Alicia ílamo.-Â
El domingo 10 de junio se cerró el campeonato de tenis, el Grand Slam de París, Roland Garros 2018, con el triunfo en tres sets 6-4, 6-3, 6-2, del rey y leyenda de eso torneo, el español mallorquín Rafael Nadal. Su 11ª final ganada allí, un hito en la historia del tenis, nadie más ha logrado esta hazaña.
En contraste, para la final femenina, disputada la víspera, el galardón fue para la rumana Simona Halep que alcanzó así su primer Grand Slam, ante la estadounidense Sloane Stephens. Un triunfo muy merecido, porque la joven Halep, Nº 1 del mundo no había logrado imponer su calidad en un gran desafío. El empeño de su lucha al fin alcanzó la victoria.
“Rafa” Nadal es otra historia, nació para ganar. Su primer triunfo en Roland Garros fue en 2005, tenía 19 años y logró imponerse, desde ese año hasta hoy 2018, esas 11 veces. No estuvo, por lesiones o porque cayó en la cancha antes de llegar a la final, sólo en los años 2009, 2015 y 2016. Lo logrado en esta última justa parisina es asombroso, sólo perdió un set en todo el desarrollo, en la cuarta ronda, ante el sensacional joven y pequeño argentino Diego (Peque) Schwartzman y, en octavos de final, tuvo un luchado tercer set –que ganó- ante el alemán Maximilian Marterer, ambos jóvenes promesas del deporte blanco, no lejos de alcanzar las grandes metas de sus sueño.
El domingo 10 de junio, Nadal tuvo de peligroso rival a otro joven grande, que hace poco lo venció en el abierto de Madrid: el austriaco Dominique Thiem. Fue un duelo entre la veteranía y la juventud, ganó la primera. Todos esperábamos un juego más reñido, que muy probablemente sobrepasaría los tres sets, ganara quien ganara.
No fue así, porque a pesar de sus grandes y potentes recursos en el arte del tenis, la juventud de Thirm lo traicionó. Se le notó ansioso, impaciente, visiblemente disgustado -y hasta malcriado- cuando se equivocaba y se le escapaba un punto, además, muy pendiente del score. Actitud bastante infantil, lo hacía perder concentración. Y es lo que no se debe perder en cualquier deporte, menos en el tenis que ante el ataque inmediato del contrincante, la respuesta debe ser igual, rápida y rotunda, no hay tiempo de pensar, es un acto reflejo fruto de un gran trabajo previo de preparación.
Aunque Rafa usó algunos recursos y lances poco comunes en él, demostrando un gran avance y madurez en su técnica, no podemos decir que se empleó a fondo, sino en algunos momentos. Hasta lamenté que no perdiera un set, porque cuando lo pierde, entonces se crece, reacciona con un ímpetu de tempestad tropical. Se le nota en el rostro: los rasgos acentuados, duros, esculpidos, los ojos negros brillan fijos, como si ni siquiera parpadeara: es la famosa bestia desatada  y concentrada en la pieza que va a devorar… ¡y la devora!
El domingo 10 de junio de 2018, la fiera no necesito despertar, como despertó en la cuarta ronda cuando el Peque le ganó el primer set. El joven Dominique Thiem es temperamental y estaba muy emocionado. 13 años antes, cuando tenía 11, vio con gran admiración y sueño de emular, a Rafael Nadal ganar el Roland Garros 2005. Ahora lo venció el afán de doblegar al ídolo.
Honor a Marterer, Schwartzman y Thiem, los jóvenes contrincantes de Nadal en esta justa, son de la generación de relevo, camino de la gloria.
Cayó la estadounidense ante la rumana. Cayó el austriaco ante el español.
Las copas 2018 del Roland Garros se quedaron en Europa, pero en manos de los de lenguas romance, de latinos. Esto roza agradablemente nuestra sensibilidad deportiva iberoamericana.
*Alicia ílamo es profesora fundadora de la Universidad MonteávilaÂ