Luisa Caruto.-
Cuando vemos nuestra realidad actual pudiéramos coincidir que estamos en una crisis tremenda: económica, de valores, existencial, etc. Se presentan situaciones donde la precariedad está en el tope de la lista: conseguir alimentos es una batalla campal, esperar servicios públicos eficientes es una ilusión, e incluso el acceso a las tecnologías de la información es un beneficio que va de mal en peor.
Pero hay un valor intangible del cual no se hace gala, posiblemente porque hay otros temas prioritarios que conversar. Resulta tan común como la necesidad básica de comer y más placentero que tomarse un café: se trata de la lectura.
Cualquiera pudiera decir que la crisis también es intelectual, ciertamente la hay, pero es un tema que no se pretende abordar acá. En los últimos años existe una gran población que le gusta leer y más aún, ha considerado en su presupuesto la adquisición de un libro. También, muy a pesar de presentarse una brecha entre la información virtual y la impresa, hay personas que continúan asistiendo a las bibliotecas para hacer consultas de cualquier índole, por lo general relacionadas con la realización de actividades académicas.
Consultando algunos números de la industria editorial se puede verificar la situación de nuestro país en comparación con Latinoamérica. El Centro Regional para el fomento del libro en América Latina y el Caribe (CERLALC) es una institución avalada por la Unesco, la cual realiza El libro en cifras: boletín estadístico del libro en Iberoamérica, estudio que permite hacerse una imagen global de la situación del ecosistema del libro en Iberoamérica.
El estudio refleja que Venezuela (para el año 2014), basado sobre una población de 31 millones de habitantes, hubo una producción editorial de 3.614 títulos, invirtió 0,1 millones de dólares (FOB) en exportaciones y 35,6 millones de dólares (CIF) en importaciones. Esto no dice nada por sí solo, pero al comparar Venezuela con el caso de Perú, el cual, de acuerdo con el informe, posee la misma población (31 millones de habitantes), produjo un total de 6.491 títulos, siendo sus inversiones en exportaciones de 21,8 millones de dólares (FOB) mientras que en sus importaciones invirtió 82,7 millones de dólares (CIF). Evidentemente Perú supera todas las cifras indicadas, aunque observando las estadísticas venezolanas no se está en el fondo de la producción editorial.
También se puede estudiar cómo está la situación de quienes leen. Afortunadamente existen instituciones que se han dado la tarea de medir este hábito tan bondadoso y enriquecedor. El Instituto Autónomo Centro Nacional del Libro (CENAL) publica el Estudio sobre el comportamiento lector, acceso al libro y la lectura en Venezuela con el propósito de suministrar información para fortalecer la política cultural del Estado venezolano en el ámbito de la lectura.
El informe del año 2011-2012 indica que sobre una población de 20.936.095 habitantes hay un 82,5% que lee algún tipo de publicación; 50,2% lee libros impresos; y un 40,9% lee material digital. Esto afirma que 8 de cada 10 venezolanos tienen el hábito de la lectura y no conforme con eso, tienen preferencia en el formato impreso más que el formato digital.
Es lamentable no poder consultar algún estudio de usuarios a nivel nacional para medir el auge de las bibliotecas debido a que no se pudo ubicar estadística reciente del mismo. La asistencia al recinto del saber universitario se ha vuelto común, ya que los libros académicos han aumentado de precio de manera tal que resultan inaccesibles, por eso el docente acude al apoyo bibliográfico organizado para el cumplimiento de su programa de enseñanza, es decir, la biblioteca resulta ser un cúmulo de conocimientos bien administrado y disponible de forma eficiente.
La actividad diaria en la Biblioteca de la Universidad Monteávila muestra que el servicio bibliotecario es un recurso muy importante para el profesor y el estudiante. De acuerdo con la Planificación 2015-2016 existe una colección disponible de 15.623 títulos, donde la morosidad por parte del profesorado es de 454 libros (2,9% de la colección); en cuanto a la morosidad estudiantil hay unos 1.740 libros en préstamo (11,4% de la colección) y unos 1.381 libros faltantes (8,8% de la colección). Algunos de los ejemplares prestados (de forma excepcional) son únicos, por lo que no están a disposición inmediata de la población UMA. Se hacen los esfuerzos para recuperar la mayoría de los libros por distintas vías, bien sea por compra, donación y evidentemente por devolución de los mismos.
Contando que existe una industria editorial con deseos de crecer, una población ávida de leer y universitarios necesitando el recurso bibliotecario, ¿por qué no devolver los libros?
* Luisa Caruto es coordinadora de la Biblioteca UMA.
* Carolina Sánchez es estudiante de Comunicación Social de la UMA.
* Cristina Ortiz es estudiante de Comunicación Social de la UMA.
Excelente. Pero no me creo la cifra de 82% que lee en Venezuela. Habrá que preguntarse qué lee.
Interesante artÃculo!!!!