«Hay que construir una democracia adaptada al Medio Oriente»

Miguel Teixeira.-

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La guerra ha dejado en ruinas a ciudades como Alepo. Foto: Cortesí­a ONU

Al pensar en Siria en el dí­a de hoy solo vienen a la mente imágenes de dolor, inhumanidad y atrocidades que son causadas por la terrible guerra que se desarrolla en este paí­s. El germen bélico que hoy se manifiesta a plenitud podrí­a remontarse a la toma del poder, a través de un golpe de estado, por el fallecido ex-presidente Háfez al-ísad en el año 1971, pero no necesariamente por los actos cometidos por este si no por el legado que dejó a su hijo, y eventual sucesor, Bashar al-ísad.

Para entender de manera óptima la ruptura de la paz en Siria es necesario comprender que el paí­s está divido en tres facciones que se desprenden del Islam, el sunismo, alauismo y el chiismo. De estas, los sunitas son mayorí­a pero el gobierno responde a la creencia alauita, que representa a tan solo el 12% de la población. Esto se traduce en una oposición mayoritaria que, a finales del 2010, a raí­z de la inestabilidad social que atravesaban los paí­ses en el norte de ífrica y Medio Oriente, se manifestó en contra de la dictadura militar de Bashar al-ísad a finales del 2010

La respuesta de parte del Estado, a través de la violencia, fue contundente, siguiendo los pasos de su padre que habí­a sometido con éxito a los insurgentes que protestaban en contra de su gobierno. El resultado no pudo ser más desastroso: una guerra civil se desató en Siria debido a los roces entre la creciente oposición, el gobierno sirio y las fuerzas del Estado Islámico que buscaban expandir su territorio. Desde ese entonces por lo menos 200 mil personas han muerto y se han generado más de 3 millones de refugiados.

El complejo cuadro hace difí­cil determinar una solución para el conflicto interno de Siria. El ex embajador Milos Alcalay comenta que los más afectados son los civiles del paí­s. “Tenemos una población que es como un jamón en un sándwich, aplastados entre la violencia interna y externa”, expresa.

En primera instancia se podrí­a estimar que la solución se encuentra en la salida del poder de Bashar al-ísad, a lo que Alcalay responde que no es una medida milagrosa pero si lo considera el primer paso para la estabilización del paí­s. Ante esto, es prudente recordar las experiencias similares en Sudán o Somalia, donde se buscaba el mismo objetivo pero se terminó por obtener un estado fracasado. Ante esto el internacionalista asevera que “hay que construir una nueva realidad. Una democracia adaptada al Medio Oriente”.

El panorama internacional

En el ámbito internacional el panorama no es muy diferente. Las principales potencias, Estados Unidos y Rusia, se encuentran en polos opuestos. Moscú apoya el gobierno de Al-ísad debido a su polí­tica de no intervencionismo y su lógica de “suma cero”, en la que optan por contradecir las opiniones de los estadounidense en favor a no concederle ninguna victoria. Washington respalda a la oposición en el paí­s y aboga por un gobierno sumita ya que esto implicarí­a un enemigo menos cerca de Israel, principal aliado de los norteamericanos en Medio Oriente. El tercer factor internacional en este cuadro es la presencia amenazante del Estado Islámico, que busca hacerse con el territorio para expandirse.

La Organización de Naciones Unidas (ONU) se ha visto en una encrucijada al abordar la problemática en Siria. Alcalay explica que el organismo multilateral “se ha visto un poco impotente ya que tiene que haber acuerdos de ambas partes. Sin estos, las Naciones Unidas están con las manos atadas”. El especialista indica que es muy difí­cil tratar con la tozudez de Rusia.

Alcaly resalta dificultades para alcanzar paz en Siria. Foto: Cortesí­a Ernesto Garcí­a

Para hacer evidencia de este último es posible remitirse al 2013, año en que se confirmó el uso de armas quí­micas por parte del gobierno sirio, violando así­ los acuerdos internacionales sobre este tema. Los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU acordaron que se intervenir en la región pero en último momento el canciller ruso, Serguei Lavrov, decidió que era mejor restringirlas en el paí­s y de esta manera impidió una resolución unánime que permitiese proceder. El internacionalista subraya que recientemente se han conocido casos de mujeres y niños en el Lí­bano con las quemaduras tí­picas de dichas armas, haciendo indudable el fracaso de las restricciones.

Entre las dos potencias existí­an además algunos acuerdos para resguardar la paz en ciudades como Alepo, en las que la ayuda humanitaria era abundante, pero los crecientes bombardeos por parte de ISIS y del gobierno de Al-ísad provocaron que Estados Unidos interrumpiera esas iniciativas por considerar que Rusia no estaba cumpliendo su parte en el acuerdo.

Haciendo más difí­cil entender el horizonte polí­tico, los paí­ses vecinos también se encuentran divididos: mientras Irán apoya el gobierno sirio actual, Arabia Saudita y Qatar brindan ayuda a la oposición para instaurar un gobierno sunita y así­ hacer más fuerte la alianza de estos en la región.

La situación de Siria es en extremo compleja y no deja muchas opciones en cuanto a soluciones pací­ficas se trata. “Hay que construir una democracia adaptada al Medio Oriente: la formula está en los objetivos del desarrollo sostenible. No se trata solamente de erradicar la guerra, es solucionar la pobreza, es ofrecer un nuevo desarrollo y dar esperanza para que se den las soluciones para los problemas de salud, de educación, de vivienda y de calidad de vida. Es un paí­s arrasado y esta reconstrucción representa un esfuerzo gigantesco y al mismo tiempo una formación para el futuro. Es fácil decirlo pero difí­cil hacerlo pero no hay otro camino porque no hay una solución mágica. El mundo occidental tiene que dar los principios y valores para llevar adelante un modelo que pueda soportar los extremos, tanto de Al-ísad como los terroristas islámicos”, recalca Alcalay.

* Miguel Teixeira es estudiante de Comunicación Social.

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