De la generación boba a la generación de cristal

Felipe González Roa.-

La “generación boba”. Hubo una época en la que los jóvenes venezolanos eran calificados de esa manera, término que incluso llegó a ser utilizado por un antiguo rector de una importante universidad. Bajo este mote se pretendí­a englobar a todo un grupo de muchachos que, por aquellos años, podí­an ser reconocidos como los “hijos de la democracia”, esos que habí­an nacido en los años posteriores a la caí­da de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, especialmente a partir de mediados de la década de 1960.

Los chicos de esa época, pensaban algunos, no habí­an tenido que sufrir las penurias de la tiraní­a, habí­an crecido en una era en la que tení­an prácticamente todo al alcance de la mano y además disfrutaban de las delicias de las innovaciones tecnológicas, empezando por los medios de comunicación y con la televisión en el centro del panorama. Ese aparato, no por casualidad, fue llamado “la caja boba”.

Uno que otro alzó su voz contra ese apodo. Algunos alegaban que esos jóvenes no eran realmente bobos, sino simplemente indiferentes ante lo que ocurrí­a a su alrededor, tal vez únicamente egoí­stas. No tuvieron que enfrentar las adversidades por las que atravesaron sus padres y sus objetivos eran diferentes.

No pretende esta columna desmenuzar las razones de este calificativo a toda una generación, no procura ofrecer argumentos a favor o en contra, pero nunca está de más llamar la atención sobre esa marcada preferencia por la generalización. En un esfuerzo excesivo por buscar respuestas (simples, por supuesto, fácil de entender) a veces se pretende colorear todo del mismo tono. Con cierta frecuencia se olvida que la riqueza está en los detalles y en las diferencias. En los matices.

Las generalizaciones no solo son indebidas, sino pobres y carentes de una absoluta imaginación, mucho más cuando son peyorativas. Pero como los malos hábitos son los más difí­ciles de erradicar sigue presente esa costumbre, esa de mezclar a justos y pecadores.

Casi nunca hay novedades en el escenario y hoy tampoco hay muchas variaciones. Ya no se habla de “generación boba”. Ahora, a los jóvenes de estos dí­as prefiere denominárseles como la “generación de cristal”, intentando denotar así­ una supuesta debilidad de carácter y pretendida fragilidad al momento de intentar sortear las dificultades.

Tampoco es propósito de esta columna ahondar en esta denominación. No solo por falta de espacio, sino también, fundamentalmente, por ausencia de motivación y carencia de aburrimiento. Solo es pertinente decir que “bobos” y “frágiles” han existido siempre, independientemente del paso de los años y de la enumeración de generaciones.

Adonde se mire se encontrará a unos y a otros, eso es indudable, pero quizá también habrá resquicios por los que se puede colar algún representante de una “generación de hierro”, aquellos que, por ejemplo, durante los últimos cinco años encararon todo tipo de contratiempos para estudiar y alcanzar un meritorio tí­tulo universitario.

Solo es necesario pensar en aquellos jóvenes que solaparon sus épocas universitarias (dicen que son los mejores años de toda vida) con “guarimbas” y protestas (a veces dando la vida), cortes de energí­a eléctrica que parecí­an no tener fin, y hasta una pandemia que todaví­a hoy no permite encontrarse en las aulas de clases (el espacio tí­pico de un estudiante).

Aquel que supera todos esos obstáculos, y que con orgullo puede alzar un tí­tulo académico y un diploma al mérito, no puede ser catalogado de “cristal”, tampoco puede ser considerado como alguien “bobo”. Y de esos muchachos hay cientos de ejemplos en la Universidad Monteávila. Muchos de ellos esta misma semana alcanzaron la tan ansiada meta.

Felicitaciones.

PD: Casi siempre los jóvenes de hierro crecen bajo el amparo de brillantes personalidades que, con su ejemplo, marcan el camino de los valores y de los principios. Uno de esos maestros hace poco dijo “hasta pronto”. Hará usted mucha falta, profesor Enrique Planchart. Aunque parezca difí­cil intentaremos no apartarnos de la ruta.*Felipe González Roa es director de la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Monteávila

*Felipe González Roa es director de la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Monteávila

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