La fiera herida

Alicia

Alicia ílamo Bartolomé.-

Dicen que una fiera herida es muy temible, que saca fuerzas de donde no tiene y su zarpazo es más destructor que nunca. Algo así­ es lo que se vio en el juego de la cuarta ronda del campeonato de tenis Wimbledon 2022, entre Rafael Nadal y el estadounidense Taylor Fritz. Digo se vio, porque yo no lo vi. Por inconvenientes que tengo con los canales de TV extranjeros, en este Wimbledon 2022, me limité a seguir la marcha de los partidos por numeritos en la computadora y luego videos posteriores. Casi una tortura china para una fanática de Nadal, al que iba viendo -y no viendo- como se crecí­a en cada actuación, sobre una cancha de césped que no es de la especialidad del rey de la arcilla. Cuando empezó el torneo, no pensé que el mallorquí­n pudiera ganarlo y, sin embargo, a medida que avanzaba la contienda, me pareció que dada la forma y la fuerza que desarrollaba, sí­ era posible. Me entusiasmé, más, ante ese juego memorable de la cuarta ronda. Sentí­ a un Rafael Nadal invencible.

Lo que no sabí­a es que habí­a sido un partido heroico, de lucha no sólo contra un adversario bien preparado y también dispuesto a ganar, sino contra su propio fí­sico maltrecho por una fisura abdominal. ¡Qué mezquino el tenista italiano Fabio Fognini cuando dijo que no habí­a que creer en las lesiones de Nadal, que eran exageración de los medios de comunicación! ¿Ah sí­? Quisiera verte llevar un juego a 5 sets y ganarlo con una herida abdominal. La fiera se desató en ese encuentro. En los videos de éste y de otros partidos suyos en Wimbledon 2022, pude apreciar unos movimientos, unos saltos, una velocidad casi nunca antes vistos en el español. A veces parecí­a que su raqueta tení­a un imán para atraer la pelota, pues contestaba todos los golpes por dispersos que estuvieran sobre la cancha. Una demostración de fuerza y destrezas contundentes.

Pero no pudo ser. Nadal pasó a la semifinal para enfrentarse al malcriado australiano Nick Kyrgios, pero jugarla se lo impidió su seria lesión. De haber sido posible, la final masculina de Wimbledon 2022 tal vez habrí­a sido la clásica Nadal vs Djakovic, pero parece que Dios querí­a un enfrentamiento entre los dos tenistas más desagradables del mundo. Porque si Kyrgios es malcriado a irreverente, con desplantes ante jueces y público, Novak Djokovic no se le queda atrás, con sus rabietas rompiendo raquetas, sus increpaciones a la audiencia para que lo aplauda, hasta con el tiro de rabia de una pelota que fue a dar en la garganta de una juez de lí­nea y la dejó sin sentido; más su negación a vacunarse. Iguala en desafueros al australiano.

Parece mentira lo que sucedió en el elegante, tradicional y muy inglés campeonato de Wimbledon, donde es obligatorio el traje blanco para los tenistas, lo que a mí­ me encanta, por cierto, porque da un tono formal y especial a la contienda, se siente la presencia de esa caracterí­stica del Reino Unido: su apego y respeto a la tradición. Los colorines y variación de diseños, según la moda del año que proporcionan las tiendas de ropa deportiva, a veces coinciden entre los dos contrincantes y por TV cuesta reconocer quién es quién. Sí­, parece mentira que esa máxima actuación de la final masculina se diera entre un par de patanes, justamente allí­. Chocante. No la vi, ni podí­a ni querí­a verla, la seguí­ parcialmente en los numeritos por la pantalla de la computadora, mientras me dedicaba a la escritura. A pesar de todo, preferí­a un ganador entre los dos rufianes: Kyrgios, al serbio no me lo hace tragar nadie. Perdí­.

¡Qué cosa tan seria lo de las simpatí­as y antipatí­as!  A una vieja como yo la hacen parecer ridí­cula y es lo de menos. Lo demás es que no es justo con quienes nos caen mal, tratamos de desmerecer sus cualidades; confundimos la gimnasia con la magnesia. No debo negar las cualidades deportivas del flamante campeón de Wimbledon 2022. Es un gran luchador, su técnica es perfecta, de una gran serenidad para responder la jugada y un alcance impresionante, porque su compás de apertura de piernas cubre casi todo el ancho de la cancha. Cuando Novak pierde el primer set, hay que temerle, lo que sigue es un látigo implacable para someter a su rival. Como cuando en Rafael Nadal se desata la fiera. En el serbio es el verdugo, pero… ¡qué mal me cae! Aunque deberí­a decir, como recomienda san Josemarí­a Escrivá en estos casos: Novak Djokovic me santifica.

*Alicia ílamo Bartolomé es decana fundadora de la Universidad Monteávila

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