Vicente Corostola.-
1945. Es el fin de la Segunda Guerra Mundial. Hitler y sus secuaces están liquidados o en camino a la Argentina. Alemania está dividida en cuatro zonas de ocupación comandadas por los Estados Unidos de Norteamérica, la Unión Soviética, Gran Bretaña y Francia. Su capital, Berlín, en 4 sectores. Es el momento de la Guerra Fría. Capitalismo vs. comunismo enfrentados en el ring de boxeo. Esperando la campana, demostrando quien tiene la pegada más dura.
Alemania se divide en dos. El juego de Risk ha comenzado. Alemania del oeste, representada por la República Federal Alemana, y la Alemania del este por la República Democrática Alemana.
El libre movimiento aún era posible. Los conciudadanos de la Republica Democrática comenzaron a entender que su Alemania de gabardina stalinista tenía menos colores que su vecina. Que era opaca y aburrida. El flujo de jóvenes almas que deambulaban sobre la división cada vez era mayor. Los días comenzaban a verse oscuros. Se pensaba en libertades.
Una oscura mañana de 1961 se despertaron los tanques. Las calles fueron cerradas. Las familias separadas. A los alemanes de la Republica Democrática les fue prohibido pisar suelo vecino. Aquello de democrático tenía poco. Los alambres de púas comenzaron a florecer. Las brigadas del concreto vinieron después. Torretas con puntos de mira. Minas antitanque. íreas de la muerte. La orden de disparar estaba firmada. Pocos como el soldado Conrad Schumann se atrevieron a escapar de aquello. El muro comenzó a nacer.
Alemania 1977
Escapando de sus demonios. En busca de la metamorfosis. El duque blanco. David Bowie. Fija su residencia en el 155 de Hauptstrasse del Berlín de la República Democrática. En unos estudios ubicados al lado del muro graba la canción Heroes. Los Volkspolizei que resguardaban el “muro de protección antifascista” no imaginaban que se estaba gestando el himno de una ciudad dividida. El himno a la guerra fría. Con la escena de amor de dos amantes a los pies del muro de las divisiones.
“Puedo recordar / De pie, junto a la pared / Las pistolas, disparadas por encima de nuestras cabezas / Nos besamos, como si nada pudiera caer / La vergí¼enza, está del otro lado / Podemos vencerlos, por los siglos de los siglos / Entonces podríamos ser «Héroes», solo por un día”.
Alemania 1987
Bowie regresa a la sombra del muro en el que cayeron tantos. Esta vez del otro lado. Del lado Federal. El público estaba dividido por la infame pared. Los alemanes del este se acercaron lo más que pudieron. Se les escuchaba cantar. Se envían mensajes de solidaridad. El grito Mauer weg! (¡Abajo el muro!) se hace retumbar. La Stasi prende las alarmas. El mensaje en forma de canción es una amenaza desestabilizadora. La acción de escuchar música es un acto subversivo. La violencia exagerada cambia el estado de ánimo. Centenares de presos. Arde la calle. El pandemónium. La locura. Los hilos tejidos por el aparato comunista se comienzan a romper.
El grito clavado en el viento activó la chispa del motor. Solo seis días después. El presidente Ronald Reagan le pide a su contraparte Mijaíl Gorbachov que tire el muro. La Perestroika estaba a la vuelta de la esquina. La súplica de los versos finales se hace más real.
No somos nada, y nada nos ayudará / Tal vez estemos mintiendo, entonces será mejor que no te quedes / Pero podríamos estar más seguros, solo por un día.
La indignación se había renovado. Dos años más tarde. El bloque comunista entendía que eran otros tiempos. Los pasos de frontera de Austria y Hungría comienzan a flexibilizarse. El Partido Comunista anuncia el libre paso a la Alemania vecina. Miles de ciudadanos de lado y lado comienzan a empujar la aterradora estructura de hierro y concreto. Los alambres de púas son cortados. La muerte inmediata ya no era miedo. Martillo en mano. Poco a poco. Los trozos fueron cayendo. En el mismo lugar de aquel concierto. En el mismo lugar en donde aquellos amantes se convirtieron en los primeros héroes.
Vicente Corostola es profesor de la Universidad Monteávila