Ana Carolina De Jesús.-
Cuando nos preguntamos si somos felices, la respuesta parece depender de dos palabras: Estado y sociedad. Pensamos en ellas dentro del contexto de nuestro país, ante la incertidumbre económica y política que atraviesa. Sentimos miedo. Y eso, precisamente, dice Hobbes que es bueno. Antes de apresurarnos a condenar al pensador, él mismo aclara que por ser el hombre una máquina deseante insatisfecha, el miedo es la pasión dominante que mueve las relaciones ya que todos (en su afán por alcanzar los objetos de sus deseos) son capaces de emplear la violencia. El miedo a que otro pueda herirme o asesinarme, provoca un anhelo de paz para garantizar la vida en comunidad. De este anhelo se firma un contrato y nace el Estado, bautizado por Hobbes como Leviatán.
“Vosotros transferiréis a él vuestro derecho, y autorizaréis todos sus actos de la misma manera. Hecho esto, la multitud así unida en una persona se denomina Estado, en latín, Civitas. Esta es la generación de aquel gran Leviatán, o más bien (hablando con más reverencia), de aquel dios mortal, al cual debemos, bajo el Dios inmortal, nuestra paz y nuestra defensa. Porque en virtud de esta autoridad que se le confiere por cada hombre particular en el Estado, posee y utiliza tanto poder y fortaleza, que por el terror que inspira es capaz de conformar las voluntades de todos ellos para la paz, en su propio país” (Leviatán, capítulo XVII).
¿Qué quiere decir Hobbes? El hombre transfiere al Estado este derecho de ejercer la violencia y así cada quién haga lo mejor para sí sin destruir al otro. Como todos ceden este derecho, queda concentrado en un tercero ajeno a tal ejercicio de transferencia. Este gran monstruo, este dios mortal no firma el contrato, es el garante de que cada uno cumpla con la palabra dada. Y como es el garante, está autorizado a utilizar todo su poder (la violencia) a fin de hacer respetar lo acordado. Conveniencia y convivencia en pro de la paz.
A simple vista, pareciera que Hobbes da la razón a esta situación país y que, en efecto, es bueno vivir con miedo. No acomodemos a Hobbes a las circunstancias. El autor expresa que este pacto es producto de un acto deliberativo de cada hombre. Se comprende esto en que el contrato tiene una serie de normas sobre los cuales cada uno está dispuesto a respetar y el Leviatán es solo un ente que resguardará por el cumplimiento y, en el ejercicio del poder, genera miedo porque la ley determina y obliga.
Entonces, si desobedeces (cualquier firmante del contrato), el Estado ejercerá todo su poder para sancionar. La sociedad, como una armonía a costa del miedo. “De todas las pasiones las que en menor grado inclina al hombre a quebrantar las leyes es el miedo” (Leviatán, capítulo XXVII).
Así, según este pensador, se establece una relación entre soberano y súbdito, donde el Estado es la imagen de la voluntad colectiva. La cuestión con Venezuela es que el otro firmante del contrato, el garante de la justicia y quien ejerce el poder, es el propio Leviatán
* Ana Carolina De Jesús es profesora de la Universidad Monteávila..