Duelo de campañas

Juan Bonadies.-

En tiempos de elecciones, el campo de batalla de la política de cara al pueblo es el plano comunicacional; y la comunicación —como sabemos— es ubicua: todo comunica.

Cada slogan y propaganda, cada narrativa con cada palabra, cada imagen, cada gesto y cada color forman parte de una estrategia de batalla que puede herir al enemigo, hacer ganar aliados y alimentar el fervor de las tropas y todo lo que estén dispuestos a hacer… o conseguir lo contrario.

Dos campañas se están batiendo en duelo ahora mismo de cara a las elecciones del 28 de julio en Venezuela.

Una abarrota todo el espacio público de murales y vallas, cuelga en cada poste de luz de cada calle y cada avenida un pendón con la imagen de su candidato, quien tiene su alter ego de superhéroe estampado en miles de autobuses y pintado en centenas de paredes.

Aquella campaña también cuenta con el favor de varios músicos reconocidos interpretando la canción oficial. Aparte, paga múltiples propagandas en YouTube y otras plataformas digitales con su narrativa: «Logramos contener la inflación, superar la pandemia y las sanciones, y vamos pa’ lante porque ‘Venezuela vence siempre'»»; obviando, cómo no, la crisis multidimensional que permanece.

Cuenta con producciones audiovisuales de altísima calidad, un diseño gráfico sumamente profesional —incluso envidiable—, ¡hasta una nueva línea de ron! El Ron Gallo Pinto «para celebrar el 28» dice un partidario en un video. ¿Significa que no habrá ley seca? —«No hay ley que valga si compras temprano», me dijo alguien por ahí. Ya veremos quién se rasca por celebrar y quién lo hará por despecho.

La otra campaña no tiene gigantografías en las calles ni paga propaganda en medios digitales. Tampoco ha contratado a músicos para hacer canciones; aunque sí las tiene, pero por la buena voluntad de artistas que han hecho sus composiciones independientes.

De esa campaña tengo poco que decir. Tiene algunos videógrafos acompañando al candidato y a la líder político de gira por los lugares más recónditos del territorio nacional mientras van documentando a la gente.

Producen así videos de una gesta épica que destila un aura singular de religiosidad, sorteando trabas y alcabalas navegando en canoas, cediendo la palabra al pueblo para que relate sus problemas, un pueblo en su mayoría quebrado casi irreparablemente por la separación familiar y vejado por años de desidia.

Basta una cámara retratando el testimonio de un alma rota para generar un efecto en la audiencia mucho más poderoso que miles de murales y cientos de miles de pendones con eslóganes pegadizos –que, cómo no, costaron sus miles de dólares.

«Fe» es la palabra que se replica y se contagia, como si Dios estuviese detrás; pero no deja de estar acompañada de algo de «Razón», pues por primera vez se abre una brecha. Por primera vez el enemigo ha errado en sus cálculos. Por primera vez se agrietan los muros que tenían a esta Patria sitiada, dejando entrever un poco de la luz que irradia la libertad.

Y podemos seguir las comparativas: una campaña descalifica al candidato contrario por su edad, demostrando gerontofobia, y a la líder político por su pasión, demostrando misoginia. La otra llama a la unión nacional sin discriminar por clase, edad, raza, sexo o ideología.

Una campaña soborna a los asistentes de sus concentraciones y los moviliza obligados, lo que se evidencia en sus caras largas cuando son retratados. La otra llena decenas de cuadras en antiguos bastiones revolucionarios.

Una campaña luce forzada y desesperada, como si estuviese de entrada a un duelo y ande recorriendo las fases de negación e ira. La otra ha transcurrido totalmente orgánica, natural, auténtica, por los caminos verdes de WhatsApp, Telegram y plataformas afines.

Una campaña ha sido sucia, apalancada en difamaciones y violencia. La otra ha resistido los embates con la vista al frente y en alto.

Una campaña viola la ley al despilfarrar caprichosamente el erario público. La otra la hace la propia gente, evadiendo la censura con organización ciudadana.

Una campaña se afana en maquillar la derrota. La otra demuestra quién ganó la batalla.

No perdamos de vista: aún queda guerra por delante y más batallas que ganar.

Juan Bonadies es estudiante de la Universidad Monteávila

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