Karla Zerpa.-
Los espacios de Caracas están llenos de extraordinarias sorpresas, así es en el caso de la parroquia La Candelaria, lugar lleno de personas, humo y tránsito que se ve marcado por la presencia de un señor que juega el ula ula, realizando acrobacias de todo tipo en medio de la colapsada avenida Urdaneta, en el centro de la ciudad. .
Se llama José Bestilleiro Calviño y tiene 85 años de edad, nació en la ciudad de La Coruña, en España. Es el mayor de seis hermanos y lleva 60 años radicado en Venezuela. Se caracteriza por su resistencia física, su media patilla, su medio bigote y un rosario blanco que cuelga religiosamente de su cuello, elementos que lo han ayudado a convertirse en un artista urbano, que ya cuenta con varios trabajos periodísticos a sus espaldas. “Yo soy famoso, búscame en Internet”, afirma al momento de ser abordado.
Bestilleiro trabajó alrededor de 50 años en gasolineras, pero se tuvo que retirar de su oficio porque se enfermó de los pulmones debido a la aspiración continua del combustible. Poco tiempo después de quedar viudo decidió enseñarle a los niños a saltar la cuerda y a jugar el ula ula en la plaza La Candelaria, de la popular parroquia caraqueña.
“Cuando empecé a enseñarle a los chicos y chicas, ni siquiera sabía cómo se llamaba el aro”, afirmó José, quien reconoció que este compartir lo suspendió cuando los niños comenzaron a romperle sus aros y cuerdas.
“Dios me dio la idea de colocarme en medio de la avenida, un lugar donde pasan las personas y nadie me molesta”, declaró Bestilleiro, quien tiene 12 años practicando esta actividad. El octogenario señaló que su fortaleza va más allá de algo humano. El hacer este ejercicio todos los días, de dos de la tarde a ocho de la noche significa para él vida y resistencia ante todo lo que pasa.
“En los 12 años que llevo en la avenida, llevo peleando con los policías porque no quieren que esté allí”, comentó entre risas, mientras observaba con picardía a los funcionarios de la Policía Nacional Bolivariana que habitualmente vigilan el tráfico capitalino en este sector.
“Soy pensionado pero el dinero no me da para comer, estoy pasando trabajo y mucha hambre”, aseguró el natural de La Coruña, para quien es un hecho negado abandonar el país, a pesar que cuatro hermanos lo esperan en España, pero su apego a Venezuela y el estrés de arreglar los papeles reglamentarios lo atan a la nación que lo cobijó hace más de cinco décadas.
Lo que empezó para Bestilleiro como un juego ahora es su medio para sobrevivir. El hombre de 83 años siempre se ha dedicado a trabajar, huérfano desde los siete años, tuvo que comenzar a ganarse la vida desde temprana edad para ayudar en el mantenimiento de sus hermanos menores. “Nunca tuve la oportunidad de estudiar, porque siempre tuve que trabajar, me tocó ser el hombre de la casa”, indicó sin pesar.
Hoy en día sobrevive a la crisis económica. Este artista nunca aprendió a cocinar y no tiene cocina, vive solo en un apartamento en la parroquia La Candelaria, por lo cual, se ve forzado a comprar comida en la calle.
“Un almuerzo está en 150 mil bolívares, eso es muy caro”, afirmó el jugador del ula ula, mientras recibe las pequeñas donaciones de las personas que pasan a su alrededor, tanto a pie como en vehículos automotores. No son pocos los que tienden una mano al español. Cada colaboración es recibida con un “Dios lo bendiga”, mientras los niños lo ven como un superhéroe que juega en medio de la isla con unos aros.
Poco le importa si en ese momento el tráfico para su andar, a pesar de los pitos de los funcionarios policiales que tienen 12 años intentando sacarlo de la concurrida isla de concreto, pero para Bestilleiro el contacto con la gente es vital, disfruta cada saludo y cada sonrisa.
La testarudez de este español vale más y con el paso de los años él mismo ha sabido crearse su propia imagen, al extremo que pide fotos a periodistas y estudiantes y se presenta como el “jugador del ula ula” en entidades bancarias cuando va a realizar algún trámite en particular.
Las horas del día pasan mientras el ula ula sigue girando, hasta que toca el regreso a casa. Una rutina que cuida de lunes a lunes. Al día siguiente regresará al mismo punto, a pesar de la reticencia de los policías.
*Karla Zerpa es estudiante de la Universidad Monteávila
*Roberto Carrasquel es estudiante de la Universidad Monteávila