Francoise Bielinski, mejor conocida como “Paquita”, escapó del horror del Tercer Reich. Era una niña cuando hace 79 años llegó a Venezuela junto a su familia.
Gabrielle Tortolero.-
Como cada miércoles de la semana, Bárbara visita a su vecina “Paquita” para practicar inglés. Renqueando con su bastón, le abre la puerta de su pintoresca casa de una sola planta, donde oculta el pasado de una niña que fue perseguida por los nazis, salvada y cobijada en una patria nueva.
A sus 85 años de edad, Paquita Sitzer no sólo goza de enseñarle inglés a su vecina, sino también de una invaluable memoria y una historia digna de Hollywood: su huida de los nazis.
Francoise Bielinski nació en París (Francia), en 1937, luego de que sus padres, una pareja polaca-judía residenciada en Alemania, decidieran huir de tierras germanas, junto con su hermano mayor, cuando el Tercer Reich amenazaba con lo peor.
Su futuro parecía ser en el país de la igualdad, la libertad y la fraternidad hasta que el ejército alemán invadió el norte en junio de 1940, y a falta de legalidad francesa, el padre de Francoise fue arrestado y llevado a un campo de concentración en Blois, Francia.
-Yo tenía tres años cuando todo esto pasó, pero conservo muchas memorias de todo aquello -recuenta Paquita.
A veces, en medio de sus clases junto a Bárbara, es inevitable que reviva los recuerdos de su infancia. De hecho, a su alumna le gusta oírla, a pesar de haber escuchado varias veces la misma historia y no seguir con el inglés por un rato.
En ocasiones, hacen breaks para merendar y compartir anécdotas o chismes entre ellas, aun cuando es Paquita quien se roba el micrófono en la mayoría del tiempo para rememorar su vida.
-Papá era un hombre muy inteligente, sabía en quién confiar y en quién no -explicó a Bárbara en alguno de sus breaks– Nuestra confianza surge de nuestra amistad, pero en aquel tiempo los amigos o aliados eran muy difíciles de reconocer.
De alguna u otra manera, su padre logró escapar de Blois y llegó al sur de Francia, al pueblo de Pau, para refugiarse mientras los nazis ocupaban ese país. Desde allí, pudo reunir a su familia nuevamente y vivir ocultos en una granja.
-En Pau estuvimos dos años hasta que papá consiguió documentos falsos para cruzar la frontera. Nunca dijo nada, pero estoy segura que él estuvo esos dos años planeando nuestro escape por Los Pirineos, recuerda Paquita.
Y así fue. Con cinco años, Francoise, su hermano y sus padres atravesaron las montañas nevadas de Los Pirineos que separan a Francia y España, hasta que arribaron a un pequeño pueblo llamado Les, en el valle de Arán, en la comunidad autónoma de Cataluña (España).
-¿Por qué te llaman Paquita? -preguntó Bárbara, en otra de sus idas a casa de su vecina.
-Cuando llegamos a Les, nos arrestaron y uno de los policías al ver mi nombre Francoise, que es Francisca en francés, decidió apodarme Paquita. Desde entonces así me llamé -le respondió mientras le ofrecía algún aperitivo para merendar juntas.
Paquita nunca supo cómo ni por qué aquellos policías nunca los deportaron ni denunciaron a los “apátridas judíos” que huían del exterminio nazi.
-Los cautivaste, les causaste ternura -le dice Bárbara cada vez que escucha esa parte del cuento.
Cual milagro, la policía los dejaría ir y luego de un tren desde Barcelona hasta Vigo, en el Cabo de la Buena Esperanza embarcaron hasta Venezuela, su hogar a partir de 1943.
Setenta y nueve años después, Paquita Sitzer, ahora con su apellido de casada, reside en San Román, en el municipio Baruta del estado Miranda, y puede decir que es una superviviente del holocausto.
Como cada miércoles de la semana, Paquita y Bárbara se reúnen para practicar su inglés, aunque a veces se desvíen del tema y divaguen entre experiencias y anécdotas
Entre ellas hay una brecha generacional enorme y una diferencia de más de sesenta años, pero con una amistad que va mucho más allá de sus clases e incluso de la historia.
*Gabrielle Tortolero es estudiante de Comunicación Social de la Universidad Monteávila
Maravilloso texto, con calidad narrativa y amplia valoración humana.