OEA y Unasur disputan peso geopolí­tico en Latinoamérica

Arturo J. Jáuregui Beyloune.-

La OEA integra a todos los paí­ses de América, excepto Cuba. Foto: Cortesí­a OEA
La OEA integra a todos los paí­ses de América, excepto Cuba. Foto: Cortesí­a OEA

Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial en 1945 las naciones del mundo han procurado establecer mecanismos de alianzas estratégicas en distintos ámbitos con la finalidad de, al menos en aquel momento, no caer una vez más en matanzas de talla global. Ese esfuerzo se consumó en la creación de organismos internacionales, siendo la Organización de Naciones Unidas (ONU) la principal por excelencia. Sin embargo, también se han creado otras cuya extensión territorial no es planetaria sino regional, siendo la primera de ellas la Organización de Estados Americanos (OEA), fundada en 1948. La Unión Europea es también un organismo regional.

Cuando la OEA se fundó estaba integrada por 20 paí­ses y para 1991 ya habí­a 31. Desde su nacimiento hasta nuestros dí­as dicha organización ha tenido un papel sin duda influyente, no obstante en el mismo perí­odo se han creado otros organismos también regionales pero con objetivos más especí­ficos o –si cabe el término– menos globales, por ejemplo el Mercado Común del Sur (Mercosur), la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), siendo el par último fundado en 2004 y 2011, respectivamente. Cada uno de ellos ha tenido particular influencia en la geopolí­tica, principalmente, americana.

El papel de la OEA en sus primeros 30 años de existencia fue de suma importancia e influencia tremenda. En 1978 entró en vigencia la Convención Interamericana de Derechos Humanos cuyo artí­culo 33 establece la creación de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y de la  Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH). Ambos organismos generan el Sistema Interamericano de Protección de Derechos Humanos, que pertenece a la OEA pero es autónomo de ella.

Almagrado invocó activación de Carta Democrática. Foto: Cortesí­a OEA
Luis Almagro es el secretario general de la OEA. Foto: Cortesí­a OEA

Debido a la inestabilidad ideológica del centro y el sur de América ha habido ciertos descontentos causados por la influencia diplomática de los Estados Unidos en las relaciones internacionales, particularmente en las de sus vecinos del continente. Este factor y otros elementos se conjugaron, de un modo u otro, causando así­ la creación de organismos regionales, especí­ficamente la Unasur, fundada en 2004 y ratificada en 2011, y la Celac, también constituida en el 2011. Estas instancias han afectado el peso geopolí­tico de la OEA.

Al focalizar sus principales aristas en las que estos tres organismos en cuestión (OEA, Celac y Unasur) se involucran, el elemento geopolí­tico adquiere matices. Ab initio, la OEA poseí­a un poderí­o que abarcaba desde lo polí­tico hasta lo económico, cubriendo lo cultural. Sin embargo, en virtud del surgimiento de las otras dos, la influencia en la economí­a americana ha disminuido considerablemente. Sucede que el principal ámbito de trabajo de la Celac y la Unasur es el económico.

Es evidente que, en el caso de la Celac, hay mayores similitudes en las polí­ticas económicas entre los paí­ses latinos y caribeños que en el caso de la OEA, más aún en los paí­ses suramericanos (únicos miembros de la Unasur). Tal es el objeto económico que la Unasur creó, a pesar de las crí­ticas referentes a su potencial fracaso en el tiempo, el Banco del Sur, y hecho con el principal objetivo de crear una moneda de curso legal única en los paí­ses del Sur de América. La Celac, de la misma manera, ha propiciado ciertas alianzas estratégicas entre sus paí­ses miembros, no obstante la relación entre los integrantes de la Unasur es más estrecha que las de la Celac, por la misma razón de la similitud entre las realidades polí­ticas e, inclusive, por la historia en común.

Ernesto Samper es el secretario general de Unasur. Foto: Cortesí­a Unasur
Ernesto Samper es el secretario general de Unasur. Foto: Cortesí­a Unasur

A manera de aclaratoria, es necesario mencionar brevemente al Mercosur: como la Celac y la Unasur, el Mercosur se ciñe a lo económico, sin embargo su ámbito territorial se reduce al subregional debido a que plantea la unión, al menos en teorí­a, de naciones que comparten un mercado natural y común, valga la redundancia, entre todos.

A pesar de la influencia económica de la Celac y la Unasur, (aquí­ se retoma el tema de la protección a los derechos humanos) la influencia polí­tica de la OEA, si bien ha evolucionado, siguen siendo de gran importancia, principalmente por el ya mencionado Sistema Interamericano de Protección de Derechos Humanos, cuyos organismos componentes son la Comisión y la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Ambos organismos han afectado notablemente el tema de la inestabilidad ideológica dicho antes. Como ha demostrado la historia, muchos gobiernos en Latinoamérica han sido  propensos a la violación de derechos humanos, por lo que han sido llevados ante le Corte Interamericana, apoyada en la Convención Interamericana de Derechos Humanos. La ayuda de la Comisión Interamericana ha sido crucial ya que ésta se encarga de monitorear a los paí­ses firmantes de le Convención. Venezuela abandonó la Convención en 2012.

Ciertamente la relevancia de la OEA ha mermado desde el final del siglo pasado, mas eso no significa que ha quedado cual souvenir de lo que fue ni menos que se volvió obsoleta, simplemente su influencia se ha armonizado –quizás no tan afinadamente– con el elemento económico, en el cual la influencia de la Celac y principalmente de la Unasur es mayor.

* Arturo J. Jáuregui Beyloune es estudiante de Derecho de la Universidad Monteávila.

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