Mirada al mundo | La República de la Tecnologí­a

Morela Scull.-

photo credit: espaciosparaelarte Exposición ''26 Muestra de Artes Plásticas del Principado de Asturias' y 'Premio LABjoven_Los Bragales' via photopin (license)
El vicio de mirarnos en el espejo de nuestras imágenes auto fabricadas ahora cuenta con más vitrinas. Foto: photopin (license)

Daniel J Boorstin publicó en su libro The Image: A Guide to Pseudo-Events in America, en el año 1961, su preocupación sobre cómo a raí­z de la Revolución Gráfica, especialmente a raí­z del “broadcasting” propio de los “mass media”, los ideales se desplazarí­an por imágenes. Imágenes sobre todo referidas a lograr la manera en que otros pudiesen tener una visión favorable sea de un producto, de un polí­tico, una celebridad, una universidad, una escuela o una persona. El ser mejor ahora se convierte en proyectar una buena imagen. En ese sentido hablará de cómo se va desarticulando los Estados Unidos. Poco a poco lo que era el “American Dream”, basado según el autor sobre ideales, ahora se esfuma en imágenes.  Los medios masivos cumplen la misión de des-construir cualquier vestigio de ciudadaní­a, y triunfa el consumidor como eje central de todo el sistema.

Boorstin advierte que la culpa lo tiene cada estadounidense por demandar las ilusiones que los “mass media” fabrican para satisfacer sus expectativas extravagantes, que confluyen con un desarrollo tecnológico imparable. Los vicios adquiridos al vivir en el mundo de los “pseudo eventos” y la abrumadora capacidad de divulgación será una combinación mortal.  Boorstin dirá en su libro The Republic of Technology (1978) que “new ties would bind Americans together, would bind Americans to the larger world, and would bind the world to America. I call this community the “Republic of Technology”. Describe el fenómeno de la “New Obsolescence”  y del “New Convergence” propio de esa revolución. El primero vinculado con el hecho del cambio acelerado, del presentismo patológico, convierte todo en obsoleto y luego, el segundo, definido por la convergencia, donde la tendencia es que todo se convierta como todo lo demás. A diferencia de la comunidad exclusiva constituida en una “Republica de las Letras” donde se compartí­a el conocimiento, en la “República de la Tecnologí­a” se  homogeniza la experiencia, con grandes pérdidas referentes sobre todo en cuanto a las tradiciones, culturas propias de las civilizaciones.   

Más que lograr la desilusión tan necesaria para retornar al mundo de los ideales, la “Republica de la Tecnologí­a” penetrará cada vez más en el ámbito de lo í­ntimo, a través de la fabricación, divulgación de imágenes tanto fí­sicas como de contenidos que definen el prestigio. El empoderamiento del ciudadano a raí­z del desarrollo y abaratamiento de las tecnologí­as de información y comunicación,  y sucesivas liberación de las cadenas de los “mass media” (como lo fuesen la dictadura de la pantalla, la uni-direccionalidad en el mensaje, el “gatekeeping”, las audiencias anónimas) no servirán para derrotar a la narcotización voluntaria. El vicio de mirarnos en el espejo de nuestras imágenes auto fabricadas ahora cuenta con más vitrinas. La imagen, el prestigio, la obsesión sobre cómo ser visto, se agravará aún más mediante la aparición de las llamadas “redes sociales”, que resultan no ser más que pasarelas visitadas por desconocidos, o conocidos. En realidad no les sabremos diferenciar.

La turbulencia provocada por no saber si estoy aquí­ o allá, presente o ausente, antes o después, contactado o domesticado, original o copia, no tiene manera ni interés en definirse, se desdibuja y se hace obsoleta toda lí­nea de demarcación, de establecimiento de fronteras. Cada quien, ahora “globalizados”, se encuentra  ahogado en el espiral de los espejos de lo auto-referencial. Adentrados ya en la “Republica de la Tecnologí­a” ya el tiempo necesario para ponderar cuáles son nuestros ideales se esfuma. No hay tiempo para ponderar, no hay momento de pausa para siquiera descifrar nuestros ideales, ni para desdibujar nuestros proyectos vitales, sólo hay redes, nuestras relaciones personalizadas instrumentalizadas y regidas bajo los dictámenes de la eficiencia.

El conocimiento de los millones de los “pseudo eventos”, ahora multiplicados infinitamente, llamados “trending topics”, “gone viral”, “likes”, es la única forma de subsistir en el mundo de lo común, independientemente de la naturaleza del contenido. Lo común es completamente efí­mero y desvanece ya no por temporadas sino cada instante. Haciendo de la articulación de un proyecto vital con continuidad, basado en relaciones personalizadas, con custodia de la intimidad todo un reto, o más bien un imposible.

En la turbulencia,  entre la confusión,   y a pesar del triunfo del mito de lo “personalizado”, todo es masificado, la experiencia se vuelve homogénea. Triunfa el “pseudo-evento”, es más sólo hay “pseudo-evento”, sólo hay imagen. El consumidor es el único que subsiste intacto, con sus “consumption communities”, el producto se vende como ideologí­a, la ideologí­a como producto,  triunfa el “American Illusion”. Boorstin advierte que de la República de la Tecnologí­a no hay vuelta atrás.

* Morela Scull es profesora de la Universidad Monteávila.

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