El arte de crear

En tono menor

Alicia ílamo Bartolomé.-

En tono menor

Aunque el verbo crear en sentido estricto no le corresponde sino a Dios, el único que puede hace algo de la nada, en sentido amplio y por analogí­a, llamamos creadores a los artistas porque sus obras exhalan belleza y nos llenan el espí­ritu de aromas inefables. Si en nuestra madre Tierra nos rodea y nos deleita la obra maestra de su Creador, la naturaleza, siempre sorprendente en sus paisajes, colores y formas, en la obra cumbre del poeta, el artista plástico o el músico, nos arrebata un no sé qué de divino.

El artista nace, no hay dudas, pero también se hace. Todos venimos a este mundo con la tendencia a una actividad, oficio o profesión. Nadie viene a la vida para ser bueno para nada. Dios no crea nada inútil, sea el hombre, la cordillera de los Andes, un elefante o una chiripa. Sin embargo,  no basta una vocación nata, hay que buscar las herramientas para desarrollarla y confirmarla. Esto es válido tanto para el arte, la ciencia, el deporte o la vida. Todo oficio tiene un lenguaje o técnica para expresarse, si el aspirante a realizarse en aquél no maneja bien éste, mal podrá comunicar lo que siente a quienes quiere dirigirse, sea lector, espectador o usuario.

¿Cómo se puede ser buen escritor si no se conoce a fondo el idioma? Todo arte u oficio tiene su abc y si no se empieza por éste para formarse en su técnica, nunca se llegará a ser experto. Hay muchos, demasiados, aficionados a la escritura, yo una. He escrito tanto en teatro, prosa y últimamente hasta en poesí­a, que podrí­a publicar volúmenes. Afortunadamente no se ha hecho. En estos dí­as me entregaron en la Universidad Monteávila un cerro de papeles con originales mí­os que alguien almacenó con la intención de publicarlos, pero ya no está en la universidad y ahora no encontraban qué hacer con eso, los iban a echar a la basura, pero me preguntaron antes y, claro, pedí­ que me los dieran al menos para revisarlos. Aquí­ los tengo, junto con otros igualmente basura  desconocida. Supongamos que ese arsenal hubiera sido publicado, hasta recibido una buena crí­tica y a un trasnochado académico se le hubiera ocurrido proponerme para la Academia de la Lengua. ¡Jamás hubiera aceptado! ¡Jamás ni nunca! Gran responsabilidad, no domino ninguna lengua, ni la mí­a, la de Cervantes, es ella quien me domina a mí­.

Trato de dar un mensaje a las nuevas generaciones que pretenden seguir una vocación o afición. Si lo quieren hacer, por favor, no prescindan de formarse en la teorí­a y práctica de esa actividad. Sólo dominando primero las reglas de un arte se puede luego romperlas y crear una obra original, revolucionaria. Pocos más heterodoxos que Dalí­ o Picasso deformaron la realidad, dieron un vuelco al arte de pintar que inició una nueva era, pero en un principio pintaron esa realidad con maestrí­a renacentista. Lo mismo puedo decir de los Beatles, eran músicos completos, no canta-autores improvisados, la prueba es que Paul McCartney ha compuesto música clásica o académica. No sólo fueron un hito en la música popular: revolucionaron el mundo.

Alguno me dirá que no busca ser algo grande sino divertirse por ahí­ tocando, cantando, haciendo algún deporte o practicando un hobby artí­stico. Perfecto, si no tiene las facultades sino sólo una afición, serí­a estupidez no disfrutar sanamente de ésta sin meterse en un trabajo arduo para frustrarse intentando metas inalcanzables. Pero si las tiene, serí­a imperdonable que las desperdiciara. Acuérdense de la parábola evangélica de los talentos.

En la actualidad de nuestro paí­s, tan vapuleado y moribundo por un régimen destructor de la civilidad y la cultura, hace falta más que nunca que surjan verdaderos valores en estos campos. Se impone destacarse, ganar posiciones, premios, trofeos, para levantar la moral de la ciudadaní­a. Es indispensable que quien tenga aptitudes para surgir en cualquier actividad honesta, ponga por obra procurar los medios educacionales  para elevarse sobre la mediocridad y no sólo ser aliciente, modelo, ejemplo, sino motivo de alegrí­a nacional. ¡Nos hace tanta falta sonreí­r!

*Alicia ílamo de Bartolomé es Decana fundadora de la Universidad Monteávila

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