El Instituto de Medicina Tropical se hunde en medio de la precariedad

Gianna Camporeale.-

Ya pasada la 1 de la tarde, pasillos desolados, bañados de la añoranza de quienes alguna vez pisaron con seguridad, sin miedo alguno, cada baldosa, dan la bienvenida al instituto, con la humildad y la unión de cada persona que trabajó para el “buque insigne”, y que hoy se ven obligados a separar por rejas que aprisionan a todos aquellos que deciden seguir prestando sus conocimientos a la ciencia.

De aquel Instituto de Medicina Tropical solo queda un vestigio de lo que alguna vez fue. Fósiles de animales, vidrios rotos, vegetación, corrosión en las instalaciones, salas con indicios de incendios y laboratorios en abandono total es lo que se observa al pasar a lo que fue el bioterio más importante a nivel nacional y una de las principales referencias a nivel internacional.

Sin embargo, la realidad de cada laboratorio de la sede es un mundo distinto. Tras pasar una de las rejas del área, donde se trata la Tipanosomiasis americana, se respira un puro y fresco aire, el orden es un gran aliado cuando de poco espacio se trata, con mucho orgullo el equipo resalta la importancia de mantenerse firme en el trabajo y presume de sus atesoradas muestras.

Es preciso resaltar que fue el 14 de octubre de 1947 cuando se creó el Instituto Dr. Félix Pifano de Medicina Tropical de la UCV, con la finalidad de llevar a cabo actividades de docencia en las cátedras de medicina tropical, microbiologí­a y parasitologí­a, investigaciones como: epidemiologí­a, clí­nica, diagnóstico, biologí­a celular y molecular, proteómica de enfermedades tropicales, entomologí­a, ofidiologí­a y bioquí­mica de parásitos.

Al mismo tiempo se realizan en este centro actividades asistenciales como consultas, servicios de diagnóstico de enfermedades tropicales y asesoramiento a distintas entidades.

Pese a la deserción escolar, actualmente atienden entre 600 y 900 estudiantes anualmente, 300 en cada cátedra, repartidos por niveles; sin embargo, en el pasado llegaron a preparar a más de 2000 estudiantes.

Tras 74 años de su fundación sigue siendo un pilar fundamental en el estudio de cepas que se relacionan con el centro de Medicina Tropical, es reconocido a nivel internacional y mantiene lazos con Brasil, España, Inglaterra, Perú, Argentina, Colombia, Japón, Alemania, Francia y Holanda; además, es el centro de investigaciones más productivo del paí­s y la sede principal del posgrado de las cátedras ya mencionadas.

No obstante, fuentes comentaron que el centro se encuentra afectado por la situación por la que transita el paí­s. El doctor Hernán José Carrasco, jefe del laboratorio de biologí­a molecular de protozoarios del instituto, asegura: “Me tocó vivir lo más bonito del instituto y ahora me toca ver lo más duro, y aguantar, porque quedamos pocos investigadores. Tenemos las ganas pero no los recursos”.

El gobierno es el encargado de financiar al Instituto de Medicina Tropical; no obstante, la Universidad Central “está siendo estrangulada económicamente por el gobierno porque no les interesa una universidad crí­tica”, así­ lo resalta el doctor Oscar Noya, jefe del departamento de estudios sobre la malaria.

Menciona que el financiamiento para la ciencia en el paí­s es de cero bolí­vares y actualmente “estamos al lí­mite de los montos que requerimos, pero tratamos de buscar fondos por medio de organizaciones internacionales“.

Gracias a estos recursos han logrado subsistir, asegura, al mismo tiempo que dice que el instituto se ha convertido en un cementerio de ultracongeladores.

La falta de recursos económicos genera consecuencias claras, como la paralización del posgrado nacional de parasitologí­a que ya lleva cinco años cerrado, ya que –según explica- no se pueden realizar las tesis sin financiamiento.

En cuanto al tema de los insumos para los reactivos y los medicamentos, fuentes comentaron que la escasez llega a niveles alarmantes, solo gracias a la cooperación de los organismos internacionales se ha podido subsistir.

Por esta crisis hay pruebas de diagnóstico que se dejaron de hacer; sin embargo, investigadores realizan estudios para compensar, produciendo reactivos quí­micos para diagnóstico.

En cuanto a los medicamentos, Noya alega que entran “bajo cuerda”, pues actualmente en el paí­s no se pueden recibir porque es considerado ayuda humanitaria, informa.

Es inquietante cómo tras el apagón nacional en las redes sociales se difundió una campaña para conseguir gasoil para la planta eléctrica que surte al instituto.

El especialista aclaró que en ese momento se tuvo que hacer una colecta, en divisas, entre el personal para llenar el tanque de la planta y no perder todas las muestras y los reactivos del instituto.

Sin embargo, indicó que gracias a esta campaña, diversas organizaciones se han acercado a ayudar y, por ahora, aseguran el gasoil, en caso de emergencia.

Sumado a esto, el Instituto de Medicina Tropical en 2 años ha recibido un total de 74 ataques violentos, que han generado la destrucción de los laboratorios y robos masivos. Los empleados y directivos presumen de la participación de grupos irregulares.

“Con todo y esos 74 robos no nos van a intimidar, porque nosotros sabemos que el gobierno va a cambiar, y estamos dando la pelea para la reconstrucción de la universidad y la reconstrucción del paí­s. Dañar el instituto es un suicidio y un genocidio”, afirmó el jefe del departamento de estudios sobre la malaria.

Ante la pregunta de qué pasa si el instituto cierra, el doctor Carrasco fija la mirada y cara a cara responde: “Si el instituto cierra serí­a una gran pérdida, no solo para el paí­s, sino para la humanidad”.

*Gianna Camporeale es estudiante de la Universidad Monteávila

*Fotografias: Gianna Camporeale

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