Para el experto en Gobierno y reputación de organizaciones, las universidades, los medios de comunicación y las empresas son fundamentales para el desarrollo de las sociedades. Recuerda que las crisis muestran de qué “pasta estamos hechos”.
Sabrina Machado.-
Se le escucha hablar con el marcado acento español y se cree que profesa un concepto del primer mundo, de “lujo japonés», como él mismo señaló, al reconocer que todavía ellos en Europa esquivan ciertas premisas al considerarlas muy refinadas para su cultura.
Sin embargo, con pausa y vehemencia, con certeza en la palabra, el experto en Gobierno y reputación de organizaciones defiende la necesidad del cambio de propósito de las empresas, de la importancia de superar la ley de la selva, donde solo el más fuerte triunfa.
Aboga porque la magnanimidad, la solidaridad y el reconocimiento del desfavorecido sea lo común, lo cotidiano en el manejo empresarial.
Alfonso Sánchez-Tabernero, exrector de la Universidad de Navarra, no cree que la tendencia de la empresa con propósito responda a una moda, más bien a una necesidad, cada vez más clara en un mundo marcado por las desigualdades.
-. En este mundo tan golpeado post pandemia, ¿qué importancia tienen las empresas con propósitos?
Tienen una importancia vital. La pandemia nos deja tres lecciones: La primera, la importancia de la ciencia; la segunda, cuando hay adversidad la solidaridad es clave en la sociedad; la tercera, la recuperación económica está en manos de las empresas, quien crea empleo, riqueza y desarrollo es la empresa.
Lo puede crear de dos modos. Lo puede crear atendiendo a la ley de la selva, donde el fuerte es el león y la gacela tiene como destino ser devorada, o puede construir desarrollo de una manera más humana, menos salvaje, menos animal.
La humanidad nos dice que tenemos que pensar sobre lo que podemos hacer para proteger al que nos necesita, al más desfavorecido.
El propósito es pensar que más allá del deber que tiene la organización de pagar sus salarios, amortizar sus bienes de producción, pagar sus campañas de marketing, de retribuir el capital a los empresarios, también está la obligación de qué impacto tengo yo en la sociedad, cómo puedo dejar una buena huella, es ir más allá del interés y plantearse con sentido de responsabilidad dejar una buena huella en la sociedad.
-. Este es un concepto reciente, ¿responde a una moda, a una tendencia, a una ideología o a una necesidad?
Algunos piensan, ¿no será esto una moda para mejorar el prestigio de las empresas, para mejorar la reputación del capitalismo? Y, en algunos casos, puede que sea una moda, puede que alguien se apunte a esta ola del propósito para quedar bien o porque le parece un elemento decorativo.
Estoy convencido que para muchas instituciones la idea del propósito es verdadera, nace del corazón, de la verdad, surge del convencimiento de que hasta ahora hemos dejado atrás a personas, familias, países, regiones y actuar de acuerdo con la ley de la selva es inhumano.
Estoy convencido que las instituciones que solo actúen por interés no van a tener futuro, porque le van a dar la espalda a sus empleados, a sus clientes, a sus colaboradores, a sus distribuidores, a las instituciones públicas y así, como alguien pudo pensar hace 50 años que los derechos humanos eran una moda y se han impuesto, el propósito va a ser algo presente en las empresas, organizaciones, hospitales, universidades y las instituciones.
Yo creo en el contagio. Todo se contagia, el egoísmo se contagia, la generosidad se contagia, el desánimo se contagia, la esperanza se contagia.
-. Y cada vez hay más presión porque se respeten los derechos humanos
Cada vez habrá más presión para que las empresas no se guíen solamente por intereses personales.
-. La radiografía actual habla de peligro de recesión, de conglomerados despidiendo a miles de empleados, de guerra, con este marco ¿cómo hacer para que el empresario mire al prójimo?
El futuro no está escrito, lo escriben las personas, las decisiones libres de las personas.
Lo propio del ser humano es hacer que otros sean felices, nosotros somos felices en la medida que conseguimos que otros lo sean. Cuando alguien toma como propósito de vida enriquecerse, divertirse, proteger su posición, aumentar su prestigio, poder, nunca será feliz.
-. Un empresario que se siente cómodo en el sistema anterior, ¿quedará sometido a presiones para que cambie al nuevo sistema?
Sí, no va a tardar mucho tiempo en el que los empresarios perciban que la actitud egoísta va a ser intolerable en la sociedad y que las empresas sin propósitos van a ser inviables. Va a llegar un momento en que la cuestión no es la consciencia social, la solidaridad, va a ser el instinto de supervivencia.
Los últimos que se incorporen a este cambio de tendencia van a ser los que descubran que si no son responsables, si no actúan con humanidad no tienen futuro.
-. ¿Cómo percatarnos de la importancia de estas nuevas visiones, cuando la realidad nos arropa y hace que las sintamos lejanas y extrañas, primermundistas?
Es verdad que cuando el problema es la supervivencia, la mirada está en la supervivencia, pero muchas veces el modo de resolver lo inmediato también es levantar la mirada.
