Afecto, amor y sexualidad

Rodolfo Bolí­var.-

El amor es la caracterí­stica fundamental de Dios ante los hombres y por Él mismo, es evidente que todo lo que es parte de Su creación participa de ese amor, por lo que el hombre: varón y mujer son, desde sus cuerpos sexuados, complemento reciproco entre sí­ de ese amor divino que se manifiesta en la misma humanidad, que crece en las relaciones interpersonales cuando se quiere y procura el bien de la persona amada; el bien de aquel que es mi prójimo, mi cercano, que desde mi libertad, o por medio de ella, es objeto de ese amor. El amor es un acto libre, voluntario e intelectivo, por lo que, al ser fruto de las facultades espirituales humanas, es un don de si mismo al otro con el cual se procede a la interrelación. Es pues el amor -especialmente el amor conyugal-, una vocación, un llamado a regresar a Dios, un llamado a alcanzar la santidad a través de la comunión interpersonal, con apertura ontológica a la vida.

La nupcialidad humana se desprende de esta realidad que se hace o realiza en la existencia de la historia humana desde la libertad y se observa especialmente en la cultura. Allí­ se hace manifiesta la expresión espiritual y corporal, sexual y afectiva con lazos paternos filiales, conyugales, amistosos y divinos del hombre, de la persona humana; donde “el otro se descubre en un tú”. Esa experiencia del amor como nupcialidad es un misterio, es un amor “don”, de entrega, un amor digno de Dios. Desde esta perspectiva del amor, debemos abordar al hombre con base a una antropologí­a integral, que nos permita definir el amor sexual y el afecto, a partir del significado esponsal de la nupcialidad como “el amor de unión de dos”.

Y es que para profundizar un poco en lo que significa el afecto, acudimos a palabras de íngelo Scola: “El afecto es cualquier modificación de la conciencia, debido a la acción de los agentes extraños a la conciencia misma”; nos afectamos por lo que pensamos por medio de lo que recibimos por agentes reactivos a nosotros mismos. Tomás de Aquino hace toda una estructura intelectiva del afecto desde la pasión al fenómeno que llama “Amor naturalis”, el cual responde al sistema de apetitos e inclinaciones humano, que permite abordar entonces la sexualidad humana como una relación entre el sujeto (afecto) y el objeto (amor), la cual por medio de la diferenciación sexuada varón/mujer se hace posible y evidente.

Desde la Imago Dei, la sexualidad humana en su naturaleza refleja el amor trinitario que hace posible el misterio nupcial y que permite una comunión interpersonal del varón y la mujer que por medio de una relación afectiva se entregan a plenitud en el acto sexual, alcanzando la grandeza del amor de Dios que se hace presente en la unidad y entrega del hombre desde el significado esponsal del cuerpo y su existencia, que ya se observaba en el texto divino del Génesis (cf. Gn 1,27).  Así­ la experiencia sexual nupcial se hace ágape, lo que transforma al ser que ama en don y receptor, en un ambiente pleno y fecundo.

*Rodolfo Bolí­var es director de la Facultad de Administración

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