Alicia ílamo Bartolomé.-
Si alguna disciplina ha desarrollado Venezuela en los últimos 70 años ha sido el deporte en su diversidad de ramas. El primero en proyectarse nacional e internacionalmente fue el béisbol, por algo lo llamamos nuestro deporte nacional. Aquel triunfo inédito de los venezolanos en el Campeonato Mundial de Béisbol Amateur en La Habana, el 21 de octubre de 1941, marcó un hito y esa fecha fue declarada como Día del Deporte en Venezuela.
De ahí en adelante nuestros peloteros empezaron a destacarse y fueron llegando a las Grandes Ligas en los Estados Unidos, el primero en pisar éstas fue el gran lanzador Alejandro “Patón” Carrasquel. Después, otros se fueron abriendo camino allí con enorme éxito.
Tenemos a Luis Aparicio en el Salón de la Fama de Cooperstown y, por no alargar con una nutrida lista de nombres, diré que desde esos primeros -pasando por Andrés Galarraga, Omar Vizquel, entre muchos otros- hasta el sensacional José Altuve hoy, nuestros peloteros han ganados numerosos trofeos: campeón bate, guantes de oro, Cy Young…
Este progreso sostenido del pionero béisbol, lo han experimentado luego otros deportes como el fútbol, el básquetbol, el atletismo, el boxeo, la natación, la esgrima, las artes marciales, con varios campeonatos mundiales.
¿Cómo se logró este ascenso sostenido? Por supuesto que hubo un interés en desarrollar el deporte por parte de gobiernos, particulares, colegios, empresarios, que aportaron tanto recursos económicos como técnicos y, sobre todo, entusiasmo. Sin embargo, sin una condición física previa para el deportista no se hubiera logrado mucho.
En la primera mitad del siglo XX Venezuela era un país con enfermedades endémicas, como el paludismo y mala alimentación, eso no sólo diezmaba la población sino que los sobrevivientes eran personas débiles, raquíticas, incapaces para el deporte, sobre todo en las clases populares, que son los semilleros de atletas.
El cambio vino con la democracia, el adelanto de la medicina, la aparición de las vitaminas y la preocupación sanitaria, como la hazaña del Dr. Arnoldo Gabaldón y su eficiente equipo que erradicó el paludismo con la campaña del DDT, fumigando el país entero.
También el bienestar económico propiciado por la explotación del petróleo, el hierro, el progreso agropecuario e industrial, elevó y balanceó la dieta alimenticia. Â Disminuyó notablemente la mortalidad infantil, desapareció el color macilento de los rostros del pueblo, aumentó la talla del venezolano y pudimos tener, procedentes de barrios marginales, deportistas como Andrés Galarraga, nacido y criado en Chapellín.
¿Y ahora? Este artículo, cuyas ideas ya tenía en mente, me lo propició una conversación casual con un maratonista aficionado. Ya no puede practicar este deporte, se le presentó un dolor óseo y el médico le dijo que era por el esfuerzo sin la alimentación adecuada.
¿Y quién puede hoy, en este país, comer adecuadamente? Nadie, porque además de que una gran parte de la población está pasando una verdadera hambre por falta de recursos económicos y la escasez y el precio de los alimentos, los que si tienen dinero no encuentran efectivo, sólo dan 10 mil bolívares por día los bancos y hasta menos, con eso es imposible hacer un mercado; los puntos de venta por tarjeta no están en todas partes o no funcionan.
Estamos acorralados de impotencia por un gobierno dictatorial, espurio y definitivamente satánico por su indiferencia ante el pueblo que agoniza.
Adiós a las glorias del deporte en Venezuela. Se está levantando una generación de desnutridos, si es que superan la tumba. Puede venir el cambio que todos esperamos y el país enderezar su rumbo, pero el mal ya está hecho.
*Alicia ílamo Bartolomé es fundadora de la Universidad Monteávila