La cantante ha compartido escenarios con figuras de la talla de Willie Colón, El Gran Combo, Yordano, Oscar D’León o Andy Montañez.
Manaure Márquez.-
Ya sea como corista, solista, aprendiz, docente, joven o experimentada, Trina Medina ha transitado una carrera que le ha dado la oportunidad de compartir escenario con grandes figuras de la escena musical nacional e internacional y, ante todo, aprender de ellos.
Nombres como Yordano, El Gran Combo, Willie Colón, Andy Montañez, Frank Quintero aparecen recurrentemente en sus anécdotas. También se ha enfrentado a los complicados estigmas de género que rodean la industria musical y se ha mostrado siempre orgullosa de poner en alto su imagen y su valor como mujer negra.
La cantautora, arreglista y productora musical venezolana sigue dedicándose a la música. Aunque desde hace 4 años ejerza su cargo como directora de Cultura de la UCV, no ha abandona los escenarios y, sobre todo, no se ha distanciado de su gran pasión.
Estamos hablando de guaracha, rock en español o mi mamá que cantaba son. Y cuando me tocaba estar con mi papá me tocaba escuchar música clásica o escuchar jazz.
Hija de Canelita Medina y procedente de una familia muy musical, ¿cómo son las primeras imágenes que recuerda de su hogar?
Sí, yo vengo de una familia muy musical. No solamente porque sean artistas, sino porque todos mis tíos eran melómanos. Tenían afición por comprar discos y hacer fiestas en casa. De mis recuerdos de infancia tengo ese y tengo ver a mi mamá ensayando. También a todas mis tías les gustaba cantar y mi papá era pianista. Mi papá era pianista clásico, entonces tenía las dos vertientes, porque en mi casa se escuchaba pura música popular. Estamos hablando de guaracha, rock en español o mi mamá que cantaba son. Y cuando me tocaba estar con mi papá me tocaba escuchar música clásica o escuchar jazz.
¿Cómo es ese momento en el que se da cuenta que lo quiere hacer es cantar?
La verdad yo no tenía en mi mente cantar. Sé que me gustaba la música, me encantaba la música, tocar un instrumento, pero como mis padres no apoyaban eso, no querían que yo me metiera en la música.
¿Por qué?
Bueno, porque en ese tiempo no estaba bien valorizada la gente que se dedicaba a la música. Se pasaba mucho trabajo, y sobre todo, las mujeres en ese tiempo no eran bien vistas, como las bailarinas. Había ese malentendido con respecto a las carreras artísticas para mujeres.
Ellos querían que yo estudiara una carrera universitaria antes, y por lo tanto a mí no me dejaron ni tocar una maraca. Realmente, el entrar a ser cantante fue algo así como un accidente.
En ese tiempo estaba estudiando relaciones industriales, y una de mis compañeras me dijo: “Están haciendo unas audiciones para unos grupos de gaita”, porque bueno, yo cantaba, como cuando tú vas a una fiesta y alguien tiene un cuatro, entonces tú cantas, el otro canta, y así era lo que yo hacía. Canciones que nos sabíamos de moda, pero de ahí a cantar, no. Resulta que esta amiga me insistió. Me animó tanto, que yo fui. Y quedé. Para cantar gaitas, porque yo empecé cantando gaitas.
Yordano, Frank Quintero y el reconocimiento como cantante
Después de graduarse y cumplir la promesa que les había hecho a sus padres, Trina se dedicó de pleno a la música. A partir de ahí, su carrera empezó a crecer. Haciendo un curso de arreglos y composición, con el maestro Alberto Naranjo, fundador de El Trabuco Venezolano, le surge la oportunidad de grabar unos coros para una nueva canción de Frank Quintero, llamada Mi No Tiene Con Qué. “Cuando lo hice, lo terminé, él me dijo: ‘Bueno, chévere. Chao’, y ni si quiera me dijo si le había gustado. Nada. Yo me fui de ahí desolada”.
Tiempo después, mientras viajaba en camionetica, Trina se escuchó a sí misma en la radio por primera vez. La canción que había grabado estaba sonando. “Entonces me escuché y dije ‘¡ay!, esa soy yo’, y cuando salió el locutor, dijo ‘y ese fue Frank Quintero y Soledad Bravo’. Nunca dijeron mi nombre”, dijo mientras sonreía.