Si uno está todo el día pensando en los pequeños problemas, al final no se dará cuenta que todo el mundo tiene problemas. Paradójicamente, acierta más quien también se plantea qué más puedo hacer no solamente por mi círculo más inmediato, sino también por la sociedad en la que vivimos.
Lo propio es ayudar primero a los que están más cerca, pero también tener un poco de mirada magnánima que lleve a plantear qué hago por los demás. Al final si todo el mundo busca su bien personal, resolver su problema inmediato, la sociedad se convierte en un lugar inhabitable.
-. Este camino exige mucha madurez
Sí, exige madurez, reflexión, pensar, evitar la rutina, la inercia.
-. En el caso venezolano, que estamos estacionados en una crisis económica, de medios de comunicación y de universidades, ¿cómo generar aliento, compromiso, desde estas columnas, por una mejor sociedad?
Puede haber tormentas perfectas, pero no tormentas eternas, nunca hay que perder la esperanza, no tiene sentido, no tiene razón de ser la desesperanza.
Cuando hay una tormenta es preciso confrontarla de la mejor manera posible y confiar en que escampará y llegarán los buenos tiempos y encontrará a quienes hayan afrontado mejor la tormenta.
Las mejores instituciones, las que tienen más corazón, coraje, más magnanimidad tienen que contagiar esas cosas buenas que tienen. Eso pasa con los medios de comunicación, las universidades, las empresas, con todo.
-. En torno a las necesidades de un mundo marcado cada vez más por la desigualdad, ¿cómo deberían ser las relaciones entre empresas y universidades?
Cada vez mayores, cada vez más profundas, cada vez más habituales.
La empresa ayuda a la universidad de muchos modos: contrata a sus graduandos, financia planes de investigación y, al mismo tiempo, plantea preguntas que hace que la investigación de la universidad se adapte al terreno y resuelva problemas reales, colabora en la docencia mostrando sus desafíos y la universidad ayuda a la empresa proporcionándoles profesionales bien capacitados y con una investigación útil para la innovación de las empresas.
En muchos países hay como una muralla infranqueable entre la universidad y la empresa, hay poco diálogo, hay reticencia y esto es dañino para ambos.
Creo que la base de las conversaciones y el diálogo es que la universidad entienda la naturaleza de la empresa y entienda que la empresa no debe ser una universidad, sino una empresa, y que la empresa entienda la naturaleza de la universidad.
Tenemos que tener el corto y largo paso, lo próximo y lo lejano, si otros han descubierto algo que es bueno y tiene un impacto social, por qué no lo voy a incorporar yo.
-. ¿Cómo se da esta relación simbiótica que señala cuando los dos están en crisis?
Las cosas no influyen tanto por la realidad como por el modo de afrontar la realidad. Si las dos están en crisis las dos se necesitan más. Convierte el limón en limonada, dale la vuelta a la tortilla.
Si soy universidad piensa en la empleabilidad de mis egresados, la financiación de la universidad y si soy empresa y vivo en un mundo de crisis, difícil, impredecible donde todo cambia, por qué no acercarme a la universidad que es la institución que analiza, estudia, investiga el cambio económico, social cultural. A más crisis, más necesidad de relación.
-. ¿Qué recomendaciones le da al sector universitario tan golpeado y necesitado para el desarrollo social?
El futuro de un país está en las universidades y las universidades tienen que cumplir dos visiones, formar hombres y mujeres que dejen una buena huella en el mundo y para dejar una buena huella tienen que ser buenos profesionales.
Además tienen que producir ciencia al servicio de la sociedad, por eso la pregunta que se tienen que hacer es qué necesita la sociedad y qué puedo hacer yo para aportar evidencias empíricas que ayuden a las universidades. Las universidades son esenciales.
-. Habla de la importancia de las crisis para generar desafíos y superar escollos, en torno a esto el panorama del país se ve alentador
La crisis muestra de qué pasta estamos hechos, esa es la realidad, porque cuando todo es fácil a todo el mundo le va bien, no hay que tener ni mucho talento ni mucho coraje para sobrevivir, pero es la adversidad la que nos mide.
En Venezuela ha habido una situación de adversidad prolongada, ante esto hay dos actitudes: una es rendirse, desesperanzarse, dejar de pelear, buscar un cierto acomodo, una supervivencia, y otra opción es actuar con esperanza, coraje y magnanimidad y; por tanto, esto es exigente, comprometido, pero es la opción buena, la mejor.
En este país hay un gran entrenamiento para generar personas e instituciones que no se rinden y si no se rinden durante la adversidad llegará un momento que brille el sol y esas instituciones primero florecerán, se fortalecerá su reputación, pero estarán en condiciones sobre todo de reconstruir la sociedad, el país, el entorno, porque cuando termine es necesario que alguien se haya mantenido a flote, esos son los héroes. La crisis requiere personas con instinto de heroicidad y es, por cierto, lo que estoy viendo en Venezuela esta semana que tengo aquí.
*Sabrina Machado es coordinadora de Pluma