Rafael J. Avila D.-
En el artículo anterior, luego de haber culminado la revisión de las consecuencias causadas por las formas en que el gobierno trata de resolver la inflación -un corregir errores con errores-, lo que podemos llamar efectos colaterales de la inflación, y que no son muy evidentes; y luego de haber hecho reflexiones en cuanto al tema inflacionario, continuamos planteando las que podrían ser algunas soluciones al tema. En este artículo, continuaremos planteando otras.
Ya comentamos sobre amarrar las manos al gobierno vía cláusulas legales, sobre la responsabilidad que se requiere del estamento político, sobre medidas o reglas monetarias como el patrón oro, competencia de monedas, dolarización, sobre instaurar una caja de conversión, sobre la regla del NGDP Targeting, sobre una estrategia integral para des-indexar la economía, sobre la NRI Rule y sobre la Regla de Taylor.
Continuemos revisando lo que podrían ser algunas soluciones a la inflación, trabajando sus causas, y así evitar sus muy nefastas consecuencias. Recordemos que para resolver el problema inflacionario los gobiernos acuden a controles de precios con el argumento que si la inflación es el alza de los precios, entonces la solución es sencilla: controla el precio. Y ya hemos reflexionado en artículos anteriores, que esa terapia no sólo no resuelve el problema de fondo, sino que además empeora la situación con terribles consecuencias.
Hemos hecho un diagnóstico en muchas aristas del problema, y espero haber logrado transmitir la idea de lo importante que sería para nuestras sociedades el control de la inflación.
Lo primero es recordar el origen del problema y enfocar al responsable: el gobierno. Entonces, si la raíz de todos los problemas enunciados a lo largo de esta serie de artículos está en la inflación, y esta sólo la puede generar el gobierno, pareciera que lo que hay que hacer es evitar la inflación, forzando a que el gobierno no la genere.
Veamos otra medida que controlaría la inflación, pero que requiere de un Parlamento alineado a los intereses del pueblo.
Regla de Friedman o regla monetarista:
La regla monetaria desarrollada por Milton Friedman, galardonado con el Premio Nobel de Economía en 1976, se basa en la teoría cuantitativa del dinero, presentada por Irving Fisher en su obra Purchasing Power of Money, de 1911, aunque la idea ya venía desarrollándose desde la Escuela de Salamanca, luego en los fisiócratas, como Richard Cantillon, y en David Hume.
Fisher presenta la siguiente ecuación: M x V = P x T
Donde,
M: es la oferta monetaria.
V: es la velocidad promedio de circulación del dinero.
P: es el nivel general de precios en la economía, considerando todas las transacciones, tanto de bienes y servicios finales como de factores de producción.
T: es el número total de transacciones en la economía; tanto las de bienes y servicios finales como las de factores de producción, puesto que la demanda y oferta de dinero incluyen a todo el mercado y no sólo al mercado de bienes y servicios finales.
Luego Cambridge reacciona a la propuesta de Fisher con una versión de la teoría cuantitativa: propuesta por Arthur Pigou en su paper The Value of Money (1917), y completada en su desarrollo por John M. Keynes y Dennis Robertson. La ecuación de Cambridge es la siguiente: M = k x P x y.
Donde,
M: es la oferta (nominal) de dinero.
P: es el nivel de precios de bienes y servicios finales (la conocida inflación), el mismo utilizado en el deflactor del PIB. No se consideran los factores de producción. La variable P sería igual, tanto en Fisher como en Cambridge, si los factores de producción tuviesen precio igual a cero. Gracias a esta diferencia en la variable P, aparece la necesidad de decidir cuál es el corto y el largo plazo, dado que los precios de los factores de producción se reflejarían en los precios de bienes y servicios finales a largo plazo, emparejando ambas ecuaciones: esto puede afectar el target de PIB nominal de la política monetaria que tenga un banco central.
k: es la demanda de dinero o proporción del ingreso real que se desea atesorar.
y: es el ingreso real.
