepto de innovación no es absoluto, está sujeto a la influencia de los contextos socio -históricos, políticos, socioculturales y epistémicos, así como las peculiaridades del sistema en que se la ubique. De hecho, las bases de la innovación provienen del mundo empresarial con los aportes realizados en primer lugar por Schumpeter.
Es por ello que para hablar de innovación educativa se plantean diversos enfoques que van desde aquellos que se identifican con las corrientes economicistas, orientadas al cambio para mejorar estándares de calidad en los procesos educativos, formación para la productividad y competitividad; hasta la concepciones que buscan mejorar la calidad y para agregar el factor equidad en los procesos de la educación, con el fin último de propiciar la transformación de la sociedad.
La trayectoria de la innovación educativa en Latinoamérica ha sido presentada por Blanco y Messina (2000), quienes plantean que el desarrollo de los procesos de innovación, el grado de la participación de los diversos actores y la orientación conceptual del proceso, ha variado a través del tiempo, pasando de estar ausentes y ser asumidos por expertos externos del sistema educativo en los 60, a los intentos de experiencias innovadoras en la educación formal y comunitaria en los 80, para luego ser asociados con la calidad y competitividad en los 90. Â
¿Hacia dónde va la innovación educativa en el siglo XXI? Aún está en construcción la orientación, pero emergen territorios próximos a la cotidianidad del docente y sus estudiantes.
Pero ¿todos los cambios que se producen dentro de un sistema educativo pueden considerarse como innovaciones educativas? No, porque para que una innovación sea educativa deben servir al propósito de la educación; es decir, “avanzar hacia el ser, hacia la vocación humana. En consecuencia, para que una innovación sea educativa debe involucrar necesariamente cambios en las personas (Blanco y Messina, 2000, p. 43).
No obstante, bajo el enfoque de la teoría crítica, se considera que el sistema educativo debe basar sus propuestas en un pensamiento innovador. La innovación educativa debe estar guiada por la necesidad de buscar alternativas para responder con la calidad y evolución necesarias de sus actuales y futuros educandos y para potenciar la inclusión.
En este contexto se valora la influencia de la creatividad y del pensamiento lateral, que operativamente conducen a las conductas u objetos que son nuevos porque son cualitativamente diferentes de formas existentes, han sido ideados deliberadamente para mejorar algún componente del sistema educativo formal o de prácticas educativas no formales.
Cuando hablamos de innovación educativa hablamos de prácticas susceptibles de evaluación, con base en las metas y objetivos de su contexto específico, cambios duraderos, con un alcance visible en su utilización y conducente a mejoras progresivas.
Se habla entonces de innovación educativa cuando el esfuerzo transformador afecta significativamente la realidad, la práctica, los resultados dentro del sistema educativo en el que se desarrolla la experiencia, incorporando elementos novedosos que agreguen valor a los resultados. Por ende, mejoran la educación.
*Nelly Meléndez es profesora de la Universidad Monteávila