En tono menor | Casi

Alicia ílamo Bartolomé.-

El destino del paí­s será decidido por los venezolanos. Foto: Cortesí­a

… un pueblo que se abre a una nueva esperanza

(Oración por Venezuela, Conferencia Episcopal Venezolana 11-4-2002).

Prefiero que me tilden de loca a sentirme pesimista, desalentada y amargada en consecuencia. No me gusta cuando hablo con alguien, le pregunto cortésmente como está y me contesta, con la comisura de los labios chorreándole hacia abajo, “bueno, tú sabes, con esta situación…”

¡Ah caramba! Con ese gesto de desdeño y desencanto ya empezó mal “esta situación”, porque no la vamos a cambiar con lamentos y muecas de escepticismo, es más, la provocamos. Estoy convencida de que el pesimismo y la ausencia de esperanza atraen el mal. Un pueblo se hunde en su propio desaliento. Un pueblo se levanta en su espí­ritu de lucha.

No somos tan inconsciente como para no darnos cuenta de que Venezuela está agonizando y no por la incompetencia de un gobierno, por el contrario, por su gran y premeditada capacidad para destruir. Ese fue el propósito de socialismo del siglo XXI y hay que reconocerle su rotundo éxito: este paí­s es casi una ruina. Sin embargo, en ese casi  está nuestra esperanza, en ese casi tenemos que apoyarnos para sobrevivir, en ese casi vamos a empujarnos todos para alcanzar la resurrección, pues ese casi es la molécula de vida que nos queda.

Recomenzar cada uno de nosotros dentro de nosotros mismos. Un examen sincero y exhaustivo de nuestro estado emocional; barrer del alma todo lo negativo que quedó señalado en los párrafos anteriores; lavar con un desinfectante espiritual todas las sombras que oscurecen la mente; elevar la cabeza, cambiar el rictus de desdén por una sonrisa amable, respirar hondo y exclamar: ¡yo puedo! Luego, hacerse un planteamiento audaz de la participación personal en la acción para provocar un cambio.

Cada quien tiene su propia circunstancia y en ésta justamente está su posibilidad de contribuir para la recuperación. Empezando por realizar muy bien, buscando la excelencia en la propia labor. Se hace nación cuando somos buenos estudiantes, buenos trabajadores, buenos profesionales en el campo que sea: educación, ciencia, salud, artesaní­a, arte, cultura, religión, mecánica, oficios domésticos, deportes, servicios sociales, gobierno, seguridad, economí­a, mantenimiento… Si cada quien desempeña su tarea, su misión, con espí­ritu y afán de buscar la perfección, harí­amos de esta patria un gran paí­s.

Basta ya de tanta crí­tica negativa y divisionista contra los actores de la oposición, con o sin errores. Ellos al menos están trabajando, mientras sus detractores sólo mueven la lengua o las teclas para socavar. Constructivo es injertarse en la acción, aunque ésta no sea para todos, pues depende de la edad, la salud y algún otro factor especí­fico. Si no todos podemos incorporarnos a marchas, protestas callejeras u otras manifestaciones públicas, como desobediencia civil, por ejemplo, entonces debemos apoyarlas y auparlas desde nuestra imposibilidad. Si conservamos al menos mente y voz nos toca hablar, escribir, pasar mensajes por los medios de comunicación. Y quien no pueda hacer nada de esto, pero aún conserva una cierta lucidez, siempre podrá rezar y ofrecer sus sufrimientos. Quizás sea esta la manera más eficaz de la cooperación pasiva, la forma más heroica de nutrir ese casi salvador para un pueblo que se abre a una nueva esperanza.

* Alicia ílamo Bartolomé es decana fundadora de la Facultad de Ciencias de la Comunicación e Información de la UMA.

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