A pesar de esa divertida historia, el reconocimiento de Trina como cantante apenas empezaría. Sería esa misma canción, Mi No Tiene Con Qué, la que la llevaría a trabajar y conocer a quien posteriormente sería su amigo, mentor y compañero artístico durante varios años: Yordano.
¿Qué aprendió de esos años trabajando con Yordano?
Yo aprendí muchísimas cosas con él. Primero, a enfrentarme a otro tipo de escenarios y a otro tipo de público. La gente que hace salsa tiene otro público a los que hacen baladas, a los que hacen música pop, a los que hacen música académica.
“Entonces me escuché y dije ‘¡ay!, esa soy yo’, y cuando salió el locutor, dijo ‘y ese fue Frank Quintero y Soledad Bravo’. Nunca dijeron mi nombre”
Presentarme en estadios fuera del país, sobretodo en Colombia, estadios con 15.000 personas. Yo nunca en mi vida había visto tanta gente junta, y eso te da un crecimiento profesional porque te exiges mucho más. Dices ‘tengo que hacerlo perfecto, no puedo equivocarme delante de 15.000 personas’.
Por lo demás, él – Yordano – era una persona muy exigente, pero era un tipo bonachón. Es un hombre bonachón. Un hombre dulce con el que tú puedes conversar, pero que cuando se pone bravo, se pone bravo. Como cualquier persona. Nosotros nos la llevábamos, muy pero muy bien mientras yo estuve en su banda, por un espacio de tres años. Además, es él quien me brinda la plataforma para que me conozcan, para que Trina Medina tuviera visibilidad, cuando me dio la oportunidad de grabar los solos en Madera Fina y en Robando Azules.
Salsa, salsa y más salsa
Finalizada su etapa en la banda de Yordano, la idea de empezar una carrera como solista tomaba cada vez más fuerza. Eventualmente, la oportunidad llegó. Sony Miami tocó la puerta. En Puerto Rico, junto con el maestro “Cucco” Peña, grabó su primer disco como solista, que llevaba como título Nombre.
“Nos fue bastante bien con ese disco porque había un vacío femenino en la salsa, en ese tiempo. Solamente la que cantaba era Celia. A nosotros nos fue muy, pero que muy bien. Tanto, que en el año que sale mi disco estuvo en el puesto tres de los diez discos hispanos más vendidos en los Estados Unidos”.
Además de obtener tan buenos números con su primer disco, a Trina también se le presentó la oportunidad de acompañar en giras a grandes figuras y orquestas de la salsa, como Willie Colón, la India o El Gran Combo, en lugares como Puerto Rico, Boston, Nueva York, Miami. El mundo parecía abrirse de una manera maravillosa. Con relación a Willie Colón, la cantante dijo: “Yo le digo a él ‘El Rey Midas’. Todo lo que toca lo vuelve oro. De verdad, todo. Música que él hace, música que se escucha por el mundo entero”.
A mí me encanta, de nuestra venezolanidad, que somos unos seres muy solidarios. Dentro de todo. Somos muy solidarios y muy humanitarios. Cuando nos encontramos en la pequeña, ahí estamos todos. ¿Qué me disgusta del venezolano? La viveza criolla. La detesto. Además, antes era así como solapado. Ahora no. Ahora es “¿lo hice y qué?”, entonces me molesta muchísimo más. Hemos perdido hasta la vergí¼enza.
Durante esta etapa también tuvo que aprender a hacer valer su posición como mujer dentro de una industria “muy machista”, como afirma. Fue precisamente otro de sus guías, el famoso percusionista hispano-estadounidense, Ray Barreto, el que la motivaría a ampliar sus conocimientos sobre ingeniería de sonido, para manejarse con el mismo lenguaje que utilizaban los ingenieros y los músicos, y aprender a sortearse dentro de un mar de hombres, a veces, muy despóticos.
