Alicia ílamo Bartolomé.-
Yo no quiero tupir a mis lectores en este periódico digital -digo, si los tengo- siendo recurrente con un tema. En realidad creo que ellos son muy pocos, pues no es lo mismo leer en papel que leer en pantalla, se me hace que a mucha gente le da pereza, sobre todo entre quienes no son por entero de esta era de explosión tecnológica de la comunicación. Para los más jóvenes será al revés: prefieren la pantallita al sabroso tacto del papel periódico. Sabroso para mí, que nací en la primera mitad el siglo XX. Sabroso sentarme en mi sillón -a lo mejor en pantuflas- periódico en mano, abrirlo y lentamente recorrer sus páginas, deteniéndome aquí y allá ante una nota o artículo de mi interés. ¡Qué tiempos aquellos cuando no sabíamos de empresas ni corporaciones Maneiro para mezquinarnos el papel!
Por ejemplo, siempre me interesaron los deportes y las nutridas crónicas sobre el tema que traía diariamente nuestra prensa impresa, me acaparaba bastante tiempo su lectura. Quería enterarme de los resultados del béisbol, el tenis, el fútbol, cuando no había visto las trasmisiones el día anterior, o bien saber de los futuros encuentros. Es más, en tiempos muy lejanos, buscaba con fervor las noticias de la temporada taurina en España, a ver cómo habían salido mis toreros favoritos, porque era una información cotidiana en diarios desaparecidos hace muchos años, como La Esfera.
 Y aquí vuelvo justamente al tema con el cual no quiero tupir a mis posibles lectores: Rafael Nadal y su duodécimo triunfo en último y reciente torneo de grand slam, el Roland Garros, sobre las famosas canchas de arcilla en los jardines de Auteuil y Boulogne-Billancourt, al sur de París. Nadal es el rey en la superficie de tierra batida; el mismo Roger Federer, llamado entre los aficionados su majestad porque no sólo es uno de las más grandes tenistas de la historia y de la actualidad, sino por su elegancia y don de gentes, lo dijo al perder la semifinal con él en esta justa la semana antepasada, que el tenis de Nadal en la arcilla no tiene quien lo iguale.
La final fue con el único que le pisa los talones y le ha ganado, pero no en el Roland Garros, donde también lo venció en la final del año pasado: el austriaco de 25 años Dominic Thiem. El mallorquín reconoce en este joven su rival más cercano. Este año le dio guerra en los dos primeros sets, el primero lo ganó Rafa, el segundo Dominic. Dos sets de un tenis de antología, dos titanes frente a frente, sin embargo, los sets siguientes, para completar cuatro, ganar el partido y el campeonato, fueron del dominio absoluto del español. La fiera agotó a Thiem a pesar de ser 8 años mayor que él. En verdad, el joven debía estar muy cansado porque tuvo que ganar un duro partido la víspera a Novak Djokovic, No. 1 del mundo, realizado en dos días, al ser suspendido por la lluvia, en su mitad, el viernes 7 de junio.
Pero lo importante no es la cantidad inalcanzable de trofeos que haya ganado Rafael Nadal en el Roland Garros y otros campeonatos, lo interesante es su tesón. Fue formado por un entrenador, tutor y conductor insigne: su tío Toni Nadal. Este hombre, como dijo alguien por ahí, lo cinceló, le dio la talla. Le exigió el máximo, la responsabilidad de sus propios actos, sin echarle la culpa a nadie de sus fallas. Así, lo esculpió en reciedumbre y caballerosidad. Nunca se refiere a la actuación de alguien, sea juez o jugador, en contra suya, ni achaca un fracaso a algo fuera de sí mismo, dice jugué mal, no jugué mi mejor tenis; jamás bate con rabia una raqueta contra el suelo; se le ve la cara adusta, los ojos con brillo agudo porque está completamente concentrado. Aunque ha ganado mucho dinero con el tenis, más por lo buen negociante que es, nunca tiene un alarde, un desplante, un engreimiento, es todo sencillez. Ha tenido muchos problemas físicos, sobre todo en una rodilla que lo ha hecho alejarse varias veces de las competencias, pero se repone, no sólo con cirugía y tratamientos, sino por empeño, tenacidad y perseverancia. Vuelve… y vuelve campeón.
¡Ah, qué ejemplar y sabroso tesón! Aprendamos los venezolanos abúlicos, adictos al desaliento y la quejumbre. Para alcanzar la cima hay que escalarla con intrepidez sostenida–
*Alicia ílamo de Bartolomé es Decana fundadora de la Universidad Monteávila