Francisco J. Blanco.-
Esperando calentar mi comida en Chefas estaba escuchando a unas chicas hablar. Me causaba mucha gracia el contenido de su conversación, sobre todo, porque yo, siendo como soy, no podía evitar meterme. Luego almorzando me dice alguien que lo curioso no es lo que dicen estas chicas, sino lo que callan. Allí comprendí muchas cosas en un instante, por lo que con más pericia sigo en busca de las señales de ellas.
En 1955 llega a la Universidad de Vanderbilt, en Nashville, un joven que luego de abandonar la educación tradicional del internado Webb se disponía a buscar una vida más artística y lo que mejor se le ocurrió fue comprar una Graflex Crown Graphicy y comenzó a tomar fotos a blanco y negro. Este joven no es otro que William Eggleston. Con los años se dedicó a explorar las posibilidades expresivas de las fotos a color a la par de una carrera docente. En el 65 regresa a su Memphis natal a fotografíar gente común. Entró a su café predilecto y en la clandestinidad de su oficio su obturador captó de espaldas a una mujer sin nombre.
A inicios del milenio la compañía de postales Fotofolio hizo una retrospectiva del trabajo de Eggleston titulada Memphis 65-68. A comienzos de agosto yo entré a la librería de la Universidad de Vanderbilt y compré una serie de postales para mi oficina. Por una semana esta mujer sin nombre estuvo en mi corcho, guardando silencio y dándome la espalda.
En esta semana fue a la universidad una mujer muy influyente en el mundo culinario con la idea alternativa que el cacao puede ser el motor económico del país porque los venezolanos tenemos sangre de chocolate. Fue también el concurso de la voz de marca de Radio UMA, en el que participaron cerca de 50 personas entre casi 2 mil estudiantes que tiene la Monteávila. Fue también el Búho, donde asistieron más personas que no estudian acá que la misma gente de la universidad. Lo curioso es que esa mañana, conversando con unos estudiantes, me dijeron que no se iban a quedar porque ya pasaron esa página. De la misma manera fue la semana de egresados y distintas actividades de la Facultad de Derecho.
Lo común de estas actividades no es que todas se dieron en los espacios de nuestra casa de estudios, sino que nosotros, los que le damos vida a estas paredes de drywall, no asistimos… Nosotros les dimos la espalda.
Nuestro rector en el discurso de grado del año 2015 dijo que nosotros como sociedad estamos viviendo una “hora aciaga”, un momento turbio, un especie de paréntesis terrible donde el desánimo está cual mortifago entre nosotros.
En lo personal, no creo que eso sea una razón suficiente para dar la espalda, para no comprometerse con las cosas, para no ser teleológico, para tener flojera de la vida, para abrirle la puerta a las quejas y cerrársela a las ocupaciones. En definitiva, a esta hora aciaga le siguen tres puntos suspensivos… No termina el libro de la vida, es solo un párrafo.
Debemos sobreponernos a la adolescencia mental del conformismo, del “fastidismo”, de la inmediatez y de la fatuidad. Lo curioso de esto es que la vida por sí sola no va a revelarnos nuestros intereses, por lo contrario, debemos buscarlos. Tiene que ser la persona que se fragí¼e sus oportunidades, que se construya, con la ayuda de Dios, su futuro. Para eso debemos ser parte de la dinámica de nuestra realidad, interesarnos por el otro por simple alteridad, siendo participes activos de la universidad.
La UMA vive por ti… Vívela de esa misma manera, has tuyo cada espacio, participa… No le des la espalda.
* Francisco J. Blanco es profesor de la Universidad Monteávila.
Excelente artÃculo. Que honor tenerlo de profesor. Me compraré una Reina Pepiada, y volveré a leer esta nota.
Estamos obnubilados con tanta cuestión polÃtica y económica general pero ciertamente debemos disfrutar de las actividades Umaistas porque son excelentes. Puede que necesiten hacerles más publicidad