La dupla de “Cucco” Peña y Trina Medina funcionaba. Y funcionaba tan bien, que Sony decidió renovarlos para un segundo disco, llamado Entrega. Sin embargo, el disco no pudo ser promocionado de la misma manera que el anterior, debido a que Trina sufrió un aparatoso accidente en unas escaleras en Nueva York, que casi le cuesta la vida.
“Me fui por unas escaleras y quedé enterrada en una pared. No me morí porque la pared era de dry-wall, porque si hubiese sido de cemento, me mato. Entonces quedé muy lastimada. (…) Estuve año y medio en rehabilitación”, indicó la cantante.
“Ahí vino el bajón”, dice Trina, refiriéndose a esta etapa que sucedió a la grabación de sus dos primeros discos. “Cuando ya estaba, más o menos, recuperándome, cambiaron la presidencia de Sony Miami (…) Yo rescindí el contrato con ellos porque no podía hacer otro disco así. Yo tenía que estar en muy buenas condiciones y no lo estaba. Entonces yo dejé de cantar mucho tiempo por eso”.
¿Qué significó para ti rescindir ese contrato?
Muy duro, muy duro. En lo afectivo y en lo psicológico fue muy duro. Porque además pasaron muchas cosas, se rompió el contrato, me rompí el cuerpo, se rompió mi relación de pareja. O sea, era la propia canción “Todo se derrumbó” – risas –.
Estuve en un tratamiento, una terapia psicológica, como por un año y entonces es cuando decido montar mi estudio y hacer la música que me gustaba. Producirla yo mismo. Sin disquera (…) Estaba aquí en Venezuela y monté el estudio ahí en La Florida.
De regreso a las raíces
De vuelta al país, Trina decidió dedicarse a la música detrás del estudio. Aprendió a hacer música para cine y empezó a trabajar en la sonorización de películas como “A la media noche y media”, de Mariana Rondón, o “Una abuela Virgen”, de Olegario Barreras. En 2016, llegó la oportunidad de tomar el cargo como directora de Cultura en la UCV, una institución a la que siempre ha estado unida, y la aceptó.
¿Cómo encuentras la universidad ese año?
Los espacios estaban bastante deteriorados. La actividad cultural era casi nula, el presupuesto que estaba asignado para cultura era realmente ínfimo y no generaban ingresos propios. Además que la política se había apropiado de la dirección. (…) Se inició un trabajo de reestructuración.
Despolitizamos la dirección. Es decir, no llegué botando gente, sino simplemente cambiándolos, porque allí se necesitaban trabajadores culturales, no trabajadores políticos. (…) Nos planteamos un trabajo de coproducción con las orquestas. El Sistema, la Gran Mariscal de Ayacucho, la Orquesta Venezuela, la Orquesta de Violas del Sistema. Se conversó con ellos e hicimos toda una programación en coproducción. (…) Es decir, empezamos a hacer una gran campaña para la captación de ingresos propios.
La cultura no tiene bozal. Si no hay libertad de expresión, no hay cultura. La creación no puede tener un bozal, porque tú no puedes crear por encargo
¿Cuáles son los grandes riesgos de que se mezclen la política y la cultura?
Yo creo que no hay forma, porque la cultura no tiene bozal. Si no hay libertad de expresión, no hay cultura. La creación no puede tener un bozal, porque tú no puedes crear por encargo. Ya eso es una industria, ya eso no es ingenio, no es arte. Y cuando eso se politiza se crea el caos, como nos ha pasado en este momento.
Entonces, ¿cómo cree que será el panorama musical de este país en los próximos años?
Bueno, la música siempre va a seguir existiendo. Lo único es que no va a ser plural. No va a ser para todos, a mi entender.
¿Cómo resume Trina todos estos años de carrera?
Yo resumo mi vida artística en eso, ha sido un camino de aprendizaje amplio y profundo. Ha sido un camino duro, sí, pero a la vez aleccionador. Si no hubiese pasado por todo eso, pues no me hubiese conseguido, ni tuviese esta personalidad, este carácter. Y no dejo de decir que la música es bella en todas sus manifestaciones. Voy a seguir en ella. Cantando o no. Produciendo, tras el estudio, escribiendo, pero voy a morir con ella. Porque esa es mi verdad. Me costó encontrarla. La encontré y no pienso divorciarme de ella más nunca.