Transporte se une al coro de problemas de los caraqueños

Rafael R. Vargas.-

Paradas repletas de pasajeros se observan a diario. Foto: Betania Ibarra

Durante los últimos meses el tema transporte se ha sumado a los factores de crisis para el ciudadano común. El constante incremento del pasaje ha hecho que deba considerarse los gastos diarios y mensuales que ahora mellan un poco más el bolsillo de los caraqueños. Al mismo tiempo que se evidencia un mayor deterioro del sistema masivo Metro, que debe absorber a una gran cantidad de usuarios de la capital.

A la par de los incrementos que han llevado la tarifa por viaje de 80 a 700 bolí­vares en menos de un año, y que amenaza con ascender a mil bolí­vares para finales de 2017, se ha visto una merma de unidades del transporte público, al servicio de la ciudadaní­a. Algunos usuarios aseguran que esto obedece a una medida de presión para obtener la aprobación del gobierno, mientras que los transportistas hablan de crisis económica y fallas en la adquisición de repuestos.

Cada uno de los ajustes realizados en el último año ha sido de manera informal, haciendo uso de falsas copias de gacetas oficiales en unos casos, y, en otros, simples cartelones con el monto a pagar. El precio del pasaje aprobado por el ministerio del Transporte es de 180 bolí­vares, ajuste realizado el 1ero de agosto.

Lo cierto es que los pasajeros deben sortear mil inconvenientes en la ví­a para llegar a sus destinos. Desde tomar el autobús hasta cubrir el costo mensual del transporte, que ya asciende a 28 mil bolí­vares, si solo usan dos unidades al dí­a, lo cual equivale al 15% del salario mí­nimo.

Para Ibeth, pensionada, de 64 años de edad, la camioneta es su principal medio de transporte. La mujer evita el Metro de Caracas, debido al colapso que presenta. Le teme a los golpes y atropellos diarios en esta ví­a. A ella, como pasajera regular, le afecta el aumento del pasaje, a veces le es imposible pagarlo y solo puede recurrir a la única opción viable que tiene: caminar hasta su destino.

Pasajeros impacientes toman sus puestos en unidades abarrotadas. Foto: Betania Ibarra

“Yo no trabajo. Vivo solamente de mi pensión. A veces pago con lo que tengo en la cartera, porque no me alcanza. Algunos choferes se ponen agresivos, pero uno no puede hacer más nada”, indicó al mismo tiempo que enumeró los hechos irregulares que se viven a diario dentro de los vehí­culos por puesto, desde personas pidiendo “colaboraciones” en tono amenazante hasta robos de celulares y carteras.

En el caso de Milagro Soteldo su única opción es sufrir el colapso del Metro de Caracas, sistema que odia, que considera caótico e inseguridad pero al que solo le destina, si acaso, 160 bolí­vares de su sueldo mensual. “Si no uso el Metro no me alcanza para comer, además jamás llegarí­a a tiempo a mi trabajo de Petare hasta Plaza Venezuela. Todos los dí­as voy dispuesta a meter empujones para poder entrar, es la única manera de subir al vagón”.

Por su parte, Fredy Ramón Durán, conductor activo de la Lí­nea de Los dos caminos, asegura que la crisis que atraviesa el sector es producto de la falta de repuestos  y los altos costos de los pocos que se consiguen. El hombre que se levanta todos los dí­as (de lunes a sábado) a las tres de la mañana para encender su vehí­culo y comenzar la aventura de su dí­a a dí­a, rechaza la situación que vive actualmente.

“No hay producción, solo decadencia. Tenemos más de 20 carros de la alta ruta paralizados por falta de motor, transmisión y caja. No hay repuestos de este tipo en ningún lado. Nadie nos subsidia. Nadie se voltea a ver lo que está pasando a diario por estas calles”, se lamentó Durán.

El conductor solo gana el 30% de los ingresos recogidos al final de la semana, que podrí­a variar entre 70 y 80 mil bolí­vares, lo que a veces no le alcanza para llevar un plato de comida a la mesa, según confió. Por ello, no solo trabaja como conductor, sino que, junto a su esposa, vive de la conserjerí­a para poder cubrir todos los gastos de su familia.

El costo del ticket del Metro de Caracas es de cuatro bolí­vares. Foto: Betania Ibarra.

“Nos alcanza para medio comer. Ahorita acabo de comprar dos harinas de trigo, 30 mil bolí­vares En eso se nos va medio salario y todaví­a falta”. Asimismo, lamentó que los hechos delictivos sean cada vez más frecuentes en casi todos los itinerarios que debe cubrir:

“Los delitos son en todas partes. Se montan, atracan a los pasajeros y, en las mejores ocasiones, se van. Esta mañana nos iban a robar dos tipos, pero se bajaron porque habí­a un conocido de ellos ahí­ sentado. Salieron corriendo por el Luvebras, hacia arriba. Y eso ocurre a toda hora. Yo estoy manejando hasta las seis de la tarde por la inseguridad”.

Virgilio Antonio ílvarez, de 61 años de edad, lleva más de 25 años trabajando como conductor de autobús. Estudió hasta tercer año de bachillerato porque sus padres no podí­an pagarle los estudios. Asegura que hoy en dí­a no es viable este trabajo, ya que el sistema ha cambiado mucho al pasar de los años.

A ílvarez le recae sobre sus hombros el peso de una familia numerosa. Debe mantener a sus cuatro hijos, junto con su esposa, pagar alquiler y llevar el pan a la casa; por lo cual, se le hace cuesta arriba administrarse con el poco porcentaje que le queda de su jornada semanal.

“Los 700 bolí­vares no alcanzan. Un caucho te vale casi cinco millones de bolí­vares. Un litro de aceite está entre 200 y 100 mil bolí­vares. Los repuestos están inaccesibles, si es que los hay”, afirma el conductor, quien agrega que a veces solo le quedan 60 mil bolí­vares y con eso debe pagar al colector, el estacionamiento y la comida.

“Al dí­a siguiente, no tengo nada más que el volante para seguir. No sé realmente a dónde va el porcentaje que se deberí­a utilizar para los repuestos. El gobierno dice que nos subsidia, pero, en realidad, ni siquiera nos toman en cuenta. El otro dí­a llegaron solo seis cauchos y en la lí­nea hay más de 130 autobuses. No se puede beneficiar a un solo chofer. El gobierno acapara todo para su beneficio y a nosotros no nos queda nada”, se lamentó al mismo tiempo que aceleró la marcha.

*Rafael R. Vargas ([email protected]) es estudiante de la Universidad Monteávila

*Betania Ibarra ([email protected]) es estudiante de la Universidad Monteávila

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