Señales de ellas | Lo nuestro es pasar

Francisco J. Blanco.-

El Muro de Berlí­n es el sí­mbolo del fracaso. Foto: photopin (license)

Esta semana ha tenido ya varios domingos. Estamos en medio de una conmoción social, hay manifestaciones, miliares en la calle y la muerte camina más libre que uno mismo. No me hace falta buscar ninguna de las señales de ellas, para qué, la realidad hoy más que nunca salta a la vista.

Berlí­n. 16 años después de ser un nido de ratas se convirtió en el non plus ultra del fracaso de la diplomacia al construir un muro que dividí­a no solo la ciudad, sino el mundo entero entre dos modelos Polí­ticos que al parecer no se pueden dar la mano.

El muro tení­a varios puntos de control, una especie de alcabala fronteriza con accesos restringidos. El más famoso de todos es el “Checkpoint Charly”, que abrí­a el paso a la zona de control estadounidense con la soviética. En el pasado era un sitio donde seguramente nadie querí­a estar mal parado, hoy es uno de los lugares de “selfies” más icónicos de Berlí­n… Todo pasa y todo queda.

Marco Montiel-Soto es un artista plástico de Maracaibo que de tanto caminar por el mundo decidió vivir en Berlí­n. Su obra habla de su vida viejera y de cómo los sitios donde vive le hablan. Marco inauguró una exposición en 2012 llamada “Salí­ a comer coco”, donde mostraba distintos trabajos que tení­an a Berlí­n como columna vertebral.

Durante el montaje de esa exposición Marco dejó en la galerí­a una serie de postales que pertenecen a otros trabajos de él. Mi esposa, que es la gerente del lugar, tomó cuatro de ellas para meterlas en aquel contenedor plástico que tenemos en casa, donde guarda todas las hojas de sala, folletos etc. Yo agarré una postal del icónico lugar de Berlí­n donde la izquierda y la derecha abrieron una puerta terrible para tenerla en mi colección privada (un sobre maltrecho en la gavetica de mi escritorio), pero esa foto hoy está en mi corcho y la vi los pocos dí­as que pude ir a la universidad por el terrible agite del paí­s.

Hay espacios que no se pueden perder. Hay cosas que no se pueden dejar de decir. Hay oportunidades que no se pueden dejar pasar. Por ello la plataforma que me da este periódico para hablar libremente lo que pienso no va a ser, para mí­, la excepción.

Creo que lo terrible no es lo que estamos viviendo, esta zozobra, esta falta de información, la incertidumbre polí­tica y social que representa el polvorí­n en el que todos estamos sentados no tiene piso, siempre puede ser peor. Sin embargo, como la postal en mi corcho, va a pasar… Todo pasa.

Lo terrible no es esto, lo terrible es lo que viene luego. Ese mañana donde nosotros como venezolanos nos cerremos al que piensa distinto, donde la venganza sea una costumbre corriente pero que se maneja elegantemente, donde rechacemos a aquel que en el pasado vestí­a de rojo o que busquemos ferozmente la extinción de los dinosaurios. Lo terrible serí­a no haber aprendido nada y seguir despilfarrando, lo terrible serí­a volver a pensar que el dinero tiene el nombre de Dios y es todopoderoso, lo terrible serí­a convertirnos en opresores de los que hoy están viendo al otro lado… Todo queda.

Pero eso será mañana. Hoy lo terrible de hoy no son solamente los muertos en las manifestaciones, los comentarios peyorativos de aquellos con poder, los planes polí­ticos a costa de la gente o la terrible economí­a que desata el monstruo del crimen que todos lamentablemente padecemos a flor de piel.

Lo terrible hoy es el aprovechamiento de la situación para justificar la diapsalmata. Hay que tomar en cuenta que la revolución que de verdad cambia mundos es la del conocimiento, y esa se fragua desde las aulas, en estos tiempos donde el llamado es a resistir y la fuerza de mando no permite el libre tránsito. Ir a la universidad y estar en clases es un acto de resistencia.

Entiendo perfectamente que la ciudad está hoy más difí­cil que nunca, entiendo que las actividades de calle han tomado nuestra cotidianidad por sorpresa, y que muchos tememos por nuestra seguridad fí­sica, lo que no entiendo es el ausencia de los estudiantes en la Universidad, porque no los veo en las marchas… Porque seguramente están en otro lugar. Y es precisamente esa actitud la que construye muros, tan terribles como el que dividió Berlí­n.

Sin duda este momento lo recordaremos todos, porque todo pasa. Espero aprender de esto, porque todo queda. Espero poder superarlo, porque lo nuestro es pasar.

* Francisco J. Blanco es profesor de la Universidad Monteávila.

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