Por lo anterior es que se dice que V es el inverso de la demanda de dinero: V = 1/k; lo que aunado al supuesto de que y/T es una constante, lleva a juntar ambas ecuaciones, la de Fisher y la de Cambridge, en la tradicional conocida de los libros de texto: M x V = P x y.
En esta versión, la de Cambridge, V es la velocidad de circulación sólo de bienes y servicios finales (excluyendo el mercado de factores de producción).
Pero Friedman acaba con este dilema al lograr que tome preponderancia la ecuación: M x V = P x y
Donde,
M: es la oferta monetaria.
V: es la velocidad de circulación del dinero.
P: es el nivel general de precios.
y: es la producción real o física de bienes y servicios.
Esta última ecuación facilita el contrastar con la evidencia empírica mejor que la ecuación MV = PT, pues existen mediciones estadísticas de «y» y no de T. El mismo contraste empírico llevó a asumir que V = 1/k, y que y/T es constante. De hecho, Friedman estudió empíricamente la variable de velocidad del dinero V, llegando a la conclusión que cuando hay estabilidad de precios, V suele mantenerse estable.
El objetivo de la regla monetaria de Friedman es la estabilidad del nivel general de precios, P. Es decir, evitar tanto el alza del nivel de precios, inflación, como su caída, la deflación.
De la ecuación cuantitativa M x V = P x y, tenemos que P = M x V/y.
Si el objetivo es mantener P estable, Friedman propone ajustar M para equilibrar la ecuación, cualquiera sea la dinámica que tomen las demás variables V, P, y.
Entonces:
Asumiendo como fijas el resto de las variables, ceteris paribus, si se da un aumento en la producción real de bienes y servicios, «y», los precios tenderían a caer, generando deflación, que es un fenómeno que para algunos teóricos y policy makers es tan temido como la misma inflación, por los desincentivos al consumo que puedan darse y, por ende, el efecto en la producción y el empleo. Por esta razón, el Banco Central debería reaccionar aumentando la oferta monetaria, M, para retornar los precios a su nivel inicial, manteniéndolos estables.
En ese mismo orden de ideas, si los precios P cayeran, ceteris paribus, el Banco Central debería evitar la deflación aumentando la oferta monetaria, M, independientemente de la razón por la que los precios caigan.
Por otra parte, si la velocidad de circulación, V, cayera, ceteris paribus, los precios en la economía también tenderían a caer, por lo que el Banco Central debería reaccionar aumentando la oferta monetaria, M. En todo momento que se observe una contracción de la oferta monetaria por caída de la velocidad de circulación, se debe aumentar la oferta monetaria, M, con el fin de estabilizar el nivel general de precios.
Es importante mencionar que el Banco Central debe ser cuidadoso al aumentar la oferta monetaria como medida para retomar la estabilidad de precios, pues un aumento de M mayor al necesario produciría inflación.
La crítica a la Regla de Friedman es similar en parte a la que se puede hacer a la Regla de Taylor, ya comentada: cómo definir la meta óptima de inflación, cómo incorporar aumentos de productividad de los factores, lo que suele producir deflación, y así evitar distorsiones en los precios relativos; y cómo pronosticar y acertar el crecimiento real de la economía, para luego definir el crecimiento que tendrá la cantidad de dinero en circulación, y así lograr la anhelada estabilidad de precios.
Aunque muy práctica, la Regla de Friedman no es perfecta; presenta sus problemas. Tiene sus beneficios y también sus limitaciones. Claro está, sin duda supera en beneficios al manejo discrecional y arbitrario de la política monetaria.
Bueno amigos, dejémoslo en este punto por los momentos. En el próximo artículo continuaremos planteando las que podrían ser algunas soluciones al problema inflacionario, como por ejemplo, instaurar y ceñirse a otra regla monetaria.
Entender la economía política de la inflación y de los controles, identificar ganadores y perdedores, nos permite entender por qué es difícil cambiar el statu quo.
Rafael J. Avila D es Decano de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la Universidad Monteávila