La canción es el vehí­culo vivo de las luchas sociales

Vicente Corostola.-

Las canciones son el vehí­culo vivo de las luchas sociales. Son parte indispensable de dolores, denuncias y resistencias. Son himnos que pueden derribar soberbios muros. Son extractos de vida capaces de generar verdaderas revoluciones. De ellas, de algunas de ellas, les quiero hablar en estas lí­neas que estreno. De cómo la canción se enfrenta al statu quo de los momentos más deplorables y se irrita a rabiar.

33 revoluciones por minuto es la velocidad en la que gira un disco de vinilo sobre el picó de turno. Con estas vueltas intento abrirles las pieles. Mostrarles las dimensiones polí­ticas en las que gira la canción para que vean estas historias en perspectiva, porque, como dice una de las últimas canciones de Damon Albarn para Gorillaz, “tenemos el poder de cambiar las cosas”.

Brasil 1967

“La plenitud democrática ha sido alcanzada, resta consolidarla”, dijo Arthur da Costa e Silva después de haberse impuesto a la fuerza. La pelí­cula de la dictadura militar tení­a su segundo capí­tulo. Las presencias policiales eran férreas. Perseguidos, detenidos, torturados y desaparecidos era el orden cronológico de los hechos. Los que tení­an mejor suerte eran “invitados” al exilio. Aquello fue bautizado como “los años de plomo”. Todo era gris.

Pero las voces nunca son mudas. Los jóvenes exponentes de la cultura estaban ahí­ para contarlo. Un año después estudiantes artistas e intelectuales manifiestan en la llamada Passeata dos Cem Mil. Al otro lado del charco eran tiempos de pop y psicodelia. Bañado en colores el Sargento Pimienta hací­a de las suyas. La música popular brasilera se revolucionaba en plena dictadura militar. Nací­a la Tropicália. Un movimiento de trasformación para la música, el teatro, las artes plásticas y la poesí­a.

El cómo decir las cosas era vital. Habí­a que pasar la malla fina del censurador. Trabajar la metáfora se convertí­a en un juego crucial. Era necesario que el mensaje llegase a la masa, a la calle. El retumbar de las equinas era la clave.

… Cuando llegue el momento / ese mi sufrimiento / voy a cobrar con intereses / todo ese amor reprimido / este grito contenido / esta samba en la oscuridad / usted que inventó la tristeza / ahora bien, tenga la fineza / de desinventar / usted va a pagar / y bien pagada / cada lágrima robada / en mi penar / a pesar de usted / mañana ha de ser / otro dí­a / darí­a tanto por ver / el jardí­n florecer / como usted no querí­a / usted se va a amargar / viendo al dí­a amanecer / sin pedirle permiso / cómo voy a reí­r / que el dí­a ha de venir / antes de lo que usted piensa / a pesar de usted / mañana ha de ser / otro dí­a…

Brasil

Al poco tiempo de volver de su exilio forzado a las calles de Roma. El paí­s que encontró seguí­a igual. Otro mando militar estaba en el poder. El del general Emilio Garrastazu Médici. Los años de plomo eran los mismos. Apesar de Vocíª fue grabada. La cinta fue llevada al censurador de turno que no llegó a comprender el juego de palabras. Para él era una canción que reflejaba la pelea de pareja. Para sorpresa de Chico Buarque fue aprobada.

Publicada en 1970 en formato de single de siete pulgadas bajo la discográfica Phillips. La canción llegó a vender unas 100 mil copias la primera semana. Se hizo himno del barrio, de la calle. En una nota publicada en el diario Tribuna da Imprensa el periodista señala que la cantan más fuerte que el himno nacional porque es una crí­tica a la dictadura. Este es llamado a declarar y es apresado. El diario puesto bajo la lupa y la canción censurada en las radios. La discográfica allanada. Las copias existentes quemadas. Y al señor censurador le tocó vivir en sus propias carnes las “bondades” que viví­an los intelectuales y artistas.

Buarque se volvió una figura marcada. La rigidez de la censura fueron ladrillos sobre su espalda. El opresor gruñí­a como el perro bravo que templa su cadena. Sus canciones eran censuradas una tras otra. Era imposible publicar. Habí­a que buscar el sustento y decidió jugar diferente. Uso los apodos Julinho da Adelaide y Leonel Paiva para “otras” canciones. Hasta que fue descubierto. En 1985 los años de plomo terminaron. 21 años después quedó libre.

Estas canciones son una ayuda a la memoria que no olvida los hechos. Son la comprensión histórica de dicho momento. Es el sensato ejercicio que gira a 33 revoluciones por minuto.

*Vicente Corostola es profesor de la Universidad Monteávila

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