EDITORIAL | La democracia de los ciudadanos

No es solo por el respeto de los derechos humanos ni por el esquema de pesos y contrapesos que pretende evitar el abuso de los poderosos. No se trata únicamente de elegir a los gobernantes ni de poder libremente expresar ideas y pensamientos. La democracia realmente encuentra su sentido, su fuerza y su motivación, en la conciencia cí­vica de cada persona, cada mujer y cada hombre que comprenda que, más que un sistema de gobierno, la democracia es una forma de entender la vida.

En los aciagos momentos como los que actualmente atraviesa Venezuela, donde se destruye el respeto a las instituciones y se quiere imponer un dominio hegemónico en el paí­s, es precisamente cuando los ciudadanos deben reconocer cuál es su papel en democracia y por qué deben cultivarla dí­a a dí­a. Es hoy cuando todos deben hacer una profunda reflexión y darse cuenta de los errores que, a lo largo de décadas de historia, han hecho de la democracia venezolana una palabra excesivamente manoseada pero escasamente valorada.

Democracia parte del reconocimiento propio del individuo como un ser valioso y especial, pero que no logra definirse lejos de sus semejantes, a quienes ve y en quienes se ve. Solo cuando el ser humano conoce, reconoce y se reconoce en el otro es cuando realmente empieza a respetar un sistema de convivencia que logre generar las mejores condiciones de vida para todos. Es entonces cuando nace la tolerancia, y de allí­ el respeto y el amor. La libertad y la igualdad solo pueden ser garantizadas por la fraternidad.

Una persona genuinamente formada en democracia serí­a incapaz de acallar un foro polí­tico solamente porque recoja las ideas de su adversario; ni pretenderí­a evitar que el periodismo libremente difundiera informaciones y opiniones que revitalicen el debate público.

Un ciudadano, en toda la extensión de la palabra, jamás habrí­a golpeado y pretendido humillar a una profesional, a una periodista, a una mujer que simplemente cumplí­a con su trabajo; ni permitirí­a que miles de personas, ancianos, adultos, niños, se desgastaran lentamente bajo el sol mientras aguardan en una larga fila para poder hallar algo que comer.

Solo aquel que jamás haya entendido qué es la democracia se enriquecerí­a sin el mí­nimo pudor con dinero proveniente de las arcas públicas, privilegiando egoí­stas placeres y sabores sobre las necesidades básicas de un pueblo. Solo alguien que no valore la democracia podrí­a estar indiferente mientras otros escarban en los miserables fondos de una bolsa de basura.

En estos dí­as de insólitas sentencias emitidas en predios judiciales, de extrañas negaciones desde el palacio de gobierno, de crueles amenazas y abusos de soberbios, es cuando más los venezolanos deben darse cuenta de qué se trataba todo esto. Ya es el momento que, al fin, en Venezuela se recuerde y no se olvide que la democracia, el gobierno del pueblo, por el pueblo, y para el pueblo, solo se salvará cuando ese pueblo entienda qué es lo que significa ser ciudadano.

Un comentario sobre “EDITORIAL | La democracia de los ciudadanos

  1. Dónde está la Ley Orgánica sobre el derecho de las mujeres a una vida libre de violencia? Es una situación que indigna

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