Fernando Vizcaya CArrillo.-
La sustentación de estos artículos tienen una doble vertiente. Por una parte está la posición de Rawls que pretende separar la ética de la política como funcionalidad pragmáticamente viable y por otra parte está la posición MacInteryana de inevitabilidad ética en la acción humana, y mucho más si esta es comunitaria. ”La tentación de suprimir la inevitable tensión entre ética y política por uno de sus procedimientos (subsunción de la ética, o subsunción de la política o separación) será permanente, con resultados siempre peligrosos o perjudiciales el estado justo deviene inevitablemente en un totalitarismo aunque sea ilustrado; el realismo político no encontrará límites a la razón del Estado; y la disminución liberal entre lo privado y lo público conduce a la doble moral y a la esquizofrenia cívica” (Rubio Carracedo;1990:21). En todo caso la comparación entre ambos sistemas de pensamiento nos lleva a tener posibilidades apreciables y valiosas de investigación.
Es claro que ambos aspectos –liberal y comunitario- son parte de la tendencia a la educación en matices concretos —no sólo en conocimientos sino básicamente en cultivo de hábitos—en los miembros de las distintas comunidades. Tomar este aspecto como eje central de la vida democrática constituye la búsqueda de acciones repetidas de relación vinculante del ciudadano, que se fundamentan en la justicia, que significa una lucha o esfuerzo racional para resguardarnos de la barbarie que en algunas épocas han desolado a la especie humana. “Ahora bien, digamos que una sociedad está bien ordenada no sólo cuando está diseñada para promover el bien de sus miembros, sino cuando también está efectivamente regulada por una concepción de la justicia” (Rawls,J:1985:21).
Además de los objetivos buscados con este ensayo, quisiera profundizar en algunos aspectos epistemológicos que den solidez a los planteamientos posteriores del trabajo en sí. La posibilidad real de transmisión de unas disposiciones en los ciudadanos que comparten un “estilo” de gobierno, genera la motivación para el estudio más profundo de los niveles y parámetros del funcionamiento, o del no funcionamiento de los sistemas actuales democráticos. Esto permitiría una base de aproximación a los diversos desatinos o distorsiones que se han sufrido y también de los diversos aciertos vividos y construidos en los últimos años. Problemas como “clientelismo político”, “populismo”; “partidocracia”; “obsolencia de sistemas de elección”, pero también la vida del sistema de participación a pesar de los obstáculos y su inclusión en las tradiciones del país, ha hecho imperativo, que se puedan plantear nuevas búsquedas, las cuales, —en este escrito— tienen el sesgo de filosofía del hecho educativo, el cual pretende abarcar todo el entorno social en sus diversos aspectos.
*Fernando Vizcaya es profesor de la Universidad Monteávila