Rafael J. Avila D.-Â
En el artículo anterior, luego de haber culminado la revisión de las consecuencias causadas por las formas en que el gobierno trata de resolver la inflación -un corregir errores con errores-, lo que podemos llamar efectos colaterales de la inflación, y que no son muy evidentes; y luego de haber hecho reflexiones en cuanto al tema inflacionario, continuamos planteando las que podrían ser algunas soluciones al tema. En este artículo, continuaremos planteando otras.
Ya comentamos sobre amarrar las manos al gobierno vía cláusulas legales, sobre la responsabilidad que se requiere del estamento político, sobre medidas o reglas monetarias como el patrón oro, competencia de monedas, dolarización, sobre instaurar una caja de conversión, sobre la regla del NGDP Targeting, sobre una estrategia integral para des-indexar la economía, y sobre la NRI Rule.
Continuemos revisando lo que podrían ser algunas soluciones a la inflación, trabajando sus causas, y así evitar sus muy nefastas consecuencias. Recordemos que para resolver el problema inflacionario, los gobiernos acuden a controles de precios, con el argumento que si la inflación es el alza de los precios, entonces la solución es sencilla: controla el precio. Y ya hemos reflexionado en artículos anteriores, que esa terapia no sólo no resuelve el problema de fondo, sino que además empeora la situación con terribles consecuencias.
Hemos hecho un diagnóstico en muchas aristas del problema, y espero haber logrado transmitir la idea de lo importante que sería para nuestras sociedades el control de la inflación.
Lo primero es recordar el origen del problema y enfocar al responsable: el gobierno. Entonces, si la raíz de todos los problemas enunciados a lo largo de esta serie de artículos está en la inflación, y esta sólo la puede generar el gobierno, pareciera que lo que hay que hacer es evitar la inflación, forzando a que el gobierno no la genere.
Otras medidas que controlarían la inflación, pero que requieren a un Parlamento alineado a los intereses del pueblo, son:
Regla de Taylor:
Inicialmente hay que aclarar que no existe una Regla de Taylor, sino una familia de Reglas de Taylor. Sin embargo, aquí nos limitaremos a ilustrar la Regla Clásica de Taylor, por ser la más conocida.
Se trata de una ecuación relativamente sencilla que determina la tasa de interés de referencia del banco central, en función de unos pocos parámetros económicos.
La Regla de Taylor fue originada como una descripción de la política de la Reserva Federal estadounidense o Federal Reserve (Fed), según tres parámetros básicos: inflación, exceso de capacidad productiva (Output gap), y meta de inflación. La tasa de interés que fijará el banco central toma en cuenta: el tipo real de interés de equilibrio (compatible con el crecimiento a largo plazo), la tasa de inflación meta u objetivo, la desviación de la inflación respecto al objetivo que se haya trazado el banco central; y, la brecha de producción, o desviación porcentual del producto interno bruto del período, relativa a su nivel potencial.
La Regla de Taylor no surgió como una receta, sino como una descripción de lo que la Fed parecía hacer en la práctica, convirtiéndose luego en una especie de guía para evaluar la política monetaria.
La ecuación en la que se basa fue introducida por el profesor de la Universidad de Stanford, en Estados Unidos, John B. Taylor, en 1993, como una descripción de la política de la Fed, y tomó popularidad gracias a que era relativamente sencilla y permitía hacer previsiones de tasas de interés de los bancos centrales, con unas pocas variables.
Se trata de la learning-by-doing strategy. Taylor no impone límites a la Fed; sólo describe cuál es la regla que la Fed debe aplicar para seguir haciendo lo que siempre hizo.
En la Regla de Taylor la tasa de interés objetivo (target) del banco central va a depender de estas variables del siguiente modo: En la medida que haya capacidad productiva en exceso, una baja tasa de interés incentiva la economía. A medida que el exceso de capacidad productiva comienza a eliminarse y aparecen síntomas de inflación, entonces la tasa de interés objetivo del banco central debe incrementarse.
Si el PIB cae, entonces la diferencia del último término de la ecuación se incrementa, dado que esta diferencia es negativa, la tasa de interés nominal objetivo del banco central debe disminuir de acuerdo a la caída del PIB sensibilizado por el parámetro «a». Es decir, «a» indica qué tan fuerte debe responder la tasa de interés ante cambios en la diferencia de lo que se produce (PIB) con lo que se puede producir (PIB potencial), de forma similar a una elasticidad.
A medida que el exceso de capacidad productiva se va eliminando, la tasa de interés se va ajustando al alza. Si el output gap es cero, entonces sólo entra en juego el término de inflación. Si asumimos que el PIB no puede ser mayor al potencial, entonces cuando se llega a este punto (output gap igual a cero), si la política monetaria sigue siendo expansiva la tasa de inflación va a comenzar a aumentar, y por lo tanto, el segundo término comienza a incrementarse. Esto hace que la tasa de interés objetivo deba corregirse sensibilizada por el parámetro «a» que le corresponde.
De este modo, estos dos componentes, el referido al PIB y el referido a la inflación, guían la tasa de interés objetivo que definirá el banco central.
Si el output gap es cero y la inflación observada coincide con la meta de inflación (anulando también esta brecha), entonces se obtiene una relación muy conocida, el llamado Efecto Fisher, en su versión simplificada.
La Regla de Taylor asume que es posible incentivar la economía con una disminución en la tasa de interés. Este aspecto denota influencia keynesiana en la regla; basta con recordar la famosa Curva de Phillips, que muestra un trade-off entre inflación (o poder de compra, valor de la moneda) y tasa de desempleo (muy relacionado al PIB): indica que es posible abatir el desempleo con políticas monetarias expansivas (inflacionarias). Algunas de las más importantes escuelas de pensamiento económico, y así sus teóricos más representativos, coinciden en opinar que este beneficio puede lograrse en el corto plazo; sin embargo difieren en sus efectos de largo plazo, razón por la que podrían estar en desacuerdo o no con la aplicación de la Regla de Taylor.
Una crítica podría ser, al tratar sobre los efectos microeconómicos de llevar de esta forma la política monetaria, que al aumentarse la tasa de interés, luego de alcanzar anular el output gap, los proyectos de inversión emprendidos por el estímulo de las tasas bajas podrían ser ya no rentables, cerrándose así estos proyectos, lo que produciría entonces una caída del PIB, a menos que se siga manteniendo una política monetaria expansiva. Esto recuerda a la imagen de las burbujas que se inflan y estallan.
Bueno amigos, dejemos por los momentos hasta este punto a la Regla de Taylor, para continuar revisando sus críticas e ilustrar su aplicación con un ejemplo sencillo, en el próximo artículo.
Entender la economía política de la inflación y de los controles, identificar ganadores y perdedores, nos permite entender por qué es difícil cambiar el statu quo.
*Rafael J. Avila D. es decano de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la Universidad Monteávila